Las formas diferentes del colon o intestino grueso pueden dificultar el tránsito intestinal.
Cuando el colon es anormalmente largo, recibe el nombre de dolicocolon. Si es más ancho, se denomina megacolon. En algunas personas se combinan ambas particularidades, en el llamado dolicomegacolon.
Estas anomalías favorecen que se acumule un mayor volumen de heces y facilitan las fermentaciones y putrefacciones.
Quienes las tienen pueden sentir que muchos alimentos no les sientan bien, y que deben cenar muy temprano para que la digestión no se interponga en el descanso.
Si además de ellas existen otras particularidades alimentarias, como intolerancias a ciertos alimentos; o si simplemente se van dejando de tomar los alimentos que resultan indigestos, pueden preocuparse de que su alimentación no les aporte suficientes nutrientes.
Sin embargo, con la dieta adecuada se puede conseguir una alimentación perfectamente nutritiva, regular el tránsito intestinal y evitar las molestias producidas por la fermentación como los gases o el dolor abdominal.
¿Es lo mismo el dolicomegacolon que el colon irritable?
Suele haber una correlación, aunque no es necesaria.
El colon irritable puede ser consecuencia de lo anterior o estar inducido por intolerancia a nutrientes (los más habituales son la lactosa
y el gluten).
También puede ser consecuencia del uso regular de medicamentos (antibióticos, comprimidos de hierro…) o laxantes.
Además, se suele mencionar un componente emocional de base que puede desencadenar las crisis.
¿Qué dieta seguir en caso de dolicomegacolon?
Se deben evitar los alimentos refinados o con poca fibra como la carne, ya que no estimulan el peristaltismo intestinal.
Estos alimentos no son imprescindibles, por lo que dejar de tomarlos no implica que la dieta sea deficitaria. Sustituirlos por vegetales o cereales sin refinar ayudará a consumir cantidades superiores de fibra, que facilitarán el tránsito.
En caso de que el dolicomegacolon se combine al mismo tiempo con el síndrome de colon irritable, deberá tenerse en cuenta, para que la dieta garantice la suavidad que requiere la inflamación intestinal.
La solución está en incrementar la ingesta de alimentos con fibra soluble como la pectina de la manzana u otras frutas, ya que protege la mucosa intestinal, y la de fibra rica en mucílagos, como la de las algas.
De entre los cereales, la avena, sobre todo en forma de copos hervidos o papilla, está muy indicada por los mucílagos que produce y su excelente
capacidad nutritiva.
Aconsejo beber abundantes líquidos –uno o dos litros al día– fuera de las comidas. Mejor si es infusión de manzanilla (dos cucharadas soperas por litro de agua), ya que desinflama la mucosa digestiva.
Las diferentes enzimas pueden ayudarnos a mejorar la digestión, así como a controlar la inflamación crónica o el exceso de tensión en las paredes estomacales e intestinales.
Alimentos ricos en enzimas son la papaya y la piña. Para mejorar la digestión se puede tomar también algún suplemento rico en fermentos, así como incorporarlos con más frecuencia a la dieta.
Tan importante como esto es masticar bien los alimentos para que actúen las propias enzimas que tenemos en la saliva, el estómago, el
páncreas, el intestino…
Finalmente, una buena medida es un paseo moderado después de comer, para facilitar el tránsito intestinal.