Sobre los alimentos que pasan por nuestra mesa hay miles de mitos. Hace unos años decíamos que el huevo era fatal para la salud, y ahora los nutricionistas confirman que es una de las mejores fuentes de proteína. Lo mismo ha sucedido con otra larga lista de alimentos, y una de esas peleas que siempre prospera alrededor de la mesa es aquella que versa sobre si es mejor el pollo o el pescado. Y particularmente, el salmón, una pieza muy preciada en la nutrición y la gastronomía.

¿Cuál es mejor para los músculos? ¿Con cuál cuidamos más del corazón? ¿Es preferible optar por una o por otra si queremos bajar de peso? ¿Y qué hay de su impacto medioambiental? En esta ocasión, nos ponemos las gafas de pensar para analizar a fondo las diferencias de estas dos proteínas y determinar cuál es la vencedora de esta eterna batalla.

Aquello que los une

Antes de hablar de diferencias, cabe destacar que en muchos aspectos el pollo y el salmón se parecen. De hecho, en un reciente estudio realizado por el experto Ben Halpern, director del Centro Nacional de Análisis y Síntesis Ecológica de la UCSB, demostró que la huella medioambiental de ambas producciones es bastante similar.

El pollo se sigue imponiendo, no obstante, por su ritmo de producción. Pero las similitudes en la alimentación de ambas especies para su cría y consumo hacen que sus huellas medioambientales se igualen bastante. La conclusión del estudio es que ambas opciones son preferibles al consumo de otras proteínas animales como la ternera o el cerdo. Este asunto, por tanto, queda zanjado con un empate.

A nivel nutricional, estos alimentos también comparten muchos aspectos.

Ambas son proteínas complejas. Tanto el pollo como el salmón contienen los nueve aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo no es capaz de producir por sí mismo. Esto favorece que nos sintamos saciados durante más tiempo tras consumirlos y, junto con ejercicios físico regular, puede protegernos contra la pérdida de masa muscular.

Además, ambas proteínas son ricas en vitamina B, que es esencial para la función cognitiva y ayuda al cuerpo a metabolizar la energía de forma óptima. Esto último puede ser especialmente beneficioso para quien busca bajar de peso.

Por último, tanto el pescado (en general, y particularmente el salmón) como el pollo son ricos en selenio, un mineral antioxidante que participa en el sistema inmunológico, el sistema reproductivo y la función tiroidea.

Los beneficios del pollo

Abordadas las similitudes, es hora de hablar de particularidades. El pollo destaca, frente al salmón, en primer lugar, por su accesibilidad. Es fácil de conseguir y más económico que la mayoría de las piezas de pescado. Además, hay estudios que sugieren que cuando el pollo forma parte de una dieta rica en verduras, el riesgo de obsesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares se reduce, según explican en el medio digital Eating well.

En cuanto a sus propiedades nutricionales, cuando hablamos del pollo debemos diferenciar entre carne blanca y oscura.

  • Pechuga y alitas (carne blanca). Por 85 g de pechuga de pollo, tenemos 128 kcal, 25 g de proteína, 3 g de grasa (de las cuales menos de un gramo son saturadas).
  • Muslos y otras piezas (carne oscura). Por 85 g de muslo de pollo, tenemos 164 kcal, 20 g de proteína, 9 g de grasa (de las cuales 3 g son saturadas).

Como ves, en este caso hay una clara diferencia entre la carne blanca y la carne oscura. La pechuga de pollo es rica en vitamina B3 (niacina), mientras que los muslos nos aportan hierro, selenio y zinc.

Tanto si quieres perder peso, como si buscas optimizar tu consumo de proteína para ganar músculo, la elección está clara: debes optar siempre por la pechuga.

 

Los beneficios del salmón

Vamos ahora con el salmón, un alimento muy popular sobre el que se extienden muchos mitos. Para empezar, ¿es cierto que es mucho más graso que el pollo? Lo cierto es que no.

Por 85 gramos de salmón, tenemos 121 kcal (algo menos que en la pechuga), unos 17 g de proteína, 5 g de grasa (una diferencia insignificante), de las cuales aproximadamente 1 gramos son grasas saturadas.

El salmón, por tanto, no engorda más que el pollo ni es sustancialmente más graso que la pechuga de pollo. Eso sí, es importante destacar que estos datos son los que presentan una pieza de salmón salvaje.

Aunque, sin duda, lo más interesante del salmón es su contenido en ácido omega-3, esencial para la salud cardiovascular. Estudios sugieren que su consumo regular reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, controla la inflamación y mejora la salud mental. De hecho, la cardióloga Magdalena Perelló, cardióloga y divulgadora en redes sociales, apunta al pescado azul (salmón, sardinas o caballa) como uno de los alimentos esenciales para cuidar del corazón y mantener unos niveles sanos de colesterol en sangre, en especial en mujeres en perimenopausia o menopausia.

Además, el salmón (y el pescado en general) es rico en potasio, calcio, fósforo y magnesio.

Para acabar, otro asunto que suele preocupar con el pescado es el mercurio. Según la EPA (Agencia de Protección del Medio Ambiente), el salmón se encuentra en la lista de mejores opciones para consumir pescado por su bajo contenido en este elemento natural. Junto a este, se encuentran el atún ligero enlatado, la trucha y los camarones.

¿Pollo o salmón?

La conclusión más lógica, como dice el refrán, es que en la variedad está el gusto. Si es muy importante para ti potenciar al máximo tu consumo de proteína, la pechuga de pollo presenta una ligera ventaja en cuanto a proporciones. Y si te preocupa tu salud cardiovascular, sin duda el salmón te aportará un nutriente esencial para el funcionamiento de tu corazón: el ácido graso omega-3 (cuyo perfil completo solo puede conseguirse prácticamente con alimentos marinos).

En cuanto a perder peso, ambas son opciones excelentes, ricas en nutrientes y con un bajo contenido calórico. Aunque lo más importante en este sentido (y en general, si hablamos de salud) es que acompañes siempre tus proteínas de una buena cantidad de vegetales, ejercicio físico regular, una hidratación adecuada y un descanso de calidad.

No hay nada que haga que el pollo sea mejor que el salmón, ni viceversa. Puedes disfrutar de ambas opciones con moderación y salud.

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