Aunque hay plantas muy resistentes al calor, a las que les gusta el sol buena parte del día, el verano puede traer días muy calurosos y las altas temperaturas pueden hacer mella en la mayoría de  plantas. La buena noticia es que con algunas medidas podemos ayudar a nuestras plantas a estar más frescas en verano y sobrevivir a él. 

Cómo proteger las plantas del calor

La sombra, el riego, la ventilación... son solo algunos de los factores a los que debemos prestar atención si queremos proteger las plantas del calor en el huerto o el jardín.

1. Provee a tus plantas de sombras

Las plantas no tienen la posibilidad de trasladarse a un sitio sombreado para sobrellevar más frescas las tórridas horas de verano. Toldos, árboles y arbustos con forma de parasol cuyas hojas están perfectamente adaptadas a recibir de pleno el sol sin dañarse son soluciones que parten desde el diseño de tu jardín.

Elije especies de crecimiento rápido y poco volumen de raíces para crear sectores frescos. Pérgolas y toldos serán soluciones en lugares donde no sea posible apostar por lo natural.

En el huerto, en el área orientada al sur, si cultivas en líneas girasoles y maíces estos proyectarán sombra sobre cultivos de hoja como lechugas o acelgas que sufren la fuerte incidencia del sol.

2. Protege el suelo 

En los bancales tanto de flores ornamentales como en los del huerto, controla las plantas adventicias que compiten por agua y nutrientes. La forma más sencilla y natural es quitándoles la luz para evitar que crezcan vigorosas con una cobertura de 5 cm en este momento del año.

Esta sencilla medida mantendrá la humedad y evitará que los rayos de sol impacten directamente sobre el suelo, aumentando su temperatura y reduciendo su vitalidad. Una buena cobertura puede bajar la temperatura del suelo en 15ºC.

En condiciones de grandes producciones a campo, las plantas espontáneas y otras que se siembran expresamente como las borrajas, los tagetes, las vicias y las crotalarias acompañan al cultivo productivo, manteniendo la humedad del suelo entre otros muchos beneficios, pero a escala de jardín ornamental es conveniente retirarlas.

En los caminos del huerto puedes colocar cartones reutilizados para frenar el crecimiento de estas hierbas adventicias. Cúbrelos con ladrillos, pedregullos u otra solución estética que tengas al alcance de tu mano.

4. Refresca los sustratos

Mitiga las temperaturas extremas que se presentan en el entorno de la masa de raíces de las plantas en macetas. Cuanto más pequeño sea el contenedor, mayor será el daño provocado por el calor.

En la interfase entre las raíces y las paredes de las macetas en pleno en verano, se pueden registrar temperaturas de más de 70ºC. Estas raíces, literalmente se cuecen dentro de la jardinera.

Sombrea las macetas, envolviéndolas en malla de brezo o de mimbre. Estas mallas recibirán el sol directo y por debajo circulará el aire, logrando un descenso significativo de la temperatura en el entorno radicular. 

5. Conserva la humedad

La provisión de agua mediante el riego es crucial. Algunas plantas como las suculentas o las cactáceas originarias de zonas secas o desérticas del planeta están adaptadas al calor y la sequedad ante las cuales las otras plantas ornamentales sucumben. Pero no todos los jardines ni los balcones cuentan con estas especies.

Cuando las plantas tienen agua disponible, pueden transpirar normalmente. Esta transpiración genera una pérdida de vapor de agua que contribuye a la refrigeración de cada hoja, provocando el descenso de la temperatura en la superficie. La intensidad de la transpiración está en función de la temperatura, de la luz, de la humedad relativa y del efecto del viento.

Todos estos factores tienen una acción directa sobre la absorción del agua por medio de las raíces:

  • Si la transpiración excede a la absorción, las hojas comienzan a marchitarse, con el fin de reducir la pérdida de agua por transpiración.
  • Menor superficie foliar, menor transpiración. En consecuencia, se reduce también la velocidad de crecimiento y la absorción de los nutrientes que están disueltos en el agua.

6. Programa los riegos

Si has elegido el riego gota a gota éste debería ser más frecuente que el riego con regadera. El breve y periódico es más conveniente que el largo y copioso, ya que el agua se distribuye formando una zona húmeda pareja que permite una mayor exploración por parte de las raíces.

Prográmalo para que en verano riegue todos los días de 20 a 30 minutos en dos ciclos: temprano, por la mañana y el segundo ciclo, al caer el sol.

7. Invernaderos y semilleros

Dentro de un invernadero en verano, en un día soleado, la temperatura puede llegar casi a los 50ºC. Para que esto no suceda, se debe sombrear la cubierta principal o techo del invernadero con un tejido media sombra. Abre las ventanas laterales y la puerta para ventilar.

A finales del verano, cuando es el momento de comenzar con las siembras de hortalizas y flores de otoño, mantén la circulación de aire para evitar que supere los 30ºC. Cada especie tiene un rango de temperatura para germinar exitosamente. A temperaturas muy altas, simplemente no germinan. Si germinasen, el brote se secaría y la joven plántula moriría, en cambio la semilla con todas sus protecciones, es la forma más adaptada para resistir.

El sustrato siempre debe estar húmedo al tacto. Una capa superior de vermiculita a modo de acolchado, mantendrá un poco la humedad. Programa los riegos según la demanda del crecimiento vegetal y de la temperatura interior del invernadero. 

Si bien la mayoría de las plantas son mucho más resistentes que nosotros a las altas temperaturas, existe una profunda conexión entre el clima, la sanidad vegetal y el bienestar humano. Mitigando los efectos del calor en las plantas, aumentarás su desarrollo saludable y, en consecuencia, los beneficios biológicos y psicológicos de la mutua convivencia entre humanos y plantas.