Cuenta la leyenda que deberíamos ser capaces de ser pequeños monjes en la ciudad. Seres pacíficos y tranquilos, capaces de estar bien en el momento presente y conectados con nuestras emociones y necesidades.
Los seres humanos somos parte de la naturaleza, es más, somos la naturaleza. Ella es nuestro verdadero hogar y el lugar al que realmente pertenecemos. Por ese motivo, es más fácil meditar o conectar contigo mismo en un plácido bosque o en una playa desierta.
¿Quién no ha vuelto con gran sensación de paz después de un finde de desconexión en un pueblito y ha pensado ¿Por qué no puedo sentirme así todos los días?
El primer paso para convertirte en un monje en la ciudad
Piensa en la última vez que te sentiste verdaderamente en calma, sin ir con la lengua fuera y conectado con una agradable sensación de plenitud. Quizá no te ha sucedido nunca y no pasa nada. No hay nada malo en ti, integrar este pensamiento es el primer paso para convertirte en un monje en la ciudad.
Nuestro verdadero reto, el de los humanos hiperconectados y modernos, es mantener el estado zen en los entornos tan artificiales que nosotros mismos hemos creado.
Y ¿cómo lo logramos? Pienso que volcándonos en procurar conseguir una coherencia interna entre lo que pensamos-decimos-hacemos, que es el que a mí me gusta llamar el verdadero triángulo de las Bermudas.
cómo no perderse en el verdadero triángulo de las Bermudas
No hace falta hacer las maletas y mudarnos a una aldea, aunque si persigues un estilo de vida más rural, sí que sería tu solución. Sin embargo, dentro del bullicio y el ruido de las ciudades podemos implementar una serie de pautas para evitar desconectarnos de nosotros mismos.
No voy a hablarte de ponerte los cascos con música a tope yendo por la calle, de apuntarte a clases de yoga o de pilates, de comer ecológico o de flexibilizar tu horario laboral. Lo que te propongo es mucho más simple y ojalá sea también factible para ti.
Hay que tener en cuenta el enorme mérito que tiene la proeza de mantenerse zen en una ciudad, así que pon especial atención en felicitarte y darte cuenta de que lo estás haciendo muy bien.
Es fundamental mirarnos con ojos compasivos y no culparnos por un ritmo frenético de vida. En muchas ocasiones, nos encontramos viviendo las consecuencias de decisiones que tomamos tiempo atrás, cuando éramos otras personas.
Por ese motivo es tan importante no castigarnos ni exigirnos, más bien debemos buscar espacios de vacío y de calma para llenarlos de sosiego y de mirada amable.
5 minutos al día para volver al aquí y ahora
A menudo, nuestras vidas avanzan demasiado deprisa, el estrés se apodera de nuestro calendario y nos olvidamos de que las cosas verdaderamente importantes son las más sencillas: un café con calma, un abrazo de tu hijo, un instante cómplice con la pareja en la cotidianidad… Todos estos momentos son la Vida, nada de esperar al viernes por la noche o a las vacaciones de agosto para Vivir.
Para ser pequeños monjes en la ciudad y atraer la meditación a nuestras ajetreadas agendas, recomiendo una pausa diaria de cinco minutos. Así de simple. Así de poderoso. Una receta efectiva y de gran sabor y beneficio. Tres ingredientes:
- Pones tu móvil en modo avión.
- Te sientas en una silla.
- Respiras y observas cómo te responde el cuerpo.
Preguntas que ayudan
Un procedimiento igual de simple: puedes hacerte una serie de preguntas. Habrá días que tendrán una respuesta clara y muchos otros tu mente se quedará en silencio. No importa. Preguntamos para preguntar, no para responder.
- ¿Cómo creo que me siento hoy?
- ¿Qué cosas me han gustado?
- ¿Qué cosas hubieran podido ser mejores?
- ¿Qué necesidades personales no he expresado?
- ¿Qué sensaciones sutiles he percibido?
- ¿Qué tres cosas agradezco?
Y ya está. Algunas veces te apetecerá plasmar tus pensamientos y sensaciones en una libreta, no obstante, no te agobies con más obligaciones. Puedes poner en práctica este consejo de camino al trabajo, en el metro, escapándote un momento al baño, antes de irte a dormir o en un ascensor.
Y si tienes menos de cinco minutos, me parece perfecto, que sean tres o dos. Pero permítete estar al menos un minuto al día sin hacer nada, “solamente” observándote.
Por qué observar la respiración
Por supuesto, siempre insisto en la observación de la respiración y del cuerpo. Tu mente se puede encontrar divagando, viajando al futuro o rememorando y añorando el pasado; sin embargo, el cuerpo siempre está en el aquí y en el ahora.
La carretera que une esos dos mundos (la mente y el cuerpo) es la respiración. Una función vital que te sirve de herramienta y también de amuleto para conectar contigo, generar un momento de vacío y alejarte del ruido exterior.
Practicar cinco minutos de contemplación a tu interior es una buena receta para un cocinero amateur y, poco a poco, te convertirás en un verdadero chef o, mejor dicho, en todo un monje en la ciudad.
Y recuerda, hay muchos más como tú, siempre nos escondemos detrás de una sonrisa. Si levantamos la cabeza del teléfono móvil, seguro que nos reconocemos.