Porque no hay luz sin sombra, ni amor sin temor a perderlo, tampoco hay vida en la que no surjan buenos y malos momentos.
Por Inma Martínez M.
La apatía o la tristeza son emociones tan naturales como la vitalidad o la alegría. Y de nosotros depende aprender a aceptar estos sentimientos para encauzarlos de la mejor forma posible, de manera que ni unos ni otros nos desestabilicen o frenen nuestro desarrollo personal.
Las dificultades son parte inherente de la vida. Lo que muchas veces no se piensa es que las pérdidas, rupturas y fracasos a menudo abren puertas y posibilidades inexploradas, ya sea para conocerse mejor interiormente o para redefinir nuestro rumbo hacia una existencia más plena.
No hay más que mirar atrás. ¿Acaso no hemos superado numerosos baches? ¿Acaso la experiencia acumulada no nos acerca más a lo que queremos que a lo que no?
Esto puede ayudar a ver que, en el presente, la calma y la serenidad deben ser las principales aliadas.
Poco a poco, se irán encontrando soluciones a los miedos y problemas. Es cuestión de enfrentarse a ellos. Es decir, de vivirlos. De ahí también el sentido de este artículo.
Todos, en ocasiones, nos sentimos cansados, hastiados o poco animados. Pero en vez de dejarse a merced de dichas emociones, se puede intentar descifrar el mensaje que ocultan. ¿Qué nos intentan decir?
El estado de ánimo es un valioso detector de cómo está el organismo, a nivel físico y espiritual. Es como si nos avisara de que hemos pasado por alto necesidades y objetivos primordiales.
Ante esto la misión es buscar alternativas: valorar en qué se está errando para cambiarlo e intentar recuperarse con nuevas tácticas y estrategias.
Estas no tienen por qué ser complicadas ni radicales; se trata simplemente de escucharse y adaptarse a los deseos más íntimos.
La mayoría de las veces un pequeño gesto puede obrar maravillas, como buscar la relajación cuando la piden el cuerpo o la mente, o reflexionar acerca de los motivos de nuestros actos y actitudes si nos sentimos insatisfechos...
El bienestar se lo marca uno mismo día a día. Y ya que cada uno es quien mejor se conoce, qué mejor experto para otorgarse los cuidados que merece y tan bien le sientan.
Nosotros te proponemos algunas actitudes y gestos que pueden propiciar los buenos momentos.
1. Afronta las cosas
Los problemas son situaciones que se deben resolver; de lo contrario, se convierten en auténticos "vampiros" de energía, que desvitalizan tanto física como mentalmente.
Si hay algo que nos perturba –un sentimiento, un hecho concreto, un enfrentamiento con una persona–, conviene hacer un alto en el camino para reflexionar.
¿Por qué nos sentimos así? ¿Hay otros factores que puedan estar influyendo? ¿Necesitamos pedir ayuda o consejo? ¿Cuál es la mejor solución?
Tras una pequeña "mesa redonda" con uno mismo, o junto a alguien cercano, se descubre que las preocupaciones, cuando se afrontan con serenidad y madurez, pierden buena parte de su gravedad.
No darles la espalda ayuda a crecer. La inteligencia es una gran herramienta para manejar los contratiempos cuando se presentan, sin necesidad de que se venga el mundo abajo.
2. Vístete para el éxito
Cuando uno se siente triste o cansado, tiende a ponerse lo primero que encuentra en el armario. La mente está tan nublada que el mero hecho de tener que vestirse se nos hace una montaña.
El resultado, sin embargo, no mejora demasiado la situación, pues la imagen desaliñada del espejo no hace sino hundirnos más en la miseria.
En cambio, cuando se está alegre, o simplemente a gusto con uno mismo, se escoge cada prenda a conciencia, complementos y fragancia incluidos.
La atención que se procura al aspecto físico va muy ligada al estado de ánimo. Y de idéntica forma ocurre al revés.
Haciendo un pequeño esfuerzo, un atuendo bonito puede suponer una auténtica inyección de positivismo que no se debe desaprovechar. ¡Incluso es posible que a lo largo del día se reciba algún piropo!
3. Báñate de luz
El fin de semana o los días no laborables permiten despertarse más tarde, cuando el sol ya ha salido. Aprovechar estas ocasiones para exponerse a la luz solar es excelente para cargar pilas.
Será suficiente con subir las persianas de casa o sentarse junto a una ventana soleada mientras se saborea el desayuno, aunque se puede dar un pequeño paseo y realizar así algo de ejercicio.
Igualmente, el buen tiempo primaveral es ideal para tomar los primeros baños de sol al aire libre: una maravillosa fuente de energía natural que mejora el estado anímico y tonifica el sistema nervioso.
4. Ayuda a los demás
De sobras es sabida la gratificación personal que reportan los actos altruistas. ¿Quién no se siente mejor después de echar una mano a quien lo necesita?
Ayudar a los demás puede ser una forma de ayudarse a uno mismo.
Fijar la atención en las necesidades de otros hace que los problemas propios parezcan más pequeños y da la verdadera medida de la importancia de las cosas.
A la vez, eleva la autoestima y refuerza el sentido de autonomía y competencia.
Numerosos estudios han demostrado que las personas que realizan alguna labor social tienen menos probabilidades de abusar del alcohol o las drogas e incluso duermen mejor.
Ya sea a través de una organización o de forma espontánea, un comportamiento altruista siempre hace sentirse bien.
5. Relaja el cuello
Las tensiones acumuladas y las malas posturas que se adoptan durante el día pasan factura a las cervicales. Asimismo, la base del cráneo es la zona que más sufre la presión y el esfuerzo cotidianos.
Para relajarte, practica el siguiente ejercicio:
- Busca un lugar tranquilo y siéntate en ángulo recto con la espalda erguida y la cabeza levantada. Respira profundamente unos minutos.
- A continuación, inspira por la nariz mientras inclinas la cabeza hacia la derecha, hasta alinearla con el hombro. Debes notar cómo los músculos del cuello se estiran, pero sin forzarlos.
- Muy lentamente, espira y vuelve al centro. Repite el mismo movimiento hacia el otro lado, sincronizándolo con la respiración.
- Ahora, coloca tu mano derecha en forma de cuenco detrás de la nuca, ejerce una ligera presión, inspira y lleva la cabeza atrás; luego espira y llévala adelante. Repítelo con la mano izquierda.
- Para acabar, realiza un círculo con la cabeza, lento y suave. Inspira al subir y espira al bajar, girando dos veces hacia la derecha y dos hacia la izquierda.
6. Respira a fondo
Se puede descargar mucha tensión mediante una respiración abdominal, profunda y relajada.
Por causa del estrés, el organismo restringe la respiración y la sitúa en el pecho, en vez de en el abdomen, lo que provoca ansiedad.
En cambio, cuando se relaja el cuerpo y la respiración se apacigua, se gana energía y mejoran el rendimiento y la concentración. La respiración, entonces, desciende del tórax al vientre. Haz la prueba:
- Siéntate y apoya los pies en el suelo, cierra los ojos y concéntrate solo en el aire que entra y sale del cuerpo.
- Coloca con suavidad la mano izquierda sobre el pecho y la derecha, sobre el vientre. Inspira y espira lentamente.
- Si se mueve la mano izquierda, es que respiras con el tórax, un síntoma de estrés.
- Concéntrate, por tanto, en llenar de aire el vientre al inspirar por la nariz, y en vaciarlo poco a poco al espirar por la boca.
- En unos minutos la respiración se torna más lenta y profunda, devolviendo la tranquilidad perdida.
7. Crea espacio
En ocasiones se acumulan cosas que no se usan (objetos inservibles, ropa antigua, electrodomésticos averiados...) y, sin darse cuenta, se deja que ocupen un espacio precioso, complicando el buen funcionamiento del hogar.
El desorden muchas veces es la gota que colma el vaso, sobre todo en épocas de estrés o desánimo. Se siente como un obstáculo.
Puedes empezar poco a poco, por ejemplo, revisando ese cajón repleto de papeles. Este simple gesto ya aporta una buena dosis de energía.
La organización y el orden hacen la vida infinitamente más cómoda y, en consecuencia, favorecen el equilibrio.
Del mismo modo, deshacerse de lo innecesario es una manera simbólica de crear espacio para abrirse a nuevas vivencias y evoluciones.
8. Vive la lluvia
Con la llegada del otoño, es fácil que la lluvia nos sorprenda en más de una ocasión.
Y, pese a que en un principio pueda verse como un fastidio, la lluvia es un bonito espectáculo que invita a la reflexión y al recogimiento.
Además, una vez pasado el chaparrón, todo reluce y el sol brilla con más entusiasmo.
Si siempre nos quejamos de no tener tiempo para descansar, la lluvia es la excusa idónea para hacerlo. Se puede buscar una ventana o un lugar cubierto al aire libre y relajarse disfrutando del ambiente refrescante.
El sonido y el fluir del agua son un remedio antiestrés muy efectivo, pues ayuda a sentirse relajado y en calma.
Asimismo, los días lluviosos dan la oportunidad de hacer aquello que no estaba previsto, como gozar del confort del hogar, terminar ese libro que se tenía a medias, revisar mentalmente la semana...
E incluso poseen cierto poder sensibilizante, invitándonos a escribir a viejos amigos o a meditar sobre la existencia con el suave sonido del agua de fondo.
9. Siente la música
Escoger la música adecuada en cada momento es un arte que podemos ejercitar para aliviar los agobios diarios e incluso conocernos mejor.
Además, se trata de una actividad que aumenta la capacidad creativa, relaja y abre la mente.
Al escuchar música, se estimulan ciertas partes del cerebro y se ejerce un efecto sedante sobre el organismo, muy beneficioso ante el estrés o la depresión.
Para que la música tenga un efecto terapéutico, hay que dedicarle tiempo en exclusiva. Se trata de escucharla y dejarse llevar, de manera que nos transporte a otro plano de la realidad.
No se trata de analizar la melodía o el ritmo, sino de mantener la mente libre para que las notas invadan nuestros canales energéticos y sensoriales.
En cuanto a la selección musical, debe realizarse en función de los gustos personales y las emociones que despierte cada canción. Se pueden crear varias listas de reproducción especiales: para relajarse, para animarse...
10. ¡Cánsate!
Las personas con un trabajo sedentario, que requiere un esfuerzo mental pero no físico, suelen dormir peor que quienes necesitan moverse y utilizar su cuerpo para trabajar.
Para dormir bien, no basta con que la mente se canse durante el día, el cuerpo también necesita sentirse fatigado.
Con solo 15 minutos de ejercicio ya se proporciona al organismo la actividad física y el oxígeno que necesita para relajarse y obtener un sueño reparador. Y si se pueden hacer 25-30 minutos, mucho mejor.
No tiene por qué ser un deporte en especial: un paseo diario de media hora ya supone una excelente forma de asegurarse estos beneficios.
Eso sí, resulta preferible hacer el ejercicio a lo largo del día. Si se realiza a última hora de la tarde, debe ser al menos un par de horas antes de acostarse.
11. Medita por gusto
Meditar consiste en dar un descanso a la mente, en centrarse en nuestro ser más íntimo y desconectar.
Practicar la meditación disminuye el estrés, la ansiedad y favorece un estado de calma ideal para reorganizarse interiormente.
Existen ejercicios muy sencillos y efectivos. Basta con que se realicen durante 10-15 minutos al día para serenar la mente y conectar con el propio interior. Por ejemplo:
- Vestido con ropa holgada, sentado en el suelo o sobre un cojín, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas, se cierran los ojos y se respira hondo.
- La espalda debe estar recta y la cabeza erguida (puede apoyarse en una pared). Lo más importante es buscar un lugar tranquilo y asegurarse de que nadie va a interrumpir.
- A continuación, se concentra la atención en el espacio que hay entre los ojos.
- Se observa cómo llegan los pensamientos a la mente, pero sin detenerse en ellos, haciendo que pasen de largo, como las nubes en el cielo.
- Hay que intentar notar su ir y venir, sin comenzar un diálogo interno ni analizarlos, mientras se va despejando la mente.
12. Pasa un día sin teléfono
Para regirnos por nuestras verdaderas necesidades y deseos, nada mejor que aprovechar una jornada festiva para prescindir del reloj, el móvil y el ordenador, así como de las exigencias que conllevan estos aparatos.
Procura no preocuparte por si no te localizan y guíate por lo que prefieras hacer, disfrutando de otras cosas.
Y es que para gozar plenamente del tiempo libre también es importante elegir actividades que nos gusten y no tengan nada que ver con el entorno laboral. Así es más fácil aprovechar los momentos de relax y conectar con lo que tenemos dentro, valorando el silencio.
Un día sin electrónica de por medio, compartiendo el ocio con esas personas a las que no es posible dedicarse a diario como nos gustaría –ya sean familia o amigos– será una bocanada de aire fresco que nos devolverá a la rutina plenamente renovados.
13. Diversifica el placer
Los grandes millonarios no invierten todo su capital en un solo negocio, sino que lo reparten en varios de manera que, si en uno va mal, el resto pueda ir bien.
Si se piensa un momento, todos podemos hacer lo mismo con nuestra felicidad y bienestar procurándonos diversas parcelas de satisfacción que no tienen por qué estar necesariamente conectadas entre sí: el trabajo, los amigos, la pareja, una afición...
Así, si en alguno de esos ámbitos se vive un fracaso o contratiempo, se tendrá el resto para salir a flote.
14. Disfruta del baño
Darse un baño ya no obedece tanto a una necesidad de aseo como de tratamiento.
Es una ocasión ideal para despejar la mente y revitalizar el cuerpo, pero también de desentumecer los músculos, relajar contracturas de espalda o cervicales, activar la circulación...
Calienta el agua de la bañera y añádele plantas, sales o aceites esenciales a tu elección. Pueden ser de eucalipto (expectorante), lavanda (calmante), romero (estimulante), manzanilla (antiinflamatoria), azahar (relajante)...
Hecho esto, solo necesitas abandonarte al placer de disfrutar de 20 minutos para ti, cerrando los ojos y sintiendo el calor beneficioso del agua.
15. Escribe tus sueños
¿Cómo nos gustaría que fuera nuestra vida? ¿Qué nos gustaría hacer o a dónde pretendemos llegar?
Escribir estas respuestas en un papel ayuda a concretar lo que se quierey a valorar si, tal como es nuestra rutina en el presente, nos acerca a nuestras aspiraciones o más bien nos aleja de ellas.
Y ahí está la clave. Los grandes cambios se fraguan poco a poco, por lo que podemos empezar a encaminar nuestros actos hacia esos deseos o sueños vitales que residen en nuestro fuero más interno.
16. Reconduce las situaciones
De acuerdo, no siempre podemos escoger las cosas que pasan, pero sí cómo reaccionar ante ellas.
No en vano, hay un dicho estadounidense que reza: "Fake it till you make it", que viene a decir algo así como "pretende que todo va bien hasta que se arregle".
Cuando uno se siente decaído, intentar esbozar una sonrisa o pensar en algo agradable ayuda a animarse. Quizás al principio resulte costoso, pero se puede conseguir.
Otra opción es ponerse a bailar o cantar animadamente lo primero que se nos ocurra, como si estuviéramos llenos de energía. Se libera mucha tensión.
Enfocar el pensamiento en lo que nos disgusta solo desanima más. Reconducir nuestra actitud hacia el optimismo es tan sencillo como intentarlo.
17. Cuida el planeta
Adoptar una actitud más consciente hacia el lugar en el que vivimos resulta muy gratificante, pues se trata de una forma de contribuir a mejorar la vida propia y de los demás.
Existen muchas cosas que se pueden hacer:
- Ganar armonía. Robarle energía al planeta es como quitárnosla a nosotros mismos. El malgasto conlleva contaminación, problemas de salud, pérdida de biodiversidad, calentamiento global, destrucción de la capa de ozono... En definitiva, merma nuestra calidad de vida. Sin embargo, diariamente, existen infinitud de oportunidades o comportamientos que se pueden llevar a cabo para frenar esta tendencia y que, además, nos harán sentir en armonía con la naturaleza.
- Ahorrar recursos. Ser respetuosos con el entorno empieza por ahorrar energía mediante pequeños gestos, como encender la luz solo si es necesario, utilizar electrodomésticos de bajo consumo; cocinar para varios días y guardar la comida para economizar luz y gas; utilizar el transporte público y moverse en bicicleta; separar y reciclar los productos de vidrio, plástico y papel; desconectar los aparatos de la red cuando no estén funcionando...
- Consumo responsable. La oferta de alimentos cultivados potenciando la fertilidad natural del suelo, o la ropa fabricada bajo criterios sostenibles y de comercio justo, ha crecido mucho en los últimos años. Ahora es posible encontrar alimentos ecológicos y prendas de algodón orgánico en muchos establecimientos y a buen precio. También están cambiando las costumbres en el sector del turismo, donde cada vez más empresas ofrecen la posibilidad de hacer de los viajes una experiencia positiva para todos: la gente, el lugar y el medio ambiente.
- Cuestión de elegir. Si nos fijamos, siempre hallaremos dos maneras de hacer las cosas, una más responsable que la otra. Sentirnos socialmente útiles es una necesidad que todos los seres humanos tenemos y que, cuando se cubre, reporta una gran satisfacción personal.
18. Pon color en tus platos
Siempre es el momento ideal para potenciar el consumo de frutas, verduras y hortalizas, cuyos nutrientes potencian la salud y alegran la mesa.
Los colores de frutas y hortalizas los proporcionan pigmentos vegetales de efecto antioxidante: antocianinas, licopeno, carotenos, clorofila, taninos...
Los antioxidantes son sustancias protectoras que generan las plantas para reparar y conservar sus propios tejidos. Esa misma protección la ejercen en el organismo, ayudando a prevenir el cáncer y trastornos cardiovasculares.
Resultan muy útiles en esta época, porque actúan frente a los radicales libres, responsables de mermar nuestra eficiencia y vitalidad, entre otros efectos indeseables.
Jugar con la imaginación, mezclando colores y texturas de frutas y verduras en un mismo plato, da como resultado preparaciones más beneficiosas para la salud, pero también más alegres y apetecibles.
Estos son los antioxidantes que están detrás de cada color y los alimentos que los contienen:
- Naranja: indica la presencia de betacarotenos, que previenen las enfermedades cardiacas. Es el caso de la zanahoria, el mango, el boniato y la calabaza.
- Naranja-amarillo: muchas frutas y verduras obtienen este color de carotenoides antioxidantes que no son provitamina A. La nectarina, el melocotón, la piña y la papaya pertenecen a este grupo.
- Amarillo-verdoso: alimentos como la espinaca, el aguacate, el maíz o el guisante suelen contener luteína y zeaxantina.
- Verde: acelgas, coles, brécol y otras verduras verdes contienen isocianatos, que ayudan a prevenir el cáncer de mama.
- Rojo: indica la presencia de licopeno, protector frente al daño celular, en vegetales como tomate, fresa o pimiento.
- Morado: corresponde a las antocianinas de arándanos, ciruelas, higos, moras, uva negra, berenjena, remolacha...
- Blanco: los alimentos blancos no tienen pigmentos pero la familia de cebollas, puerros y ajos, ricos en alicina y compuestos sulfurados, combaten las infecciones y reducen el colesterol.