Existe otro Gabriel García Márquez que, como el genial colombiano, también es escritor, aunque no posee el Nobel. Por razones muy sencillas de entender, su nombre de batalla literaria es Gabriel Gamar y tuve la suerte de hablar con él por teléfono para la cesión de derechos de un poema que me fascina y que, si lo buscas en internet, cosa que recomiendo, se le atribuye de forma errónea al García Marquez colombiano.
Sea como sea, el poema es una maravilla: se titula Viajar es Regresar y dice cosas tan verdaderas como que Viajar es volverse mundano, / es conocer otra gente, / es volver a empezar. / Empezar extendiendo la mano, / aprendiendo del fuerte, / es sentir soledad.
Mottaini, todo un regalo de la filosofía japonesa
Sí, viajar es regresar y, si hemos viajado bien, no volvemos de la misma manera. Algo cambia. Algo en nosotros ya no es lo mismo. Crecemos y nos transformamos. Nos traemos algo con nosotros que incorporamos a nuestras vidas. A nuestro día a día. Y con “traernos algo” no me refiero al típico souvenir. Ese tipo de recuerdo no los recuerda apenas nadie. Se olvidan solo llegar a casa.
Por suerte, tengo amigos a los que les gusta viajar. Y, por suerte también, saben que me encantan los recuerdos, pero que no soporto los imanes de nevera. Así que me traen historias. Leyendas que les cuenta alguien durante el viaje. Conceptos… Me encanta. En el sentido de caer preso de un encantamiento.
El último que viví me lo trajeron de Japón. Y es una palabra. ¿No es precioso? Que alguien te diga: mira, de mi reciente viaje aprendí una palabra misteriosa y te la he traído de regalo. De recuerdo. De souvenir, que etimológicamente significa venir en ayuda de la memoria. Y eso es lo que ya, para siempre, hará Mottaini, una palabra que hace referencia a un pesar en nuestro interior ante el uso inapropiado de algo.
Puede ser un objeto, un recurso valioso, propio o ajeno, puede ser una amistad. Puede ser cualquier cosa que estemos desperdiciando.
Derrochar lo valioso, un obstáculo para la felicidad
Según dicen, Mottaini, en japonés, también se usa como interjección. Como cuando dices ¡Hola! O ¡Alto!¡Mottaini!, entonces, toma forma de lamento por la pérdida de eso tan valioso que estamos derrochando sin comprender que nada valioso abunda tanto como para desperdiciarlo. Y ese es el punto que más me ha impresionado de esta palabra, concepto… casi filosofía.
Nos encontramos en una cultura de la abundancia y el consumo inmediato que tiene un filo peligroso. A veces nos puede invadir la sensación de que todo está a nuestro alcance. Fácil, inmediato y para siempre.
Esa sensación provoca que no valoremos la maravilla de, por ejemplo, disfrutar de una buena conversación con un buen amigo. O de la paz que nos puede ofrecer un paseo al atardecer respirando la brisa que anuncia el cambio de estación.
Cada vez que damos por sentadas estas pequeñas maravillas del día a día, en el fondo, estamos cayendo en el Mottaini. Sí, sin duda, hay algo extraño en la ética de la abundancia que no deja de ser paradójico. Se nos invita y alenta a perseguir, acumular y construir inagotables fuentes de riqueza.
La abundancia está ahí, pero no la ves
Sin embargo, olvidamos que, en muchos aspectos, ya somos abundantes. O mucho más de lo que somos conscientes. El problema es reducir la riqueza a términos puramente materiales que, si bien son importantes, tampoco vamos a negarlo, no son exclusivos.
Y, en muchas ocasiones, nos puede sobrevenir una sensación de vacío, derrota o carencia que no se corresponde con la realidad. Darse cuenta de las riquezas que nos rodean nos puede ayudar a no desperdiciarlas. A integrarlas en nuestra percepción de la realidad.
Antes he compartido la etimología de souvenir… Pues bien, no caer en el Mottaini, en el derroche y desperdicio, nos trae a la memoria los recursos que nos rodean y de los que podemos hacer un uso responsable y alegre que nos recuerde que, a veces, la riqueza está en sentir la riqueza que nos rodea.