En mi corta estancia en Plum Village, un monasterio budista situado al sur de Francia y fundado por el maestro zen Thich Nhat Hanh, la práctica de meditación caminando estaba incluida en las rutinas diarias, tanto de las monjas y monjes como de los visitantes que estábamos allí durante una estancia corta.
Personalmente, me encanta esta práctica de meditación caminando, porque puede servirnos como puente para traer la actitud de meditación a nuestro día a día, a través de una actividad tan sencilla y presente en nuestra vida diaria como es caminar.
Los momentos en que nos sentamos a meditar en calma, en silencio y con los ojos cerrados, estamos creando unas condiciones perfectas para entrar en un estado de observación consciente y serenidad interior.
Estos momentos son en realidad un entrenamiento para luego ser aplicado a nuestras diferentes situaciones vitales y a nuestras actividades rutinarias en las que la vida fluctúa a su manera y las condiciones externas están fuera de nuestro control.
Dedica tu paseo a la tierra
La práctica de meditación caminando nos permite también reconciliarnos con nuestro planeta, creando un vínculo de cuidado y respeto con respecto a él.
Mientras la practicamos, además de establecer calma en nuestro interior, nos hacernos conscientes y nos nutrirnos de las maravillas que nos rodean en el momento presente. De esta manera, desarrollamos una actitud de contemplación y agradecimiento por la vida y por la naturaleza.
Thich Nhat Hanh recomendaba caminar tocando el suelo con cuidado y atención, como si estuviéramos besando a la Tierra en cada paso. Y también recomendaba incorporar una actitud receptiva, de agradecimiento y de entrega hacia la vida y hacia la naturaleza.
Al meditar caminando desarrollamos una actitud de contemplación y agradecimiento por la vida y por la naturaleza.
Si quieres hacer esta meditación como una manera de conectar con la Madre Tierra, te recomiendo que camines descalza o descalzo en la naturaleza. Y, en cualquier caso, incorpora el disfrute por el camino mismo, por el paseo en sí, sin pensar en llegar a ningún lugar.
Cómo meditar caminando
- Mientras caminas en cualquier lugar, hazte consciente de tu respiración.
- Trae la atención a la respiración y date cuenta de cuál es su flujo y su ritmo.
- Observa cómo entra el aire en tus fosas nasales y cómo llena tus pulmones. Observa cómo sale el aire de tus pulmones y pasa por tus fosas nasales de nuevo.
- Puedes también darte cuenta de la temperatura de ese aire al entrar y salir de tu cuerpo.
- Fíjate en el movimiento que produce en tu vientre y en tu pecho.
- Ahora trae tu atención a las suelas de tus pies.
- Siente el contacto de las suelas de tus pies con el suelo sobre el que pisas, haciéndote consciente de las sensaciones que esto te produce.
- Siente también cómo se equilibra y distribuye el peso de tu cuerpo entre un paso y el siguiente. Observa el movimiento que esto produce en el resto de tu cuerpo.
- Puedes probar a caminar más lento para hacerte más consciente de todo ello.
- Ahora coordina tu respiración con tus pasos, de la manera que funcione para ti. Quizás puedes inspirar con dos pasos, y expirar con los siguientes dos pasos.
- Continúa caminando mientras eres consciente de tu respiración y de tus pasos.
- Ligeramente puedes incorporar el paisaje alrededor de ti. Observa los elementos en él con mucha presencia mientras mantienes una conciencia ligera sobre tus pasos y tu respiración.
- Simplemente camina, respira y observa.
- Puedes continuar esta meditación todo el tiempo que quieras allá donde estés.
LAS ventajas de meditar en movimiento
Por Mayra Paterson
La vida es movimiento, pero hay en el interior de cada uno de nosotros un espacio de quietud y silencio desde el que es posible sumarse a ese movimiento sin perderse en él. Podemos hacerlo en una práctica de meditación formal, sentándonos y centrándonos en nuestras sensaciones o una imagen, o podemos hacerlo, como propone el mindfulness, mientras hacemos cualquier actividad del día a día.
Hacerlo mientras se camina, en movimiento, tiene varias ventajas. De hecho, la marcha meditativa se practica tradicionalmente en el budismo zen intercalándola con la meditación sentada para desentumecer el cuerpo y trabajar la atención en un acto cotidiano para el que no se requiere más que el propio cuerpo y un poco de espacio.
Estas son algunas de las ventajas de meditar en movimiento y especialmente cuando se camina:
- El movimiento permite bajar al cuerpo más fácilmente. El movimiento, sea al caminar, al bailar o al realizar algún ejercicio físico, cambia el foco de atención: lo aleja de la mente para acercarlo al cuerpo. Uno puede preguntarse: ¿cómo es este movimiento que siento en el cuerpo?, ¿qué músculos participan?, ¿es un movimiento suave o brusco, lento o rápido?, ¿cómo es mi respiración?
- Te ayuda a permanecer alerta. A muchas personas les cuesta mucho mantenerse alerta mientras permanecen sentadas y en silencio, sea porque les entra sueño o porque les cuesta mucho detener el flujo de pensamientos. Esto, aunque es algo normal, a menudo les lleva a abandonar la práctica meditativa. En estos casos el movimiento corporal puede resultar de gran ayuda, porque evita problemas como la pereza y la somnolencia. Si se medita caminando, de hecho, es más bien lo contrario: caminar te activa a la vez que relaja la mente.
- Te permite evitar el piloto automático. La mayoría de cosas que hacemos durante el día las tenemos automatizadas y por eso podemos hacerlas sin prestar atención. Pero sin la atención la conciencia se diluye y se vive como un autómata. Llevar la conciencia al movimiento permite desautomatizarlo y es una forma de ejercitar una actitud abierta y creativa ante todo lo que se hace y todo lo que sucede.
- Acompasar la respiración. En toda meditación, sea en postura inmóvil o en movimiento, la respiración desempeña un papel esencial. Al igual que en la meditación sentada, en una meditación dinámica como la meditación al caminar se puede observar la respiración y acompasarla con el movimiento corporal. Además, también se puede tomar conciencia de la relación que se establece entre ambos, entre movimiento y respiración.
- Conexión del cielo y la tierra. Según Laia Montserrat, experta en meditación, al caminar la verticalidad juega a nuestro favor. La verticalidad puede ser interpretada como símbolo del contacto entre cielo y tierra y junto al ritmo de los pasos, el silencio y la lentitud nos ayuda a entrar en un estado de calma mental que favorece experiencias de índole espiritual.
- Muchas cosas que observar en un entorno natural. Si después de centrarnos en nuestro cuerpo queremos llevar la mirada hacia fuera, también podemos trabajar la atención en actitud meditativa fijándonos en el paisaje a nuestro alrededor. Nuestro movimiento al avanzar sobre nuestros pasos hará que lo que podemos observar vaya cambiando a un ritmo que nos permite detener la mirada sin aferrarnos.