Vivimos en un mundo que avanza tan rápido que es difícil sacar espacio para lo espiritual, y por ello muchas prácticas milenarias, como el budismo, han tenido que adaptarse a las medidas de la vida moderna. Este, en particular, ha experimentado una transformación profunda en su encuentro con occidente, dando lugar a lo que hoy se conoce como “budismo moderno”. Esta versión reinterpretada de la filosofía budista busca mantener la esencia de sus enseñanzas, pero adaptándolas a un contexto en el que lo simbólico y lo práctico cobran especial protagonismo.
En una época en la que el estrés, la ansiedad y el exceso de información son parte del día a día, encontrar formas de vivir con más calma y conciencia es una necesidad. El budismo moderno nos ofrece herramientas para ello, dejando de lado algunos elementos que ya no encajan con el pensamiento moderno, y mucho menos con el occidental, como los elementos sobrenaturales, para centrarse así en prácticas accesibles y transformadoras. Pero, ¿qué caracteriza realmente a esta corriente y cómo podemos integrarla en nuestra vida?
¿Qué es el budismo moderno?
El budismo moderno surge, según nos explica Ismael Apud, profesor de psicología en la Universidad de la República (Uruguay), en el siglo XIX como parte de lo que él considera la “metaforización de la religión”. Este proceso ha permeado en todas las religiones de una forma u de otra, pero en particular en el budismo encontramos también un fuerte contraste con su llegada a Occidente.
La modernización del budismo ha eliminado o reinterpretado los factores religiosos, mágicos o sobrenaturales de esta fe para convertirla en algo totalmente diferente. Es lo que algunos expertos conocen también como budismo laico.
Este proceso se explica de forma histórica. En la era de la Iluminación y el Romanticismo, el hombre de aleja de la idea de Dios (de lo sobrenatural y lo milagroso) para buscar explicaciones científicas al mundo que nos rodea. En el siglo XXI, nos encontramos más inmersos que nunca en este proceso, algo que muchos expertos acusan como algo peligroso.
Más allá de su planteamiento moral, lo cierto es que este proceso permite que las enseñanzas del budismo sean más accesibles. Así, ideas como la trascendencia del ego, el karma o el desapego encuentran un lugar más tangible en nuestras vidas, tomando forma por medio de prácticas sencillas, en lugar de complejos rituales.
Cabe advertir, como señala Apud en artículo para la plataforma Buddhistdoor, que el budismo es mucho más que lo que conocemos en occidente bajo esta versión moderna. Sus prácticas religiosas y rituales tienen, por sí mismas, un gran valor, y no conviene olvidarlas si queremos tener una comprensión más profunda de este fenómeno.
El papel central de la meditación en el budismo moderno
De todas las prácticas y creencias del budismo, la que más se ha modernizado es la de la meditación. Hoy en día es fácil encontrar clases, tutoriales e inclusos vídeos guiados de meditación o prácticas de mindfulness sin esforzarnos demasiado.
Esto tiene una clara ventaja. Está demostrado que prácticas como la meditación o el cultivo de la atención plena tienen grandes beneficios para la salud mental, en especial en la gestión del estrés, la mejora de la concentración y la reducción de la ansiedad.
No debemos olvidar, sin embargo, que la meditación es solo parte del camino. Los Lamas o facilitadores budistas siempre recuerdan las enseñanzas del Buda antes de la meditación, porque esta tiene como finalidad que trascendamos el ego y podamos abrazar una vida más compasiva y conectada. Sin esta parte, que también podemos explorar desde el budismo moderno o laico, la meditación pierde buena parte de su efectividad.
¿Cómo aplicar los principios del budismo moderno en la vida diaria?
Más allá de meditar y practicar la atención plena (prácticas de las que también hablaremos a continuación) es importante entender las formas en las que el budismo moderno nos acerca a las enseñanzas orientales del Buda, y cómo podemos convertir esta religión en una especie de filosofía de vida que nos ayude a vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.
De todas las prácticas que hemos exportado a occidente, estas son, quizá, las más efectivas.
- Practicar la meditación diaria. No hace falta dedicar horas. Basta con cinco o diez minutos al día para sentarse en silencio y observar la respiración. Es un momento para conectar con uno mismo, dejar de lado las prisas y cultivar la calma.
- Desarrollo de la atención plena. Esto implica estar realmente presente en cada acción. Disfrutar del sabor de la comida, por ejemplo, o prestar atención plena a una conversación. Cada momento es una oportunidad de practicar la conciencia.
- Reinterpretar nuestras creencias. Muchas veces nos limitamos con pensamientos del tipo “yo soy así” o “esto no es para mí”. El budismo moderno invita a observar estas ideas y cuestionarlas, entendiendo que nuestra mente está condicionada por experiencias pasadas, pero que siempre podemos elegir nuevas formas de actuar.
- Comprender el karma de forma práctica. Más allá de interpretaciones mágicas, podemos ver el karma con la consecuencia de nuestras acciones diarias. Cada pequeño gesto, cada palabra y cada pensamiento tiene un impacto en nuestro bienestar y en el de los demás. Cultivar la bondad, la paciencia y la comprensión nos ayuda a construir una vida más plena.
- Aprender a soltar. El sufrimiento a menudo surge de nuestro apego a ideas, emociones, situaciones o posesiones. El budismo moderno enseña que aprender a soltar aquello que ya no nos sirve es un camino hacia la libertad interior.
Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.