Aunque parezca increíble, los aditivos tienen defensores. No faltan nutricionistas –cercanos a la industria– que los alaban por su utilidad, sobre todo para mejorar la conservación de los productos, y a continuación suelen asegurar que son inocuos porque se consumen en cantidades mínimas y han superado los controles sanitarios legales.
Pero deberían añadir "a día de hoy…", porque no sabemos si mañana alguno será prohibido al aparecer nuevos estudios sobre su toxicidad.
Un ejemplo de lo anterior es lo que ocurrió en 2006 con los conservantes E-216 y E-217 al descubrirse su efecto perjudicial sobre el sistema endocrino. Otro indicador de la discutible seguridad es que aditivos autorizados actualmente en Europa están prohibidos en otros países. Pero el problema de los aditivos va mucho más allá.
Alimentos procesados repletos de aditivos bajo sospecha
Existe una relación directa entre aditivos y los alimentos procesados: cuantos más aditivos, más procesado es el producto y menos sano resulta. Los efectos de los aditivos son letales. Así lo denuncia el informe "Dame veneno: viaje al centro de la alimentación que nos enferma", realizado por la organización VSF Justicia Alimentaria Global.
Según este informe, 90.000 personas pierden la vida al año en España por seguir una mala alimentación, con exceso de alimentos procesados, que suponen hasta el 70% de la cesta de la compra de una familia media. Estos productos son responsables, como mínimo, de la mitad de las enfermedades cardiovasculares, de las diabetes y de los cánceres de estómago y de colon.
Por el bien de la salud de todos, es necesario que los alimentos reales y naturales recuperen terreno frente a los procesados.
Comer alimentos de verdad, la mejor forma de evitarlos
Un histórico defensor de la comida real es el periodista y experto en alimentación Michael Pollan. Son conocidos sus tres criterios para nutrirse con alimentos de verdad:
- Evita los productos que contengan ingredientes desconocidos o cuyo nombre resulte impronunciable, lo que de un plumazo deja fuera miles de "alimentos" que abarrotan las estanterías de los supermercados.
- Rechaza los que contengan más de cinco ingredientes.
- No adquieras los que contengan jarabe de maíz rico en fructosa.
La aplicación de estas recomendaciones significa renunciar prácticamente a todos los alimentos que contienen algún aditivo. Pero es cierto que no todos los aditivos son iguales. Algunos son totalmente naturales e inocuos. Por tanto tiene sentido preguntarse cuáles son los aditivos más preocupantes.
Los aditivos alimentarios más cuestionados
Podemos dividirlos en seis grupos, según la finalidad con la que suelen utilizarse en los alimentos.
1. Colorantes
Los aditivos colorantes confieren una imagen atractiva y apetitosa a los productos, especialmente para los niños, que son precisamente quienes más perjudicados pueden salir de su consumo.
Se han cuestionado colorantes como:
- E-102, E-104, E-110, E-122, E-124, E-127: Se hallan bajo sospecha de favorecer la hiperactividad infantil. Desde el 2010, el alimento que lleve estos colorantes debe indicar en la etiqueta que «puede afectar a la actividad y la atención en niños».
- E-133: Se emplea en helados, dulces y bebidas y está prohibido en Suiza porque puede favorecer los ataques de asma.
2. Conservantes
Alargan el periodo natural en que aparecen la putrefacción o el moho, pero no protegen completamente frente a las micotoxinas, sino que paradójicamente pueden favorecer su formación cuando el efecto conservante pierde fuerza.
Entre los conservantes bajo sospecha encontramos:
- E-211: Está relacionado con la hiperactividad infantil, aunque los estudios no son concluyentes.
- Hidroxibenzoatos E-214 a E-219: Se relacionan con efectos perjudiciales en el sistema endocrino (acción estrogénica) y desencadenan alergias con relativa frecuencia. El E-216 y el E-217 ya están prohibidos y el resto también debieran estarlo, según Udo Pöllmer, director del Instituto Europeo Para las Ciencias de los Alimentos y la Nutrición.
- Sulfitos E-220 a E-228: Pueden inhibir el aprovechamiento de la vitamina B1 y en personas sensibles pueden provocar cefaleas, mareos o ataques de asma. Los productos que los contienen están obligados a destacar su presencia en la etiqueta debido a su potencial alergénico.
- Nitratos y nitritos E-249 a E-252: Se utilizan generalmente para que los productos cárnicos tengan un color rojo intenso y para prevenir la aparición de la toxina botulínica. Pueden resultar tóxicos al unirse a la hemoglobina humana porque producen metahemoglobinemia.
3. Antioxidantes
Al no actuar directamente contra los gérmenes, los antioxidantes no se consideran legalmente como conservantes, aunque la industria los utiliza como tales porque alargan el periodo de caducidad de los alimentos. Hacen más lenta la descomposición química, el enranciamiento de las grasas o la generación de manchas marrones en la fruta.
Presta atención a:
- Galatos E-310 a E-312: Se les atribuye el riesgo de provocar la peligrosa cianosis (oxigenación insuficiente de la sangre) en bebés. Pueden afectar al sistema inmunitario.
- Butilhidroxianisol (E-320 o BHA) y butilhidroxitolueno (E-321 o BHT): Alergénicos, se sospecha que pueden favorecer el desarrollo de cáncer, alteraciones inmunitarias, hepáticas y hormonales. Son probablemente los aditivos alimentarios más cuestionados actualmente y su prohibición a corto o medio plazo es probable.
- Ortofosfato de sodio E-339: Utilizado en bebidas refrescantes, disminuye la absorción del calcio, el hierro y el magnesio.
4. Espesantes y emulgentes
Los espesantes y emulgentes (del E-400 al E-500) se usan para conseguir una determinada "sensación en boca", como cremosidad o consistencia. Están considerados seguros, pero hay dudas.
- E-480 y E-466: Un estudio de la Universidad Estatal de Georgia (Estados Unidos) descubrió hace tres años que estos dos aditivos alteran la composición de la microbiota intestinal y pueden favorecer el síndrome metabólico, la obesidad, la diabetes y la enfermedad inflamatoria intestinal. El estudio se realizó con animales de laboratorio pero los resultados son probablemente extrapolables a las personas.
5. Saborizantes o potenciadores del sabor
Los potenciadores del sabor se usan para suplir las carencias de calidad de los productos industriales y para aumentar su capacidad adictiva. Entre los más cuestionados están:
- Glutamatos E-620 a E-625: Intensifican el sabor y pueden provocar en personas sensibles el "síndrome del restaurante chino", con síntomas como presión en las sienes, dolor de cabeza y rigidez. En animales de laboratorio se han dado problemas de fertilidad y aprendizaje, ataques de hambre y obesidad.
6. Edulcorantes
Su objetivo es reducir las calorías de los productos elaborados para que no favorezcan la obesidad, pero su efecto real puede ser el contrario, porque estimulan el apetito y habitúan al sabor dulce. Además algunos tienen otros efectos negativos.
- Acesulfamo K E-950: Provoca alteraciones del material genético, según estudios hechos con animales.
- Aspartamo E-951: Bajo sospecha de favorecer una variedad de enfermedades, incluido el cáncer, pero los estudios son contradictorios. Químicamente se parece a péptidos y hormonas, por lo que podría ser un factor de confusión en el organismo. Según el químico Udo Pöllmer, debiera prohibirse hasta que se aclaren las controversias.
- Sacarina E-944 y sucralosa E-955: Son endulzantes controvertidos que conviene evitar.
Lo que se oculta detrás de algunos aditivos alimentarios
Muchos vegetarianos y veganos no saben que un buen número de aditivos que quizá consumen son de origen animal. Hay muchos aditivos pueden ser de origen animal o vegetal, lo que obliga a informarse con cada fabricante.
Los aditivos que son excluvisamente de origen animal son los siguientes:
- E-120: colorante rojo obtenido de la cochinilla
- E-441: gelatina, obtenida de piel, hueso y cartílagos
- E-542: de huesos
- E-901: de la cera de abeja
- E-904: del gusano de la laca
- E-910, E-920 y E-921: generalmente se obtienen de pelos
- E-913: de la lana de oveja
- E-966: de la leche
De un aditivo tampoco es fácil saber si es transgénico o se encuentra en forma de nanopartículas. Ambas características se relacionan con sospechas sobre su seguridad para la salud.
Cuando un aditivo contiene nanopartículas de un tamaño inferior a los 100 nanómetros, es obligatorio declarar su presencia en las etiquetas. Contiene nanopartículas el E-551 o dióxido de titanio, relacionado con trastornos como la enfermedad de Crohn.
También hay aditivos obtenidos por transgenia, directa o indirectamente, como la lecitina o E-322, que puede proceder de habas de soja modificadas genéticamente.
Otra posibilidad es que para la fabricación del aditivo se hayan usado microorganismos transgénicos, como en la elaboración de las vitaminas C, biotina, B2 o B12, el aspartamo (E-951), la goma xantana (E-415) o los potenciadores del sabor (de E-620 a E-625).
Finalmente, recuerda que resulta difícil encontrar alimentos preparados sin aditivos y que los alimentos de calidad no necesitan mejorar su sabor o su color. Por eso, lo mejor es optar siempre por alimentos naturales y frescos de un proveedor de confianza.