William Mulligan tenía una vida como la de cualquier otra persona. Trabajaba tanto como podía, por un sueldo que no llegaba para mucho, y peleaba día a día con adversidades cotidianas: hacía un total de cuatro horas diarias en transporte público para ir y venir de un trabajo que no le hacía feliz.
Un día, su madre le entregó un libro, y el tiempo de transporte dejó de parecerle una tortura. Fue así como llegó a las Meditaciones de Marco Aurelio, la puerta de ingreso de muchos filósofos estoicos. La lectura cambió su vida, y se propuso devolverle el favor al mundo.
Fundó The Everyday Stoic y, recientemente, ha publicado Ser un estoico, una guía práctica para vivir bien siguiendo las enseñanzas que estos grandes pensadores dejaron escritas hace más de 2000 años.
Y es que, pese a la distancia histórica, el estoicismo vuelve a estar de moda por su sencillez y la forma en la que conecta con nosotros, simplificando un mundo que parece demasiado complejo. Con un estilo práctico y muy accesible, Mulligan nos propone diversos ejercicios que nos ayudarán a llevar una vida más estoica y, por ende, más plena. Estos son algunos de los más sencillos que puedes empezar a practicar desde este mismo momento.
1. Vivir con areté
“Todos queremos ser felices”, afirma Mulligan en su libro, en un capítulo dedicado a lo que los estoicos definían como la senda hacia la eudaimonia, la felicidad estoica. Para estos pensadores, “la felicidad no era un estado que se alcanzase a base de cuidar de uno mismo y cumplir tantos de los propios deseos como fuese posible, sino que se lograba llevando una vida enmarcada en un triángulo de acciones”: asumir la responsabilidad, centrarnos en lo que podemos controlar y vivir con areté.
Precisamente este último y más extraño concepto es el que Mulligan nos invita a trabajar con su primer ejercicio.
Nos plantea una parábola clásica. Hércules, el gran héroe, se encuentra en un cruce de caminos. En uno de ellos se encuentra Kakia, la diosa del vicio, que le promete una vida fácil y placentera. En otro, se encuentra Areté, la diosa de la virtud, que le ofrece un camino difícil, pero glorioso. El héroe griego, por supuesto, escoge el de la virtud y, tras laboriosas tribulaciones, se convierte en un semidiós.
Rescatando esta historia, Mulligan nos invita a hacernos una pregunta. “¿Cómo puedes escoger el camino de la areté?
La idea del ejercicio es que te fijes en tus propios vicios y te preguntes cómo tu vida cambiaría si eligieras siempre el camino de la virtud. Por ejemplo, si reduces a la mitad (o incluso más) el uso del teléfono… ¿Cómo cambiaría tu vida? Imagina tus dos versiones, aquellas que empezó a restringir el uso del móvil y la que no. ¿En qué se diferencian?
Luego, pasa a la acción. Mulligan nos pide, en este ejercicio, una simple reflexión: “Tras dedicar un solo día a tomar decisiones que te acerquen a la areté, ¿te sientes diferente?”.
2. Las dos columnas
Otra de esas esquinas del triángulo de la eudaimonia que Mulligan nos plantea en su libro es la de “centrarnos en lo que podemos controlar”. Es uno de los grandes pilares del estoicismo y, por eso, otro de sus ejercicios clave se centra en aprender a discernir entre lo que nos corresponde controlar y lo que no.
Para hacerlo, nos plantea la siguiente actividad. Cuando algo en tu vida te tenga estresada o preocupada, “coge un folio y haz dos columnas. En el encabezado de la columna izquierda escribe ‘cosas que puedo controlar’ y en el de la derecha ‘cosas que no puedo controlar’”. Vuelve a tu preocupación, y completa las columnas de la forma más realista que puedas.
A continuación, Mulligan nos plantea una pregunta: “¿Cuántos puntos más hay en la lista de aquello que no puedes controlar que en la otra? ¿Hasta qué punto te parece fácil lidiar con lo que has anotado en la columna de aquello que sí puedes controlar?”.
El objetivo de este ejercicio es que, al acabarlo, “puedes centrarte únicamente en la corta lista de cosas que, siendo realistas, puedes controlar”.
3. Imagina que has muerto
Se suele decir que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Es por eso que Mulligan introduce en su libro una famosa anécdota, que narra que un hombre dijo una vez “Me gustaría imaginar que ya he muerto y que le he suplicado a Dios que me dé una última oportunidad de pasear por el bosque, de que me rompan el corazón, de enamorarme, de hacer hasta las tareas cotidianas más insulsas. Y trato de vivir como si Dios me hubiera concedido esa última oportunidad”.
Esto es, precisamente, lo que el filósofo nos pide que hagamos. Siéntate en un lugar cómodo, e imagina que solo te quedan 10 minutos de vida. ¿Qué lamentarías en estos diez minutos? ¿Qué desearías poder hacer de nuevo? “Tanto bueno, como malo, positivo y negativo, piensa en aquello que ojalá tuvieses una oportunidad de volver a vivir”, nos pide el autor.
El objetivo es que te replantees cómo te sientes con respecto a los detalles más pequeños e insignificantes de la vida, como comer algo que te guste o beber agua fresca cuando tienes sed. Mulligan cierra el ejercicio con dos preguntas: “¿Qué puedes hacer para que esos deseos den forma al día de hoy? ¿Puedes levantarte cada mañana y vivir una vida en la que no haya nada de lo que arrepentirte?
4. Meditatio malorum
El siguiente ejercicio que nos plantea Mulligan es el de la meditatio malorum, o meditación negativa. Sigue bastante la línea del anterior, pero con una sutil diferencia. ¿Sabes todos esos pensamientos intrusivos que te impiden vivir feliz día a día? Es hora de rendirte a ellos en un ejercicio revelador.
Siéntate en un lugar tranquilo e imagina que te ha pasado algo terrible, algo que temes: lo has perdido todo, te has quedado sola en el mundo. Asimílalo durante unos minutos. Permítete aceptar que todo eso ha pasado.
Ahora abre los ojos, y vuelve a la realidad. Date cuenta de que, en realidad, nada de eso ha sucedido. ¿Te sientes agradecida por lo que tienes? Esta meditación es clave para recuperar el control en momentos de crisis, porque nos recuerda, de una forma visceral, todo lo bueno que hay en nuestra vida.
5. Ejercicio de gratitud
Para acabar con esta selección de actividades (en el libro Ser un estoico puedes encontrar muchas más), un sencillo ejercicio de gratitud. “En lugar de preguntarnos constantemente que puede ofrecernos la vida y mirar hacia el futuro en busca de ese momento en el que de verdad empecemos a vivir”, nos propone Mulligan, “dediquemos un momento a pensar en todo aquello que ya tenemos”.
Para conseguirlo de forma efectiva, nos propone que, durante la próxima semana, reservemos unos minutos cada noche para escribir tres cosas que hayan sucedido ese día que agradezcamos. Si has hecho el ejercicio anterior, seguro que se te ocurren millones de opciones.
Siguiendo con el ejercicio, piensa en tres cosas que vayan a pasar mañana y que tengas muchas ganas de que lleguen: el café por la mañana, un plan con algún amigo, ver a tus compañeros…
“Al imaginarte estas cosas y concentrarte en el placer que has experimentado en cada momento”, explica Mulligan, “cambiarás tanto tu cerebro como tu cuerpo, porque los estarás llenando de sentimientos positivos y reforzando el hábito de encontrar los buenos momentos que te da la vida”.
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