Todos tenemos secretos. Da igual que tengamos un temperamento más introvertido o extrovertido, seguramente eso marcará el tipo y la cantidad de secretos, pero todos los tenemos. Eso indica que es algo natural en nosotros, pero ¿por qué todos tenemos cosas que no contamos? ¿Existen los buenos y malos secretos? ¿Ayudan a reforzar las relaciones o las deterioran?
Qué secretos escondes y por qué
Por “secretos” no nos referimos a esas cosas que simplemente nos guardamos por pura intimidad, sino a lo que escondemos por culpa, vergüenza o miedo.
Estos tres conceptos son distintos en cada uno de nosotros, porque dependen de las connotaciones que le otorgamos a cada situación que vivamos y estas dependen de nuestra historia vital. Según nos hayan educado cuando éramos pequeños gestionaremos los secretos de adultos, porque allí definimos lo que estaba bien o mal y, por tanto, cuantas más cosas metamos en el saco de lo que está mal, más secretos guardaremos.
De aquí la importancia de enseñar a los niños a gestionar los problemas cotidianos de forma constructiva y así conseguir pasar del “que no se enteren porque me matan” al “voy a contárselo para que me ayuden”.
Si les hacemos sentir culpables cuando fallan, lo único que lograremos es que nos alejen a golpe de silencio y que aprendan a usar el secreto como una forma de evitar el conflicto.
Poder hablar sin ser juzgado
Es por eso que nos sentimos cómodos contando nuestras cosas a esa gente que sabemos que no nos juzgará. Quizás porque han pasado por lo mismo o simplemente porque, por su forma de ser, sabemos que van a cuidar esa parte nuestra tan vulnerable que les vamos a compartir. Al final, encontrar a alguien de confianza a quien contarle nuestras dificultades es una parte fundamental para superarlas.
Hablar es terapéutico, sobre todo porque nos abrimos a analizar la situación bajo otros puntos de vista, mientras que si la guardamos solo tenemos el nuestro, que, a menudo, es el más duro de todos. Solo por el hecho de vivirlo en secreto somos las primeras personas que etiquetamos eso como un problema, a menudo porque confundimos lo que hemos hecho con lo que somos.
Todos cometemos errores
Recordemos que todos cometemos errores y eso no nos define. Uno puede ser una buena persona que ha hecho algo de lo que no se siente precisamente orgulloso, pero verbalizarlo es el primer indicador de que nos hemos hecho responsables de ello.
Con esto no pretendo justificar las malas conductas, sino reflexionar acerca de que nadie actúa bien todo el tiempo y, a menudo, los errores los cometen buenas personas pasando por un momento de ansiedad, estando perdidas o guiadas por algún miedo. Ver que no estamos orgullosos de alguno de nuestros comportamientos nos permite corregirlo y así reforzar nuestras buenas intenciones.
Porque no pensemos que, si no lo contamos, eso va a desaparecer. No caigamos en el pensamiento de que, si no se habla, no existe, porque por más que enterremos una piedra en arena esa piedra no va a desaparecer. Lo único que acabaremos consiguiendo es aislarnos de los demás y de nosotros mismos, sintiéndonos solos con esa carga y desconfiando de todo y de todos.
¿A quién vas a contarle tu secreto?
Por eso, el gran tema no es si contarlo o no, sino a quién contárselo. Esta pregunta no solo tiene que ver con la confianza, sino con el poder.
Por eso, quien demuestra que puede gestionar bien la información delicada obtiene un lugar de privilegio en la vida de los demás, porque demuestra ser capaz de moverse bien en forma de vínculo más comprometida e indestructible. Y es que quien demuestra autocontrol en este campo, no solo se vuelve imprescindible en la vida de los demás, sino que consigue elevar al infinito la calidad de sus relaciones.