Queridas Mentes Insanas,
Esta semana he visto la luz. ¡Aleluya!
Veinte años siendo poliamorosa, cuatrocientos artículos escritos sobre el tema (exagero), setenta y cinco cabezazos contra la pared (me quedo corta), varias rupturas catastróficas y varias depresiones después, y por fin ¡he visto la luz! He entendido qué narices nos pasa con el poliamor… ¡Tachán! Lo estamos confundiendo con una especie de orientación sexual, dicho así a lo bruto, y eso nos está yendo fatal.
¿A qué me refiero? Pues todo viene de la maldita, reiterativa, insoportable y muy significativa pregunta de “ah… pero… ¿ella no decía que era poliamorosa?” cuando alguna de nosotras se ha cansado de que la vacilen y ha puesto pies en polvorosa, que es una frase muy bonita que ya no se usa nada y deberíamos poner de moda. Dices “en polvorosa” y todas nos estamos viendo el polvo que levantan nuestras suelas al salir pitando de una relación y a nosotras allá perdiéndonos en el horizonte.
Creo que cuando alguien hace esa pregunta lo que tiene en mente es una especie de orientación sexual, como que tú eres sexo-afectivamente poliamorosa y por lo tanto todo lo que suceda en términos de multiplicidad está bien, porque es tu orientación sexual… ¿tiene sentido?
Por eso hay gente que un día se despierta y ¡chas! se dice y dice al mundo: ¡soy poliamorosa! Y a partir de ahí, tira millas. Pero yo diría que nadie es poliamorosa… creo que las relaciones lo son o lo intentan ser, pero no creo que el poliamor sea una cualidad de la persona. Nosotras somos bichitos que andamos por el mundo buscando un lugar en el que cobijarse (no esperabais esta frase, ¿a que no?). Pues eso.
Las relaciones son poliamorosas si no hay nadie desangrándose en el camino. Si lo hay, lo que tenemos es una carnicería emocional, ni poliamor ni poliamora. Lo que tenemos es un desastre, un supermercado de gangas emocionales, y un póngame aquí este cuerpo nuevo que me lo llevo y si no me dura mucho pues ya me busco otro. Como despojos, muy a lo capitalista en general.
Total, que la poliamorosa, en todo caso, no nace si no que se hace. Y por lo que me vais contando y por mi propio currículum también debo añadir que el método de hacerse que estamos usando mayoritariamente es el de la letra con sangre entra, dándonos cabezazos como si no hubiese mañana y, si seguimos así, vamos a acabar con nosotras mismas.
Por otro lado, la pregunta de ser o no ser poliamorosa ante una ruptura por gestión destrozatripas y cosas por el estilo que pasan día sí día también, es algo que me trae de cabeza. Es como si alguien deja a su amorcito porque le espía los whatsapps o le prohíbe salir con las colegas y lo que contestan las amigas es “ah, pero… ¿tú no eras monógama?”.
Total, que me estoy enfureciendo, que para que una relación sea poliamorosa hay que conseguir que lo sea y no todo vale, porque hay cosas que no son poliamor sino que son violencia y punto. Y los materiales que tenemos son los bichitos en busca de cobijo que somos.
Nos encantaría poder hacerlo con seres supremos más allá del bien y del mal, supervitaminados y mineralizados que decía un ratón de los dibujos animados del siglo XX, pero lo que tenemos es lo que tenemos y con estos materiales hay que construir.
Y se puede, y se hace, y cuando se hace es todas esas cosas bonitas que hemos imaginado y entonces es maravilloso y vamos todas caminando sin tocar el suelo de lo bonito que es todo. Y vas aprendiendo, y el cuerpo, que es más sabio que nosotras, se va adaptando, va construyéndose también en un nuevo paradigma. Pero para construirse tiene que estar en pie, aceptablemente bien, con pocas magulladuras y sin sangre a ser posible.
Así que, para resumir, cuando alguien me dice así de entrada que es poliamorosa yo arranco la moto rauda y veloz y no paro hasta ponerme a salvo a 350.000 kilómetros emocionales de esa persona. Por si acaso. Que luego igual era alguien que estaba bien… pero no importa. El mundo está lleno de gente que está muy bien, afortunadamente.
¡Feliz semana, Mentes!