¿Qué significa para ti el humor? ¿Qué importancia le das o le has dado en los momentos más difíciles de tu vida?

Alain Vigneau, actor, clown y pedagogo, fundador y director de la compañía de teatro La Stravagante y colaborador de Payasos Sin Fronteras, nos lleva a un emotivo viaje en su tercer libro El Camino del Clown. La vía del entusiasmo sagrado (Editorial Ediciones La Llave). En su última obra nos desvela los mecanismos secretos de la vergüenza, la pertenencia, la alegría, la creatividad, la dignidad, el humor -el que daña y el que sana- o nuestra sutil forma de vengarnos de un mundo que nos humilló tempranamente.A través de testimonios de personas a las que ha ayudado a sanar, Alain nos muestra cómo recoger y acoger nuestra infancia y descubrir cómo puede ayudarnos a día de hoy para mejorar y sanar las heridas del pasado.

-La infancia es uno de los tesoros más absolutos de nuestra existencia. ¿Por qué crees que no se le concede el respeto que merece? 
-Pues por falta de conciencia, porque nosotros, como adultos, arrastramos nuestras propias heridas de la infancia, arrastramos un niño o una niña que ha tenido que estrechar su campo creativo, que callar muchas cosas, forzar otras, castrar algunas… Nos hemos vuelto ciegos y, por eso, yo creo, no nos damos cuenta de lo importante que es la infancia a pesar de nuestra buena voluntad, de nuestro empeño, de nuestros conocimientos. He de decir que muchas personas están trabajando y haciendo cosas bellas con la infancia, pero aún así yo creo que no es suficiente, porque nosotros como adultos no nos damos cuenta del tesoro que es.

-¿Qué es para ti la infancia?
-Yo sostengo en mi libro que, en la infancia, los niños se hacen juramentos y promesas para que todo vaya bien en casa; hacemos un esfuerzo grande para que papá y mamá estén contentos. Explicándolo por encima, estos contratos de la infancia los hacemos también por amor y fidelidad a nuestros padres, pero en nuestro ser se queda anclada la certeza de que no es justo que tengamos que menguar, no es justo que tengamos que ser menos vitales y menos alegres para que papá esté mejor, para que no haya peleas, para que no venga borracho a casa, o mamá no esté tan triste.

Como esa vivencia se queda anclada, cuando nos hacemos adultos, de alguna forma no dejamos que los niños gocen de algo que nosotros hemos tenido que sacrificar. Esto es lo que yo llamo la venganza al mundo: es decir, si yo he tenido que castrar mi vulnerabilidad, es muy difícil que la permita en los demás y en mis propios hijos cuando sea adulto, padre o madre.

"Si yo he tenido que castrar mi vulnerabilidad, es difícil que la permita en los demás o en mis propios hijos"

-¿Cuál es el camino para respetar más la infancia?
-Para respetarla hay que dedicarle tiempo y hay que acompañar. Yo soy un padre presente, pero paso mucho tiempo fuera por mi trabajo, y no me cabe la menor duda de que a mis hijos les falta mi presencia. Yo tengo cuatro hijos, la pequeña tiene 12 años. Es una niña muy alegre, creativa… ¿Por qué? Porque desde que nació su madre está ahí atendiéndola, acompañándola, alimentándola, todos los días y todas las noches.

Para esto la sociedad no está muy preparada; no se facilita que se le dedique el tiempo necesario. Parece que queremos los hijos, pero cuando los tenemos, queremos aparcarlos en una guardería. La infancia es uno de los tesoros más absolutos de nuestra existencia, como bien dices; yo sostengo además la idea de que nuestra infancia decide todo lo demás. En mi libro cito a Louise Glück, la escritora americana que decía, “en la vida se ve el mundo una sola vez, y es en la infancia. El resto es memoria”. 

-Tú acompañas (como lo has hecho contigo mismo) a personas que han tenido una infancia dolorosa. ¿Cómo puede el humor ayudar a curar una herida tan profunda? 
-El humor cura siempre y cuando se enmarque en un trabajo personal amplio que contemple la expresión de todas las emociones, es decir, solo con reír no basta, también hay que llorar si es el caso. El humor en sí no sana, el humor sana cuando se vuelve un humor celebrativo, amoroso, y está enmarcado en un viaje hacia las sombras, hacia todas las emociones, hacia al respeto, donde se entienden bien los mecanismo del humor, de la burla, de la exposición, de la confusión y de la pertenencia al grupo.

No hay que olvidar que en la infancia se burlaron muchas veces de nosotros, nos pusieron en evidencia, y muchas veces otros niños o adultos se rieron de nosotros, o mostraron con el dedo nuestro cuerpo, nuestra capacidad intelectual y artística, y esto se ha quedado grabado a fuego en nosotros. Son heridas muy profundas, porque nos excluyeron a través del humor irónico. El tema de la exclusión es fundamental, porque todos los niños y las niñas quieren pertenecer. Tal vez podría añadir que el humor que yo trabajo es el humor celebrativo y compasivo. 

"El humor sana, siempre y cuando se enmarque en un trabajo personal amplio que permita la expresión de todas las emociones"

-¿Cómo trabajáis en el Clown Esencial?
-Pues fue trabajando poco a poco, y une, por un lado, un trabajo artístico y escénico -yo fui payaso profesional durante casi 25 años, así que tengo una sólida base en este sentido-, con el trabajo personal. Yo estoy formado en psicoterapia integrativa en el programa SAT del doctor Claudio Naranjo. Fui colaborador suyo durante muchos años, así que tengo una visión humanista de la persona, como una entidad de la que no se pueden disociar pensamientos y emociones.

El trabajo personal tiene mucho peso en el Clown Esencial, porque el “el clown” es un personaje que nos deja muy desnudos, nos catapulta a la exposición, a la inutilidad, a la torpeza, a la sombra… Así que tiene que haber un marco de respeto y acompañamiento terapéutico que permita a la persona reconquistar su dignidad, su cuerpo, su creatividad, su expresión… Además, trabajamos en grupo, como un útero amoroso que acoge a la persona en su viaje hacia a las sombras, hacia la entrega.

 

-¿Cuánto queda del niño que habitó en nosotros en la etapa adulta y cómo podemos rescatarlo? 
-Queda todo, ese niño que fuimos, que nació con hambre de vida, sigue viviendo en nosotros. Claudio Naranjo decía que el gran problema es que seguíamos siendo adultos infantilizados, justamente porque no habíamos sanado nuestras heridas de la infancia, no nos habíamos desprendido del sufrimiento temprano.

¿Cómo podemos rescatarlo? Hay muchas técnicas, pero yo uso la nariz de payaso como un pasaporte a la infancia. Conmigo la gente no se pone una nariz de payaso para hacer reír, sino para dejarse ver, para ser transparentes y comunicar al público lo que pasa dentro de ellos. Y eso nos lleva rápidamente al niño que fuimos. Rescatar al niño o niña que llevamos dentro se tiene que hacer con tiempo, respeto y paciencia, porque es difícil. Hay muchos abusos, castigos, injusticias, abandonos… Entonces, se tiene que hacer con mucha delicadeza. Pero se consigue cuando el adulto le da el permiso de manifestarse. 

"Yo uso la nariz de payaso como un pasaporte a la infancia."

-Tu historia revela que hay esperanza, que hay luz al final del túnel. ¿Qué te dio a ti el impulso vital que necesitabas para adentrarte en los aprendizajes del Clown?
-Mi historia es una historia de resiliencia, que es la capacidad que tienen los niños de rescatar del imaginario y desarrollar un amor a la vida. La resiliencia sería el término técnico que yo defino como entusiasmo sagrado. El impulso vital lo conseguí antes de ser ‘clown’, pero yo siempre fui una persona creativa, por la necesidad, para no morir de desamparo, de rabia, de soledad… Me tuve que inventar mundos imaginarios, fantasear y crear otra nueva realidad. Fueron varias etapas de mi vida, primero en mi adolescencia y luego en la etapa en la que fui pastor.

Fueron muchas circunstancias, porque yo era una persona muy atormentada, no tenía rumbo ni puerto de anclaje. 

-El Camino del Clown es el final de una trilogía. ¿Cuál es el aprendizaje tras estos tres libros?
-El primero, El Clown esencial, salió en 2016; el segundo, Vida de Clown, en 2020; y este, en 2024. El primer aprendizaje es constatar que escribir se me da bien, aunque me cuesta mucho, como ya ves, ¡cuatro años de trabajo! El segundo es ver cómo estos temas importan a las personas. He recibido testimonios hermosísimos sobre los libros.

Es importante constatar que nuestra historia se reconoce, aunque sea de forma anónima. Hay un aprendizaje que es  ver cómo las personas están hambrientas de leer sobre el niño interior, la vergüenza, las sombras, la creatividad, cómo recobrar nuestra dignidad, despertarnos y entregarnos a la vida. Los libros me están dando mucha satisfacción. 

-Para muchas personas el mundo del Clown es “ponerse una nariz de payaso” pero, obviamente, es mucho más que eso. ¿Cómo lo explicarías tú? ¿Qué beneficios terapéuticos tiene para quien se une a esta forma de expresión? 
-Es legítimo pensar así, la sociedad está llena de clichés. En el mundo del circo, de los payasos y la televisión es lo que se ha mostrado. Por otro lado, la figura del payaso o la payasa ha sido necesaria para la sociedad, incluso en muchas sociedades espirituales tienen payasos sagrados. No lucho contra esto, pero los beneficios sanadores del ‘clown’ van mucho más allá.

Nosotros trabajamos en un espíritu muy gestáltico, especialmente en el espíritu de la Gestalt dionisíaca, que era una de las vertientes del trabajo de Claudio Naranjo, que era una Gestalt que quiere contactar con este ser instintivo que tenemos adentro, con la vivacidad del cuerpo y la creatividad y amorosidad. La sanación es muy profunda, muy obvia, aunque necesita mucho tiempo. Yo digo que transformar nuestro pasado en nuestro patrimonio nos devuelve dignidad y pertenencia al mundo, y eso es lo que hacemos en Clown Esencial. De alguna manera, lo que fue castrado, congelado, escondido en la infancia, ahora nos lo permitimos con una pequeña nariz de clown. Pero no es una máscara símbolo de la comicidad, sino de la transparencia, de lo genuino. 

"Transformar nuestro pasado en nuestro patrimonio nos devuelve dignidad y pertenencia al mundo"

-¿Qué es lo más importante en tu trabajo?
-Mi trabajo, más allá de cualquier técnica, es un país maravilloso. Y cuando uno viene a trabajar conmigo, aunque uno no pueda mantenerse siempre en este país, sabe que existe y que puede pertenecer a él. Yo digo que en Clown Esencial se llora y se ríe con placer, con la misma entrega. Yo considero que lo más importante es sentir, volver a vibrar, estar en la vida, estremecernos, volver a soñar. En mi trabajo soñamos, nos devolvemos el derecho a soñar. Hay también una sanación corporal, una reparación.