Hay parejas de personas que no están enamoradas pero que se llevan bien: comparten algunas cosas de su vida, forman un equipo frente al mundo, tienen recuerdos bonitos juntos y disfrutan mutuamente de la compañía. Les pasa, por ejemplo, a algunas parejas que llevan muchos años juntas. No están enamoradas, quizás lo estuvieron, pero se quieren mucho.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando una de las dos personas está muy enamorada y la otra no? Cuando el amor no es mutuo, la persona que sí está enamorada sufre. Quizás al principio no pasa porque la otra persona todavía tiene la esperanza de que se produzca el milagro romántico, pero tarde o temprano empieza a doler.
Es inevitable: una de las experiencias más dolorosas que vivimos los seres humanos es no ser correspondidos cuando nos enamoramos.
Cuando la balanza del enamoramiento no está equilibrada
En las parejas en las que los sentimientos nos son mutuos se generan una serie de conflictos enormes, especialmente cuando una de las personas implicadas no se da cuenta de que la otra persona no está enamorada: bien porque esta finge, bien porque prefiere no enfrentarse a una realidad dolorosa.
Cuando no estás enamorada y tu pareja sí, el tiempo transcurre de forma diferente para cada una. Igual tú no tienes tanta necesidad de pasar muchos días juntos, no tienes las mismas ganas, no te das en la misma medida que la otra persona.
Y es fácil que la otra persona proteste cuando no se siente cuidada, no se siente querida, o no se siente importante en la vida de su pareja.
Los ritmos son diferentes cuando nos enamoramos, también la intensidad: por eso es normal que la persona enamorada se sienta triste y nos pida que hagamos un esfuerzo por alimentar y cuidar la relación.
Es como si estuviéramos en la misma barca pero cada cual tuviese su ritmo y remase con diferente intensidad: no avanzamos, no navegamos, y nos quedamos dando vueltas sobre nosotros mismos sin poder escapar.
Toma una decisión con el corazón en la mano
Cuando los reproches se multiplican porque una de las dos personas no está enamorada, cuando empieza a doler la relación, es importante plantearse si es posible construir una relación en esta situación.
Hay que hacerlo con honestidad y tratando de utilizar la empatía para ponerse en el lugar de la persona que está enamorada y que sufre por nosotras. Si la otra persona lo está pasando mal, entonces lo mejor sería dejar la relación.
Preguntémenos si es justo que la otra persona viva con la esperanza irreal de llegar a ser amada algún día.
Puede que nosotras nos sintamos a gusto y queramos seguir una relación en la que nos sentimos cómodas. Pero, aunque necesitemos compañía, hay que ponerse en el lugar de la otra persona, ser honestas con nosotras mismas y con nuestra pareja y evaluar si hay condiciones para quererse bien y para disfrutar ambos. Y si no las hay, lo mejor es que cada cual siga su camino.
Creo que asumir que no hay enamoramiento requiere de mucha valentía y mucha generosidad. En realidad, creo que es una prueba de amor, una demostración de que la otra persona nos importa, y de que queremos cuidarla para que no sufra.
Si te quieres, déjale ir
Cuando somos nosotras las que decidimos dejar una relación en la que no nos sentimos correspondidas también debemos ser valientes: renunciar a una relación que duele es un acto de auto-cuido y una demostración de amor a una misma. No nos compensa estar en una relación desigual en el que una persona da más que la otra, se implica más que la otra, y recibe menos de la otra.
No nos compensa quedarnos a esperar a ver si algún día la otra persona se enamora: generalmente si no surge al principio, no suele surgir después, cuando llega la rutina y afloran los conflictos.
Tenemos que cuidar a nuestras parejas y cuidarnos a nosotras mismas: si no hay reciprocidad, si no vibramos en la misma frecuencia, si tenemos apetencias distintas, si no logramos conectar a un nivel profundo, si no surge la chispa del amor, entonces lo más sensato es no continuar la relación. Siempre se puede intentar, en el futuro, construir una bonita amistad.