Se suele decir que lo esencial es invisible a los ojos.
Como si todo aquello que somos.
Que nos hace especiales.
Todo aquello que nos atraviesa, que nos conforma, no pudiera percibirse a simple vista.
Pues qué triste, ¿no?
Hemos establecido un orden social de las cosas en las que no permitimos que se nos note lo que nos pasa.
Lo que sentimos.
Eso que importa aunque algunas personas nos hagan creer que no.
Tenemos que mostrar así una fortaleza constante.
Que podemos con todo.
Y que ademas podemos sin la ayuda de nadie.
Preguntamos a los demás cómo están pero sin querer saberlo realmente.
Sin querer profundizar.
Como una forma de cortesía en la que solo queremos escuchar que bien.
Y seguir a otra cosa.
Pero cuando alguien nos dice que está mal, cuando se derrumba.
Cuando notamos que a alguien le sucede algo, salimos huyendo.
Animamos con prisa, sin saber bien cómo reaccionar ante el malestar.
Llenando el silencio con palabras vacías.
Como no es para tanto o tú puedes.
No acogiendo.
No proporcionando un lugar.
No respetando el instante.
Nadie nos ha enseñado a navegar en el dolor ajeno.
Tampoco en el propio.
Así que le damos la espalda al mar hasta que nos pilla una ola.
Nos viene bien que lo esencial sea invisible a los ojos.
Porque así vivimos en una superficialidad infinita.
Porque lo que es visible a los ojos es el disfraz.
Es la imposición de una máscara.
De una armadura que oculte nuestras debilidades y nuestros miedos.
Que nos haga parecer lo que no somos ni sentimos.
Tendríamos que ser capaces de pararnos un poco más en los demás.
De preguntar de verdad, con interés.
Deberíamos ser capaces también de no rechazar lo que no nos agrada.
De tener la paciencia suficiente para no expulsarlo.
Para seguir como si nada.
Ojalá lo esencial cada vez sea más visible a los ojos.
Porque eso querrá decir que estamos perdiendo el miedo a que nos dejen de querer.
Eso querrá decir que por fin podemos ser un poco más libres.
Que habrá más autenticidad y honestidad.
Y por tanto.
Todo, absolutamente todo, será un poquito más de verdad.