“Es literalmente imposible ser mujer”, dice el personaje de America Ferrera en Barbie, definiendo a la perfección una problemática a la que nos enfrentamos las mujeres en el siglo XXI. Hemos avanzado mucho, sí, pero las expectativas que se siguen depositando sobre los hombros de niñas y mujeres son inalcanzables.
Las mujeres debemos ser delgadas, pero no demasiado. Debemos tener dinero, pero pedirlo parece de mala educación. No debemos envejecer, no debemos presumir, no podemos ser egoístas, ni fracasar, ni ser bordes, ni demostrar miedo. Y al mismo tiempo, debemos ser frágiles y vulnerables. Aunque estas presiones también afectan a los hombres, la balanza sigue inclinándose desfavorablemente hacia las mujeres.
Por suerte hay formas de abordar todas estas expectativas más sanas que otras. De hecho, los psicólogos han descubierto que hay una palabra, solo una, que multiplica este peso con el que cargamos muchas mujeres. Eliminarla de tu vocabulario puede hacer que gran parte de esas expectativas desaparezcan y que puedas tener una vida más feliz.
Es imposible ser mujer
Aunque la cita parezca una exageración, lo cierto es que las expectativas que se depositan sobre las mujeres son completamente inalcanzables. Si tuviéramos que cumplir con todas ellas para poder considerarnos mujeres de pleno derecho, ninguna de nosotras lo sería. Por suerte, estas expectativas son ajenas, no nos pertenecen, y podemos soltarlas.
Tim Jordan, experta en el tratamiento de mujeres en la adolescencia, nos habla de algunos de los desafíos que enfrentamos en respuesta a estas expectativas irreales y a la sociedad en la que vivimos, que aún dista mucho de ser ideal para el desarrollo femenino. “Perfeccionismo, apariencia, hipersexualización temprana e intensa, ser juzgadas las 24 horas del día, los 7 días de la semana en redes sociales.
Es imposible estar a la altura de todos los estándares poco realistas establecidos por los padres, el sistema educativo, los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura”, explica la psicóloga. “Si a esto le añadimos los estereotipos y los prejuicios, no es de extrañar que las chicas se sientan abrumadas”.
El problema es evidente. Y sí, está claro que los hombres modernos se enfrentan también a expectativas cada vez menos realistas, en gran medida a causa de la exposición a las redes sociales. Pero, como suele suceder en todo en nuestro mundo, las mujeres siguen perdiendo si entramos en comparativas. Aun así, lo cierto es que el consejo que nos dan los expertos bien podría aplicarse también a la población masculina. Consiste en eliminar una sencilla y simple palabra del vocabulario.
El lenguaje como camino hacia la felicidad
La forma en la que nos comunicamos, las palabras que elegimos, dan forma a la percepción que tenemos de la realidad. Así lo explica el gabinete Psiquiatras, que asegura que, por ejemplo, cambiar el adjetivo con el que describimos una situación de “imposible” a “desafiante”, puede hacer que cambie “la forma en que nos sentimos y enfrentamos el problema”.
Entonces, ¿qué cambio podemos hacer las mujeres en nuestro vocabulario para desterrar estas expectativas irreales? Basta con dejar de pronunciar la palabra maldita: debería.
Seguro que alguna vez te has descubierto a ti misma diciendo “debería trabajar”, “debería limpiar”, “debería cambiarme de ropa”, “debería ser más amable”, “debería estar más tranquila”, “debería cocinar mejor”, y debería, y debería, y debería.
Este verbo hace de puerta de entrada a todas esas expectativas irreales de las que veníamos hablando. Es la palabra que deja huella en nuestra autopercepción, y nos conduzce a la infelicidad. Porque cuando la decimos, incluso cuando la pensamos, le decimos a nuestro cerebro que debemos cumplir esos estándares imposibles. Y en ese mismo momento, hemos perdido. Es imposible que los cumplas todos, así que en tu mente se instalará una sensación permanente de fracaso e insatisfacción.
Cambiando el paradigma
Arianna Huffington, cofundadora del famoso medio The Huffington Post, nos da a todas las mujeres un valioso consejo: “tenemos que aceptar, no siempre tomaremos las decisiones correctas, que a veces nos equivocaremos mucho, entendiendo que el fracaso no es lo contrario del éxito. Es parte del éxito”. Mensajes como el suyo ayudan, por supuesto, pero para cambiar el paradigma debemos hacer cambios más significativos. Empezando por la forma en la que nos hablamos.
Por eso, el primer paso para cambiar la forma en la que te relacionas con estas expectativas femeninas tan altas es eliminar el verbo “debería” de tu vocabulario, y cambiarlo por otras formas más positivas de relacionarte contigo misma.
Por ejemplo, en lugar de decir “debería cocinar mejor”, puedes decir “me encantaría aprender a cocinar mejor”. O en lugar de “debería trabajar”, puedes decir “ahora me toca trabajar”. No te digas “debería limpiar la casa”, si lo haces que sea bajo la premisa “me apetece verlo todo más limpio, voy a limpiar”.
Otros factores que, según los expertos, pueden ayudar considerablemente son los siguientes:
- Reconocer tus limitaciones. No eres perfecta. Y no tienes que serlo. Eres valiosa y válida tal como eres. Empieza a reconocer tus limitaciones con humor, con compasión, y concéntrate en todo aquello en lo que eres buena. Reconoce tu valor, y comenzarás a sentirte mejor contigo misma.
- Rodéate de personas que te valoren. Nada daña más una autoestima sana que alguien que siempre intenta recordarte tus fracasos, tus defectos. Elige con cuidado de quien te rodeas, porque lo que te digan de ti misma repercutirá, inevitablemente, en la forma en la que te ves.
- Reserva tiempo para ti misma. El autocuidado es una parte esencial de la salud mental. Dedica tiempo para cocinar para ti, para hacer ejercicio, leer un libro, hacer cosas que te gusten y te apasionan. Tu vida es tuya, y de nadie más.