6. Oh, Mi yo...Oh, Vida... de Walt Whitman
¡Oh, mi yo! ¡oh, vida! Todas estas preguntas me asaltan,
Del desfile interminable de los desleales,
de ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre, pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás,
yo entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve: ¿qué de bueno hay en todo esto, oh, mi yo, oh, vida ?
Respuesta:
“Que estás aquí, que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama, y que quizás
puedes contribuir a él con un verso.”
Walt Whitman reflexiona aquí sobre las cargas e incertidumbres de la existencia humana. Nos anima a aceptar los obstáculos de la vida y a ver que cada uno de nosotros puede aportar algo único e importante al mundo.
7. La vida no es sino un sueño de Lewis Carroll
Un bote, bajo un luminoso cielo,
avanza persistente y soñoliento,
una tarde de julio.
Son tres los niños que juntos se recuestan,
con los ojos y los oídos anhelantes,
encantados de tener una simple historia que escuchar.
Largo tiempo hace que empalideció aquel cielo;
el eco y los recuerdos se desvanecieron;
las heladas de otoño aniquilaron aquel julio.
Sin embargo, como un espectro,
Alicia aún vaga bajo los cielos,
jamás vista por los ojos despiertos.
Los niños, para escuchar el cuento,
con los ojos y los oídos anhelantes,
gustosamente juntos se recostarán.
En un país de las maravillas descansan,
soñando mientras pasan los días,
soñando mientras muere el verano,
siempre a la deriva por la corriente,
demorándose en el reflejo áureo…
¿Qué es la vida sino un sueño?
Un poema que nos invita a reflexionar sobre la belleza y la brevedad de la vida, y nos invita a abrazar sus momentos fugaces, como una tranquila tarde de verano.
8. A una rosa de Sor Juana Inés de la Cruz
Rosa divina que en gentil cultura
eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura;
amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura:
¡cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas;
y luego, desmayada y encogida,
de tu caduco ser das mustias señas!
¡Con qué, con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!
Un poema que reflexiona sobre la fugaz belleza de una rosa como metáfora de la vida, el amor y la mortalidad, y nos invita a contemplar la naturaleza efímera de la existencia.
9. La paz de las cosas salvajes de Wendell Berry
Cuando la angustia por el mundo crece en mí
y despierto en la noche ante el menor sonido,
preocupado por qué será de mi vida y de las vidas de mis hijos,
salgo y me recuesto allí donde el ánade
descansa con su belleza en el agua, y la garza real se alimenta.
Entro en la paz de las cosas salvajes
que no abruman sus vidas con la anticipación del dolor.
Entro en la presencia del agua quieta,
y siento sobre mi cabeza a las estrellas invisibles
esperando con su luz. Por un momento,
descanso en la gracia del mundo, y soy libre.
Berry reflexiona sobre la búsqueda de consuelo en la naturaleza y sugiere que alejarse de las preocupaciones de la vida puede restaurar la paz.
10. Rima LIII de Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
Uno de los poemas más famosos de Gustavo Adolfo Bécquer (sino el que más), que nos invita a reflexionar sobre la fugacidad del amor, la pérdida, el paso del tiempo y la imposibilidad de recuperarlo una vez ha pasado.