A pesar de que nuestra sociedad nos ha hecho creer que el individuo por sí solo es capaz de construir su propio destino a base de voluntad y decisión, las cosas más fundamentales en nuestra vida (nacimiento, muerte, maternidad…) siguen sin depender del todo de nosotros y ocurren al lado de los demás.
La creencia que afirma «si quieres, puedes» nos crea una falsa sensación de autosuficiencia y nos ha hecho olvidar que estamos todos interconectados y necesitados los unos de los otros. De hecho, algunos filósofos ya han denunciado que la idea de que la felicidad siempre es posible y solo depende de uno mismo es una nueva forma de dominación, porque nos impide unirnos para denunciar y cambiar lo que no nos gusta de nuestra sociedad.
por qué algunas personas son desconfiadas
Lo cierto es que, a diferencia de otros animales, al nacer no estamos lo suficientemente maduros para sobrevivir sin nuestra madre o un cuidador principal. Solo un estrecho contacto con ellos permite regular nuestra temperatura corporal, respiración, ritmo cardiaco y emociones.
Solo si conseguimos una auténtica sintonía con el cuidador en esta etapa temprana logramos desarrollar la confianza. Este vínculo es el que determina que podamos vivir teniendo fe en nosotros, en los demás y en la vida.
Se han hecho estudios que muestran que las personas que no han tenido una buena sintonía con sus progenitores perciben más amenazas en las personas que les rodean y en el mundo. Como dice el experto en trauma Bessel Van del Kolk, «si no tenemos una sensación interna de seguridad, es difícil distinguir entre la seguridad y el peligro». Para estas personas, siempre resulta complicado sentir confianza en la vida si no reparan esta herida primigenia con un trabajo terapéutico que les permita volver a creer en el otro.
Si no ponen conciencia en esta carencia, si no la curan, el miedo se disparará una y otra vez. En contraste, quienes tuvieron la suerte de desarrollar un buen vínculo con sus madres tendrán más facilidad en confiar en ellas mismas y en los demás.
Pero esta diferencia personal en el desarrollo de la confianza no es el único elemento clave. El hecho de que en nuestra sociedad imperan más las relaciones de poder que las de igualdad y respeto puede favorecer otros traumas.
Uno puede preguntarse qué va antes: ¿el trauma individual o la violencia cultural colectiva en la que estamos inmersos y que nos retraumatiza? Franz Ruppert, en el libro ¿Quién soy yo en una sociedad traumatizada? (Ed. Herder), afirma que el trauma primigenio nos domina, pues origina y perpetúa relaciones de «víctima-agresor» que alimentan la desconfianza en los demás y en la vida.
¿Cómo curar la desconfianza?
De ahí la necesidad de ganar conciencia y llevar a cabo un trabajo de sanación. Podemos usar dos caminos distintos: el de la psicoterapia o el de la meditación.
El camino de la psicoterapia pasa por conseguir estar en paz con nosotros mismos. Para ello, hace falta dar expresión a esas partes dañadas de nosotros mismos que no fueron atendidas en los primeros años de nuestra vida y que nos obligaron a encontrar mecanismos de protección.
Para que esto suceda necesitamos la comprensión o la compasión de otra persona. Si conseguimos expresar y completar la respuesta de congelación ante el miedo de nuestra niñez a través de la compasión de alguien, entonces sanaremos nuestras heridas.
A partir de ese momento no nos harán falta las protecciones o resistencias que nos impedían vivir en el mundo y relacionarnos en confianza. Para poder confiar antes has de haber experimentado la sensación de que alguien te puede sostener y te puede conectar.
El camino de la espiritualidad es distinto y se puede realizar paralelamente al anterior. Solo si vamos más allá de nuestra personalidad y del ‘yo’, podemos abrazar la posibilidad de que exista algo más grande que nosotros. Esto nos ayuda a dejar de luchar contra lo que hay, contra el pasado y contra el futuro que puede llegar. Nos abre a la vida con más confianza que miedo. Entonces podremos ver que la vida no está aquí solo para complacer nuestros deseos, sino que tiene planes propios.
Aceptación para ganar confianza
No se trata de fomentar la resignación, sino de poder sentir, ante una amenaza, que tenemos los recursos necesarios para hacerle frente. Se trata de ser capaces de acariciar la confianza de que esto también pasará y habrá un mañana. De decirnos que «aunque lo que sucede no me gusta, lo acepto porque no lo puedo cambiar». Es el primer paso para avanzar a pesar del miedo, para ganar confianza en el hoy y en el mañana.
Como dice Joan Garriga en su libro Decir sí a la vida (Ed. Destino), «las dificultades nos hacen más humildes y humanos: adelgazan el ego y enseñan que, en lo esencial, no somos aquello en lo que nos invertimos o con lo que nos identificamos».
Claves para reconstruir la confianza
El resurgir de la confianza pasa por diferentes etapas, la primera, cerrar las heridas del pasado.
- Cualquier tipo de psicoterapia nos puede ser eficaz, pero hay técnicas específicas como el EMDR, el Brainspotting y la Somatic Experience que permiten sanar las heridas del alma y los traumas de la infancia o de la vida adulta.
- Preguntarse cuál puede ser el aprendizaje que nos brinda lo que nos sucede y encontrar la lección escondida en las dificultades, requiere de tiempo. Contemplar lo vivido con perspectiva, como un aprendizaje, ayuda a confiar y a encontrarle un sentido.
- La pertenencia es una necesidad básica. Somos seres sociales y necesitamos a los demás para sentir seguridad. Compartir actividades y rituales ayuda a recuperar la confianza en la humanidad y a crear vínculos de calidad.
- La espiritualidad que se desarrolla al meditar nos ayuda, incluso más que la psicoterapia, a contactar en un espacio de silencio con nuestro ser interno. Este ser está más allá de la personalidad y es una fuente de seguridad en uno mismo y en la vida.
- Los medios de comunicación nos hablan de desastres naturales y sociales. Algunos generan una negatividad que nos aleja de esferas agradables de la vida. Pon atención a cómo gestionas tu relación con la información.
- El trauma está en el cuerpo. Realizar actividades físicas (yoga, baile) y trabajar el arraigo es esencial para recuperar la confianza. Todos tenemos en el cuerpo zonas en las que nos sentimos seguros a pesar de nuestras heridas e inseguridades.