Sociables, sensibles, con sofisticadas formas de comunicación, capaces de reconocer rasgos faciales, de identificar a otros individuos en peligro y de resolver problemas complejos. Con una gran memoria e inteligencia y un registro que supera los 25 sonidos diferentes para expresar distintas intenciones.
¿Hablamos de primates? No, de gallinas.
Estos asombrosos animales cuyo prehistórico aspecto nos hace creer erróneamente que se trata de seres poco evolucionados, siguen sorprendiendo a la ciencia con su inteligencia, su capacidad de aprendizaje y su complejo mundo relacional.
Y aunque en España viven más de 40 millones de gallinas (casi tantas como habitantes tiene el país), siguen siendo unas grandes desconocidas. Porque no las vemos, claro, están encerradas tras los altos muros de las granjas industriales.
Como mucho nos encontramos accidentalmente con sus fotos picoteando amplias praderas verdes en los cartones de huevos de cualquier supermercado; imágenes bucólicas bien seleccionadas por quienes se dedican a incentivar nuestro consumo y se aseguran de aliviar cualquier preocupación sobre los productos que llenan nuestro carro de la compra.
Así, expresiones como “gallinas felices” o “huevos de corral” son ya imprescindibles en las campañas publicitarias de la industria del huevo. Sin embargo, según datos del MAGRAMA, el 92% de las gallinas ponedoras en España se encuentran enjauladas.
7 motivos para no volver a comer huevo
Tienen mucho que esconder y sobre todo, muchos beneficios económicos que perder. No es de extrañar que el sector invierta cantidades millonarias para limpiar su imagen en todo el mundo: celebrities en sus anuncios, promociones en grandes superficies, páginas a todo color en los principales medios internacionales de comunicación.
Pero no hay muros lo suficientemente altos para una sociedad que quiere estar informada, por eso a continuación hablamos sobre 7 cosas que la industria del huevo no quiere que sepas:
1. Los pollitos macho son triturados vivos
Como es natural, de todos los pollitos que nacen en las incubadoras de la industria, el 50% son machos. Estos animales no resultan rentables, ya que son de una raza que no crece lo suficiente ni lo bastante rápido para ser criados por su carne.
Por eso, tras el sexado, las hembras pasan a las cintas transportadoras que las llevarán a las granjas de ponedoras y los machos son triturados vivos o amontonados en bolsas de basura donde mueren asfixiados.
Estos métodos se consideran legales y son las prácticas estándar de la industria del huevo para deshacerse de forma rápida de todos los animales que no son útiles para sus intereses.
2. Manipuladas genéticamente: de 12 a 300 huevos al año
Las gallinas han sido manipuladas genéticamente para aumentar su producción de huevos de forma extrema y completamente alejada de su naturaleza. Así, las gallinas salvajes de las que descienden las que actualmente son criadas en granjas, ponían una media de 12 huevos al año, concretamente en primavera.
A través de la selección genética, las gallinas han sido forzadas a multiplicar exponencialmente sus ciclos de puesta, llegando en la actualidad a una media de 300 huevos cada año, es decir, 25 veces más que en la naturaleza.
3. Osteoporosis, huesos rotos, parálisis
Poner huevos es un proceso complejo para el organismo de una gallina, requiere gran cantidad de nutrientes, principalmente calcio para la formar el cascarón. Para formar la cáscara de un solo huevo, una gallina necesitará emplear más del 10% del calcio de su propio cuerpo.
Según Lancaster Agriculture Products “para la producción anual de huevos, una gallina utilizará una cantidad de calcio un 30% superior a la de su propio esqueleto”.
El inmenso desgaste que sufren sus cuerpos en las granjas industriales supone para ellas una grave descalcificación que se manifiesta en forma de graves osteoporosis, fragilidad en sus huesos que provoca que sus huesos se rompan como si fueran de cristal y parálisis severas que hacen que mueran de hambre y sed por no poder alcanzar los comederos.
4. Nunca ven la luz del sol y son engañadas con iluminación artificial
Las naves de las granjas industriales son lugares herméticos, sin ventanas y donde nunca entra la luz del sol.
Y es que las gallinas necesitan períodos de 8 horas de oscuridad y 16 de luz para que su cerebro segregue las hormonas que provocan la liberación del folículo para que se inicie su maduración y se forme un huevo.
Así, en el interior de las naves se manipulan estos ciclos artificialmente para forzar a las gallinas a aumentar su productividad.
5. Picos cortados con una cuchilla ardiendo
En cualquier granja industrial de producción de huevos es habitual que vivan hacinadas más de 100.000 gallinas, bien sea enjauladas o en el suelo, la falta de espacio y el contacto constante con los cuerpos de sus compañeras son una realidad.
El confinamiento genera un enorme estrés a estos sensibles animales y les provoca todo tipo de trastornos psicológicos que van desde las autolesiones al canibalismo entre iguales. Para evitarlo, la industria del huevo corta sus picos con cuchillas ardiendo, navajas o un láser infrarrojo a más de 800º.
Los picos de las gallinas son zonas sensibles, con receptores del dolor y extensiones nerviosas, por lo que este procedimiento resulta extremadamente cruel y doloroso para ellas. Tras el corte de pico las gallinas sufren molestias tan graves que apenas pueden comer, muchas de ellas mueren por no poder soportar el dolor.
6. ¿Huevos ecológicos? Para nada
Se necesitan 200 litros de agua para producir un solo huevo, esto significa que cada cartón con una docena de ellos supone el gasto de 2.400 litros de agua. Y es que el cultivo de los cereales que alimentan a estos animales y todo el sistema de producción implica un desproporcionado consumo de recursos hídricos: hacen falta más de 3 kilos de cereales para producir solo uno de huevos.
Como podemos imaginar, los residuos fecales de las granjas donde se concentran tan elevados volúmenes de animales tampoco son especialmente amigables para el medio ambiente, las toneladas de excremento generadas por la industria están contribuyendo de forma alarmante a la contaminación de ríos y aguas subterráneas a nivel mundial.
7. Podrían vivir hasta 15 años...pero con 2 irán al matadero
Las gallinas tienen una esperanza de vida que oscila entre los 10 y los 20 años dependiendo de la raza, pero en la industria del huevo no vivirán más de 2.
Cuando su producción de huevos comienza a descender y sus cuerpos están demasiado desgastados para resultar rentables, son enviadas al matadero, donde su vida vale poco más de 60 céntimos.
Allí morirán acuchilladas y se desangrarán colgadas boca abajo de unos ganchos en los que habitualmente se les rompen las patas debido a la debilidad de sus huesos.
La información es poder
Estos son algunos ejemplos de todas las prácticas que la industria del huevo nos quiere ocultar, la realidad que no veremos en sus anuncios. Pero la información es poder para el cambio y está en nuestras manos construir una nueva realidad.
Podemos ponernos del lado de los animales que están sufriendo esta pesadilla y sustituir el huevo en nuestra alimentación, porque somos su peor enemigo pero también su única esperanza.