Había que elegir una película para ver en familia y, por supuesto, cada uno empezó a lanzar las opciones que más le apetecían. En mi caso me centré en las novedades, aquellos estrenos de los que, mejor o peor, todo el mundo hablaba y, por fin, estaban disponibles para ver en casa.
Como suele pasar, para nada se impuso mi criterio. Es más, mi hijo quiso, sí o sí, ver Star Wars, película que me fascina, sin duda, pero que conozco casi de memoria.
El problema era mi resistencia
En no pocos talleres repaso su estructura, escena a escena, para ejemplificar mejor el viaje del héroe de Campbell, aunque ese sería otro escrito. En este no hablaré del viaje que hace Luke Skywalker sino del que hice yo, que intenté varias estrategias desesperadas, como, por ejemplo, tratar de convencer a mi hijo de que era una película antigua, que a lo mejor el ritmo era más lento de lo que él estaba acostumbrado, que si los efectos especiales no eran los que son ahora… Cosas así. Cosas que no me creía ni yo mismo. Por suerte, él tampoco.
Al final, incluso estuve tentado de irme a trabajar y poner orden en correos y demás. Pero ese era un mal ejemplo que no quería mostrar a mi hijo: si no estoy de acuerdo con la decisión del grupo, me voy. No. Tenía que aguantarme y ver la película otra vez más.
Lo que importa no es la película (o tu vida) sino cómo la miras
Fue precisamente este “otra vez más” lo que me dio la clave de todo. De repente entendí que podía elegir. No película, pero sí actitud. O, mejor dicho, sí la manera y las palabras desde donde yo quería vivir esa situación.
Podía escoger ver la película otra maldita vez más o podía verla de nuevo. A primera vista parece que no haya mucha diferencia, pero existe un abismo. O, como mínimo, lo hubo en mí, que me resonó eso de ver, "de nuevo", Star Wars. Como la primera vez. Con ojos infantiles. Con capacidad de sorpresa. Con mirada de principiante, en definitiva. Así lo hice. Y disfruté muchísimo. Aprendí muchísimo. Renovó mi admiración y aprendizajes de esta maravilla del cine.
la mirada del principiante te cambia la vida
Ver las cosas como la primera vez te renueva y te vuelve a conectar con el aquí y con el ahora. Simplemente. Sin más.
De hecho, hay toda una filosofía alrededor de la mirada del principiante que recoge muy bien el mindfulness, la meditación y cualquier disciplina que nos proponga estar aquí. Ahora. Desde el aquí y desde el ahora. No desde los pesos que traemos del pasado y, por tanto, con sus juicios y sentencias.
La mirada del principiante es, seguramente, la herramienta más poderosa que tenemos para aprender, para aprendernos. Para descubrir las maravillas que nos rodean y para descubrirnos, igualmente, maravillosos. Porque esta mirada nos convierte en aprendices y, al serlo, crecemos. Nos alimentamos. Nos dejamos impactar por nuestro entorno. Sin rechazar el mundo, simplemente aceptándolo. Sin compararlo, simplemente disfrutándolo. Este momento. Este instante.
Entonces, ya no puede vencerte el aburrimiento, porque todo está por descubrir. Ya no puedes hundirte en las arenas movedizas de las rutinas, porque no existen. Ni la monotonía, porque ahora ya sabes que está en tu mirada, no en lo que acontece en el mundo.
Por más puestas de Sol que veamos, cada una de ellas es un milagro. Una demostración de que el universo no es más grande que nosotros, sino que es nosotros mismos. Una caricia es siempre un regalo inesperado y un paseo tranquilo es cada vez, cada una de las veces, una oportunidad para respirar y conectar con el ritmo de la existencia. No hay dos momentos iguales de la misma manera que no hay dos copos de nieve iguales. Y cada paso es tan importante y necesario como todo el camino entero.
En mi caso, mi mirada del principiante me permitió disfrutar con mi hijo de Star Wars. Y sí, la había visto innumerables veces, pero nunca con él. Y al verlo a través de su experiencia, de su fascinación por unos personajes inmortales… Fue algo parecido al atardecer del que hablaba líneas más arriba. Y si te digo la verdad, a los pocos días fui yo quien pidió verla de nuevo y él me dijo que sí.