Por qué es mejor convencer que vencer
por Pablo Saz
En las relaciones personales tendemos a ayudarnos, pero incluso con los más cercanos surge el conflicto, un desacuerdo en el que queremos tener la razón y en el que pensamos que el otro es injusto con nosotros, que abusa o nos agrede.
Entonces nuestro ser se subleva, nuestro cuerpo se llena de adrenalina y se apresta para la lucha.
Es algo bastante cotidiano, aunque a veces no queramos verlo: una realidad con la que a veces tropezamos o en la que incluso pedimos ayuda.
Hay que entender al enemigo
Para resolver estos conflictos se usan uñas, brazos, puños, mordiscos, palos, piedras, cuchillos, pistolas, bombas. Hemos generado una capacidad de destruir asombrosa.
Sin embargo, también ha habido guerreros que han planteado otras formas de resolver el conflicto: abordar la lucha con la intención, no de hacer daño al enemigo, sino de tocar su alma, de lograr entenderse con él y llegar a un acuerdo.
Lo han planteado grandes luchadores como Cristo, Gandhi, Martín Luther King o Moriei Ueshiba, el creador del aikido.
¿Se trata de escurrir el bulto, de salir corriendo? ¿De devolver el golpe o darlo doble? ¿De caer de rodillas y pedir perdón?
¿De llamar a la justicia para que condene a golpes, prisión, cadena perpetua o muerte, o para que proclame la guerra? No, no se trata de nada de eso.
La lucha no violenta es una actitud firme de enfrentarse al otro, sabiendo que no se lo va a soltar hasta que no se resuelva el conflicto.
Animados por la fuerza de la justicia, entrar y presentar batalla sin hacer daño, entender las razones y la justicia del que se tiene enfrente, analizar su verdad, sus mentiras y las propias.
¿Cómo resolver un conflicto sin violencia?
Se trata de no destruir para salvar la propia verdad, de respetar la verdad y la vida del enemigo, y de cuidar toda la vida para salvar la vida.
El conflicto se resuelve al llegar a un acuerdo cuando los dos vencen a la vez y se convencen. Se trata de vencer y encontrar la verdad juntos.
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