Los seres humanos, como cualquier otro organismo vivo, necesitan mantener un equilibrio químico interno para sobrevivir y para que todo funcione correctamente. Uno de los principales mecanismos de regulación con que cuenta el cuerpo para mantener ese equilibrio interno es el control de la acidez o alcalinidad de los fluidos corporales, especialmente de la sangre.
Es lo que se conoce como el equilibrio ácido-básico y viene determinado por el pH, que debe mantenerse dentro de unos márgenes para que las células puedan funcionar de forma óptima.
Qué es una dieta alcalina
A raíz del descubrimiento del equilibrio ácido-base en el organismo y de los distintos sistemas autorreguladores que ayudan a mantener este equilibrio, se observó que hay dietas que tienden a alcalinizar o acidificar el pH de la orina, con diferentes consecuencias para la salud.
Esto es importante, porque la alimentación actual y el estrés suelen aumentar la carga de ácidos en el organismo, lo que se ha asociado con diferentes alteraciones a nivel orgánico, como inflamación, debilitamiento del sistema inmunitario y destrucción de masa ósea.
Uno de los hallazgos que se hicieron en este sentido es que una dieta vegana equilibrada y con un buen porcentaje de alimentos crudos tiende a alcalinizar la orina y que esto ayuda a mantener el pH sanguíneo en equilibrio, lo cual resulta muy saludable, al igual que esa dieta.
El Dr. Heinrich Lahmann y el químico Ragnar Berg probaron a principios de siglo XX que quien se alimenta de carnes y pescados ingiere cantidades notables de ácidos orgánicos que alteran la composición mineral de la sangre, que muestra una composición más ácida, mientras que un vegetariano tiene siempre una sangre más alcalinizada.
Desde algunos medios se ha negado la eficacia de estas dietas quizá porque son prácticamente vegetarianas o veganas, enfrentadas a la dieta occidental, o también por el hecho de que han aparecido vendedores de aparatos que dicen alcalinizar el pH sanguíneo, o que personas que hablan de dietas alcalinas han estado implicadas en fraudes de salud (como el caso de Robert Young, acusado de práctica ilegal de la medicina, o la terapia del par biomagnético, ahora en boga, que afirma regular el pH de cualquier órgano al instante mediante imanes).
Lo importante es reconocer que estas dietas son saludables, entre otras razones por poseer esta tendencia a alcalinizar la orina o los medios que actúan como reguladores del pH sanguíneo.
El pH del cuerpo humano
El pH es la medida de la acidez o alcalinidad de un líquido y significa "potencial de hidrógeno", es decir, la concentración de iones de hidrógeno que hay en ese fluido.
Se mide en una escala de 0 a 14:
- pH neutro: corresponde al 7.
- pH ácido: Un exceso de iones de hidrógeno da valores de pH inferiores a 7, que indican acidez.
- pH alcalino: Pocos iones de hidrógeno se traducen en valores superiores a 7, que son señal de alcalinidad.
Para garantizar su supervivencia, la vida en la Tierra mantiene pH equilibrados alrededor de los organismos vivos y de las células tanto en el mar como en el suelo.Los distintos grados de acidez pueden variar a su vez el comportamiento y la composición de bacterias y plantas.
Una hortensia, por ejemplo, desarrolla flores rosas o azules dependiendo del pH del suelo: en un suelo ácido (con un pH inferior a 7) las flores salen azules, mientras que en un suelo alcalino o básico (con un pH superior a 7) aparecen flores rosas.
En el cuerpo humano el pH puede variar de una zona a otra.
- En el estómago hay acidez extrema, concretamente un pH de 1,35 a 3,5, para favorecer la digestión. Esto sirve a algunos para justificar que, comamos lo que comamos, en el estómago todo será ácido. Sin embargo, las mismas paredes del estómago, para protegerse, tienen un pH alto, de hasta 8.
- En la piel tenemos un pH de 4 a 6,5, lo que proporciona un manto ácido que actúa como protección frente a hongos y bacterias.
- En la vagina, un pH de 4,7 mantiene la flora en equilibrio.
- En cuanto a la orina, puede tener un pH que varía de ácido a alcalino en función de la necesidad de equilibrar el medio interno. De ahí que el pH de la orina se mida como indicador del grado de acidez o alcalinidad que puede estar soportando el organismo a nivel sanguíneo.
El pH sanguíneo es una constante que muy pocas veces se altera. Si lo hace, llega a producir estados de coma, ya sea por alcalosis o acidosis. Se considera un pH normal en la sangre el que oscila entre 7,35 y 7,45, es decir, un pH muy ligeramente alcalino. Para mantenerlo dentro de esos límites que hacen posible la vida, el cuerpo cuenta con mecanismos autorreguladores que actúan rápidamente para corregir cualquier desviación.
La excreción renal de los excedentes de álcali o de ácido, determinados cambios en la respiración y la utilización de tejido conjuntivo y de hueso como sistemas amortiguadores adicionales permiten al organismo mantener niveles de hidrogeniones bastante estables.
Por qué es interesante la dieta alcalina
Los alimentos se pueden clasificar entre los que aumentan la alcalinidad en la orina y los que aumentan la acidez. Entre los alimentos alcalinizantes encontramos frutas, verduras, zumos de frutas, patatas y bebidas ricas en álcalis, como el agua mineral bicarbonatada. Entre los alimentos acidificantes están granos, carnes, productos lácteos, pescado, bebidas como la cerveza y cacao).
La dieta occidental actual, con abundantes proteínas, grasas y azúcares refinados, así como la llamada comida basura tienen una tendencia acidificante.
Además, la industrialización y la agricultura intensiva y con productos químicos están alterando el pH marino y el de la tierra. Esto puede traer alteraciones en los alimentos hacia una menor alcalinidad.
Una mayor descalcificación
Aunque las dietas ricas en proteínas y productos refinados no llegan a provocar con su mayor carga de ácidos alteraciones significativas en el pH sanguíneo, también es cierto que ponen a prueba los mecanismos de compensación del cuerpo –respiratorios, renales y óseos–, lo cual provoca una descalcificación y eliminación de cálculos por la orina.
Se han hecho estudios en personas a las que se han tomado dos muestras de orina por la mañana durante 5 años para comprobar su pH y se ha visto que, aunque la orina estuviese ácida, no había por ello más fracturas óseas. Con ello se ha querido concluir que el pH de la orina no influye en la descalcificación.
Ahora bien, en estos estudios no se midió el tipo de dieta que los participantes llevaron durante este tiempo, y el pH puede variar de la mañana a la tarde según la dieta. La acidez de la mañana puede ser consecuencia del ayuno nocturno.
El calcio de los huesos es un gran reservorio de bases en nuestro organismo para equilibrar el pH ácido. En circunstancias de mala absorción del calcio, falta de vitamina D o paratohormonas, o en caso de excesivo reposo, se movilizan las reservas de calcio y se produce osteoporosis.
Se ha publicado un metaanálisis según el cual una dieta ácida y muy rica en proteínas no produce osteoporosis, pero también existen estudios científicos que demuestran lo contrario, así que la polémica a nivel científico está bien servida para todos los gustos y creencias.
El calcio y las dietas ricas en proteínas
La dieta típica occidental de una persona adulta contiene entre 70 y 100 gramos de proteínas al día, lo cual casi dobla los requerimientos diarios recomendados de 0,8 gramos al día por kilo de peso corporal. El hueso es un gran sistema amortiguador de intercambio de iones.
El 99% del calcio se concentra en el hueso, cuya respuesta a una sobrecarga ácida consiste en una reacción físico-química que promueve la salida de carbonato, citrato y sodio. Las sobrecargas crónicas de ácidos, como las impuestas por dietas hiperproteicas, promueven esta respuesta celular del hueso con la consecuente movilización del calcio. De esta forma, el hueso pierde calcio y la masa ósea disminuye en defensa de la homeostasis del pH sanguíneo, ya que es más importante para sobrevivir conservar el equilibrio ácido-base que toda la masa ósea.
Las consecuencias a largo plazo de una pequeña variación en el balance de calcio son notables: un incremento en la pérdida de calcio por la orina de 50 mg diarios supone una pérdida de 18 gramos anuales o 365 gramos en 20 años. Puesto que el contenido de calcio del esqueleto femenino es en promedio de 750 gramos en su pico, esta pérdida representa la mitad de su reserva total de calcio.
Para el esqueleto masculino, cuyo contenido pico es de 1.000 gramos, supone un tercio de su reserva total. Así, el exceso de proteínas en la dieta con carga ácida alta puede disminuir la densidad ósea si no se amortigua con alimentos frescos alcalinizantes. Al mismo tiempo es necesario saber que el organismo necesita las cantidades justas de proteínas: un exceso puede derivar en osteoporosis, pero su defecto conlleva pérdida de masa muscular.
Las dietas hiperproteicas pueden tener, además, consecuencias metabólicas en diversos sistemas y órganos, alteraciones en las funciones renal y endocrina, alteraciones del crecimiento en niños y riesgo aumentado de urolitiasis y obesidad en etapas posteriores de la vida.
Otro factor acidificante: el exceso de sal
Otra característica de la dieta moderna es el consumo excesivo de sal. El aumento de sodio en el organismo eleva la acidosis con pérdida ósea y muscular.
El mayor consumo de frutas y verduras, con su abundancia en potasio, contribuye por un lado a regular el pH y, además, disminuye la pérdida de calcio por la orina debida al consumo excesivo de sal.
Consumir más alimentos que aumentan la alcalinidad en la orina mejora asimismo la secreción de hormona de crecimiento, lo que puede reducir el riesgo cardiovascular y mejorar también la memoria y la cognición.
El pH y el cáncer
En los tratamientos del cáncer la eficacia de los agentes quimioterapéuticos es influenciada por el pH. Numerosos agentes, como la epirubicina y la adriamicina, requieren un medio alcalino para ser más eficaces. Otros, como el cisplatino, la mitomicina C y la tiotepa, son más citotóxicos en un medio ácido.
Las dietas con tendencia alcalina serían aconsejables en algunos tratamientos; en otros lo sería el ayuno acidificando el medio. Por otra parte, un ambiente alcalino es un factor común en algunos carcinomas de orofaringe y esófago, estómago, bronquios, cuello del úteroeintestino grueso, normalmente de ambiente ácido.
Existe la hipótesis de que un cambio a un pH alcalino aumenta en estos casos la actividad mitótica de las células de la mucosa y que este cambio puede ser evitado a menudo modificando la dieta y hábitos de medicación o limpieza alcalinizantes que alteran estos pH ácidos. Lo importante es, por tanto, normalizar el pH de cada medio corporal y restablecer su equilibrio.
Los beneficios de una dieta alcalina
Un aumento en el consumo de frutas y hortalizas en una dieta alcalina podría mejorar la relación entre el sodio y el potasio y beneficiar a la salud ósea, reducir la pérdida de masa muscular y de ese modo contribuir a la prevención de enfermedades crónicas como la hipertensión y los accidentes cerebrovasculares.
Otro beneficio de llevar una dieta alcalina es que se produce un aumento en el magnesio intracelular, que se requiere para el funcionamiento de muchos sistemas enzimáticos. Además aumenta el magnesio disponible, necesario para activar la vitamina D, lo cual añade a la dieta alcalina los numerosos beneficios de la vitamina D para regular el calcio, mejorar la producción y secreción de hormonas y de mecanismos que actúan tanto dentro como fuera de las células.
Una gran mayoría de infecciones de orina de repetición se producen por la bacteria Escherichia coli, que vive bien en ambientes de pH ácido. Al alcalinizar la orina esta bacteria tiene peor supervivencia. Las plantas medicinales que protegen de la infección por esta bacteria impidiendo que se adhiera a la pared de la vejiga –como son la gayuba y el grosellero rojo– también actúan mejor si el pH de la orina es alcalino. La dieta alcalina está indicada, pues, tanto para mejorar las infecciones como para prevenirlas.
Cómo empezar una dieta alcalina
En general, una dieta saludable, completa y equilibrada, rica en frutas y verduras frescas de temporada, tiende a alcalinizar la orina. Por tanto, una dieta que alcalinice la orina sería, en principio, recomendable para todo el mundo y especialmente aconsejable para aquellas personas que presentaran sistemáticamente un pH ácido en la orina.
Hay casos excepcionales que pueden tratarse justamente con dietas menos alcalinizantes, como cuando se realiza puntualmente un ayuno o se sigue una dieta cetogénica con fines terapéuticos. A partir de ahí se trata de ver, pues, si nuestra dieta habitual es saludable en todos los aspectos, además de tener la cantidad justa de proteínas y los alimentos esenciales en la proporción adecuada da para que se dé una tendencia alcalina.
Para ello conviene dar prioridad a alimentos alcalinizantes o tan solo moderadamente acidificantes. Se han realizado estudios para clasificar los alimentos según su capacidad de acidificar potencialmente la orina (PRALs), aunque analizándolos por grupo se pueden establecer algunas ideas generales:
- Frutas y verduras: son buenos alcalinizantes e ideales para equilibrar una dieta. El limón y los demás cítricos, pese a ser ácidos con pH muy bajos, se comportan como alcalinizantes una vez digeridos.
- Carnes y pescados: se consideran acidificantes por su riqueza en proteínas, cuyo consumo excesivo se ha asociado con una mayor acidificación en la orina y sobrecarga de los mecanismos que actúan para intentar regular el pH sanguíneo
- Legumbres, frutos secos y semillas: se consideran acidificantes, aunque no lo son las vainas verdes de las judías ni los guisantes.
Para tender a una dieta alcalinizante a lo largo del día es importante que haya una fuerte presencia de frutas y verduras frescas y de temporada. Estas conviene que se coman maduras, pues resultan más alcalinizantes.
Además hay que tener en cuenta que la cocción de los alimentos les resta poder alcalinizante, con lo cual conviene consumir a diario frutas y verduras crudas.
Ya que una dieta alcalina incluye más frutas y verduras, es importante asimismo estar al corriente del tipo de tierra donde crecieron, es decir, si proceden de cultivos ecológicos o de cultivos intensivos con fitosanitarios que alteran el pH del suelo. El cuidado de la agricultura va ligado al cuidado de la salud, pues el tipo de suelo y su pH pueden influir en el contenido mineral y en el equilibrio de la propia planta.