Los primeros seres humanos afortunados que probaron una chirimoya fueron seguramente los mochicas que ocupaban los valles de la costa norte de Perú entre los siglos III y VIII: se han encontrado sus semillas en templos y tumbas incas.
Con sus conocimientos de hidráulica, regadíos y cerámica extendieron la agricultura y domesticaron ejemplares silvestres de Annona cherimola.
En su lengua quechua la llamaban chirimuya o "semillas frías", en alusión a que al árbol le gusta crecer en altitudes elevadas de clima soleado y fresco.
Aunque hace unos años se consideraba todavía una fruta exótica, España es actualmente el primer productor mundial, con casi el 80% del total. Su cultivo está muy extendido en la costa granadina y las Canarias. Le sigue, muy por detrás, Chile.
Aunque en Sudamérica pueden llegar a pesar un kilo, las que se comercializan en nuestro país pesan entre 150 y 200 gramos.
La temporada se inicia a mediados de septiembre y suele terminar a finales de enero, pero en los últimos años se ha estado llevando a cabo un proyecto para combinar variedades tempranas y tardías a fin de alargar la temporada hasta junio.
Las propiedades de la chirimoya
Contiene un 20% de carbohidratos, principalmente glucosa y fructosa. Esto hace que sea una buena fuente de energía: una chirimoya pequeña de 200 gramos proporciona 172 calorías.
Se trata, sin embargo, de un alimento con una baja densidad energética: aporta pocas calorías en relación a su volumen, lo que quiere decir que sacia más que otros alimentos que aportan tantas o más calorías.
Por eso las personas con diabetes tipo 2 o síndrome metabólico pueden incluir regularmente en su dieta raciones de media chirimoya.
Al mismo tiempo resulta muy nutritiva, pues vitaminas y minerales están muy concentrados en su pulpa. Contiene abundantes vitaminas del grupo B y de vitamina C, así como buenas cantidades de potasio, calcio y hierro, y aunque en muy baja proporción también cinc, yodo, cobre y manganeso.
Su efecto energético es favorecido por el contenido de vitaminas de grupo B, que transforman los nutrientes en energía celular. Una chirimoya aporta en torno al 20% de la vitamina B6 que se precisa al día, y un 15% de la B1 y la B2.
Los beneficios de la chirimoya
La composición nutricional de esta fruta, así como su contenido en compuestos fitoquímicos específicos, se asocian a una serie de beneficios para la salud.
Regula la tensión arterial
Posee abundante potasio, lo que junto a su escaso contenido en sodio la convierte en una buena aliada de la salud arterial. Un ejemplar de unos 200 gramos cubre el 15% de las necesidades diarias de potasio.
Fortalece huesos y músculos
Una chirimoya pequeña (200 g) proporciona el 10% del magnesio que se precisa al día y pequeñas cantidades de calcio, ambos importantes para la salud de los huesos.
Además la vitamina C (la misma cantidad de fruta cubre el 60% de las necesidades diarias) participa en la formación del colágeno que recubre las fibras del sistema nervioso y los haces musculares, de los dientes y los huesos.
Combate la anemia
200 gramos de chirimoya aportan el 8% del hierro que se precisa al día y al ir acompañado de vitamina C su absorción se ve potenciada. Es, por tanto, un alimento indicado para prevenir o tratar la anemia.
Favorece la digestión
Su contenido en enzimas digestivas, al igual que sucede con la piña y su bromelina, mejora la digestión. Y por su porción de fibra soluble contribuye a proteger la flora intestinal y a regular el peristaltismo y el colesterol.
Poder alcalinizante
Como la mayoría de frutas y verduras, la chirimoya ayuda a regular el pH de la sangre, equilibrándolo, y protegiendo frente a ciertas enfermedades debidas a una excesiva acidificación del torrente sanguíneo.
Resulta depurativa
Del mismo modo, su capacidad depurativa, por su riqueza en agua y fibra, es el regalo con que la naturaleza obsequia al organismo en los meses en que la oferta de fruta fresca comienza a menguar.
Cómo se come
Es muy aromática y su peculiar sabor azucarado, ligeramente ácido, se antoja una mezcla de diversos frutos. Hay quien la compara con un intermedio entre plátano, piña y fresa, mientras que para otros se asemeja a una combinación de natillas, pera y canela.
La mejor forma de comerla es al natural, bien madura, aunque también puede pasarse por un tamiz y usarse como crema en la elaboración de sorbetes y batidos.
El gesto más natural con una chirimoya es el de cortarla en dos mitades, retirar el duro y pequeño tallo interior y disfrutarla a cucharadas mientras se devuelven al plato las pepitas intactas. Es una de sus grandes ventajas, pues de esa forma se disfruta con todas sus propiedades.
Pero si se está dispuesto a experimentar con algunas de ellas, su sabor nos sugerirá deliciosas combinaciones. Es necesario, no obstante, conocer algunas de sus particularidades.
La primera de ellas es que su carne se oxida rápidamente, con lo que adquiere un color pardo menos atractivo. Para evitarlo simplemente puede rociarse con zumo de limón e incluso añadirle su ralladura bien fina.
Prepara una deliciosa crema
Si estas propuestas no convencen o nos da pereza retirar las semillas una a una, tenemos una alternativa. Se vacía su carne en un colador chino y con la ayuda de una cuchara o la mano del mortero se va trabajando la mezcla sobre un bol con zumo de limón. Inmediatamente empezará a caer una apetitosa y crema de chirimoya natural.
Con esta crema se pueden elaborar fantásticas preparaciones, como las siguientes:
- Utilízala como base de una macedonia con otras frutas.
- Mézclala con yogur y muesli o semillas trituradas.
- Sustituye la leche en una receta de natillas.
- Con gelatina puedes elaborar una tarta semifría o bavaroise.
- Puedes rellenar, cubrir o decorar tartas, buñuelos, cupcakes…
Por otra parte, los jirones de pulpa se pueden añadir a ensaladas de espinacas y shitakes con anacardos, a empanadillas de pasta filo rellenas de calabaza, a berros, a salteados ligeros de arroz, quinoa o cuscús con verduras, a tostas, a pasta rellena como por ejemplo raviolis con queso de cabra, rúcula y chirimoya, a cazuelas de setas con gambas y curry o a postres de gelatina.
Compra y conservación
La chirimoya es delicada y rara vez sobrepasa la semana desde que se recolecta. Aunque esté protegida por una redecilla, debe manipularse con cuidado y guardarse en el frutero, fuera de la nevera.
Una vez comprada debe almacenarse en un lugar de temperatura suave. El frigorífico acorta su vida, ya que el frío excesivo no le sienta bien (la temperatura de conservación ideal serían unos 10 ºC).
En un par de días las chirimoyas que se compren habrán madurado y no van a durar más de cinco, así que conviene elegirlas bien maduras. Para acelerar su maduración, bastará con meterlas en una bolsa de plástico junto con unas manzanas; el etileno que transpiran estas acelerará su maduración.