Si tienes hijos adolescentes o eres profesor de estas edades tan complicadas, sabes que no siempre es fácil llegar a acuerdos con ellos. De hecho, es normal que en estas etapas, surjan continuos problemas en la familia relacionados con las tareas de la casa: el orden, el estudio y otras obligaciones quedan en segundo lugar en la mente del adolescente, y los adultos caemos en la trampa de la repetición.

La psicóloga Rocío Ramos Paúl nos ofrece una posible solución para atajar el problema. Para ello nos invita a hacernos una pregunta: “¿qué es lo que más os repateaba cuando erais adolescentes de vuestros padres?” La experta asegura que, si le hiciéramos esa pregunta a un adolescente cualquiera, nos diría “que me repita 1000 veces las cosas y qué me fiscalicen”. Estas dos son las principales causas de conflictos con adolescentes, y la psicóloga tiene una forma eficaz de atajar el problema de raíz.  

Empieza con una sonrisa

Lo primero que debemos hacer para poner en práctica su estrategia, que tiene como finalidad que mejoremos la relación con los adolescentes y no tengamos que repetir mil veces las cosas, empieza con una sonrisa. “Es importante el ejercicio de decir ‘buenas tardes, ¿qué tal te ha ido el día?’, independientemente de que esté tirado en el sofá, no haya recogido y no esté estudiando”, nos explica la psicóloga.

Según la experta, tenemos que a “aguantar ahí con la sonrisa, porque por los adultos somos más capaces de mantenernos en esta posición que el adolescente”. Sabemos, de hecho, que el cerebro del adolescente no termina de formarse hasta bien entrada en la veintena. La corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones racionales y el control de los impulsos, puede seguir en desarrollo hasta los treinta años.

Por tanto, somos nosotros, los adultos, los que debemos controlar e iniciar la comunicación de forma asertiva y amable. Preguntar a nuestros hijos como les ha ido el día, además, les demostrará que lo que más nos preocupa es su bienestar, y no controlarlos o conseguir que hagan lo que nosotros queremos por oscuras razones. “Así el adolescente va a abrir los ojos y va a decir ‘me han cambiado mi padre, me han cambiado mi madre’”. Este cambio de paradigma es esencial para mejorar la comunicación. 

Pon límites claros y firmes

Aunque empecemos de forma amable, y no debemos perder esta amabilidad dentro de lo posible, es importante que pasemos al siguiente paso. “Una vez que hayamos hecho esto, pasemos a poner límites, que hay que ponerlos y normas”, explica Ramos.

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“Lo ideal es establecer consecuencias y adelantárselas a nuestro adolescente”, sugiere la psicóloga. Por ejemplo, todos los adolescentes tienen que estudiary deberían cumplir con cierto horario de estudio todos los días. Si no lo cumplen, podemos avisarles, amablemente, de que tendrán que cumplirlo durante el fin de semana. No se trata de entrar en gritos o discusiones, pero tampoco podemos ceder. Basta con explicarles, con asertividad, que, si no cumplen con el horario, habrá una consecuencia: estudiar el fin de semana. Y al menos esto, no es negociable.

Lo que sí podemos negociar es cuando estudiará. En qué horario se siente más cómodo, cuando prefiere hacerlo durante el día, lo que necesita para cumplir su horario... “La negociación es fundamental en la comunicación con nuestros adolescentes”, asegura Ramos Paúl.

Limita los recordatorios a estos tres momentos

El límite y la norma están establecidos. Existe un horario de estudio y una consecuencia si no se cumple. Ahora empieza lo complicado, que es limitar las veces en las que vamos a recordar a nuestro adolescente que tiene que estudiar. Y cuando decimos estudiar, nos referimos a cualquier otra obligación o tarea que hayamos establecido en casa, en el instituto o en cualquier otra área de convivencia.

Esos momentos, según la psicóloga, son tres. Al llegar la hora, podemos decir “recuerda que es tu hora de estudio”. Cuando el tiempo avance y el adolescente no se haya puesto a estudiar, vamos con el siguiente recordatorio: “se te ha pasado la hora de empezar a estudiar”. Y cuando el tiempo que habíamos determinado para el estudio haya acabado, el último recordatorio: “es una pena, pero hoy no has cumplido con tu responsabilidad”.  

Espera con paciencia

El cuarto paso, según la psicóloga, es el “más difícil para todos los padres” Consiste en, sencillamente, callar y esperar a ver qué sucede. Ya hemos establecido las consecuencias que puede tener no cumplir con la normal, hemos cumplido la misión. “A partir de ese momento hay que cumplirlas, pero tienes que permitir que tu hijo elija qué hacer”.

Puede parecer contradictorio, pero así es. Debemos dejar que nuestro hijo, siguiendo con el ejemplo, decida si estudiar o no. De esta forma, asegura Ramos Paúl, “le hacemos responsable de su comportamiento”, algo esencial, puesto que, como explica en una entrevista para cadena Dial, es más importante que nunca, porque últimamente “nadie se hace responsable de nada en ningún ámbito”

Con esta estrategia que nos plantea la psicóloga vamos a conseguir que nuestros hijos sean responsables, vamos a mejorar la comunicación con ellos durante la adolescencia y, además, nos evitamos el agotamiento de repetirlo todo mil veces.