La vida salpica nuestro día a día con pequeños momentos mágicos que parecen fruto del azar; felices coincidencias, reencuentros fortuitos o sincronicidades estremecedoras que a veces nos dejan sin aliento. Surgen en el momento en el que los necesitamos, como respuesta a nuestros pensamientos más profundos, como señales que nos indican qué rumbo tomar.
Son las sincronicidades e incluyen también reencuentros llenos de sentido, que parecen orquestados por el universo y que nos llenan de asombro y de gratitud por la inmensa generosidad de la vida.
¿Qué es la sincronicidad?
El psiquiatra Carl Gustav Jung creó el concepto de sincronicidad, que constituye uno de los principales elementos de su obra. Las sincronicidades retan a nuestra mente racional y su concepción de la realidad; nos cuestionan el papel de la consciencia en el mundo físico y plantean muchas preguntas. Las sincronicidades no son simples coincidencias, sino experiencias en que el universo exterior parece organizarse para responder a una demanda interior.
En 1973, Anthony Hopkins fue contratado para actuar en una adaptación de la novela La chica de Petrovka, del escritor británico George Feifer. Recorrió todas las librerías londinenses para hacerse con un ejemplar de la obra. Resultó imposible encontrarla. Finalmente, se dirigió al metro para regresar a su casa, donde de repente, vio un libro sobre un banco de la parada. ¿Su título? La chica de Petrovka. ¡Increíble!
Es necesario afinar nuestros sentidos para poder detectar las sincronías
Pero aquí no termina todo, como explica el actor: «Casi un año más tarde, durante el rodaje, en Viena, tuve la suerte de conocer al mismo George Feifer en persona. Le conté cuán difícil había sido encontrar su libro y cómo, por azar, había encontrado un ejemplar en el metro. El escritor me respondió que él tampoco tenía ninguno: le había dejado su último ejemplar a un amigo, al que habían robado. Entonces saqué de mi cartera el que había encontrado. Y ¡era el suyo! El ejemplar que había encontrado en el banco de la parada del metro estaba lleno de anotaciones, las del mismo autor».
¿Cómo saber si es casualidad o destino?
Ante este tipo de sucesos únicos, podemos escoger entre fijarnos en ellos o dejarlos pasar. Aun así, siempre es necesario afinar nuestros sentidos para poder detectarlos en nuestro ajetreado día, y que no pasen desapercibidos. Como decía el químico francés Pasteur: «El azar solo favorece a los que están bien preparados».
La intuición tiene un papel importante, y desarrollar la capacidad de atención y observación será nuestro primer paso. Para ello, debemos contemplar una forma de mirar curiosa a lo largo de nuestras jornadas, estar atentos a esos guiños ingeniosos que esperan ser vistos. De este modo, nuestro día a día pasa de ser convencional o previsible a ser un feliz espacio de posibilidades y oportunidades que te harán salir de tu rutina habitual y te dirigirán hacia cosas nuevas.
Al cambiar tu forma de mirar, también harás que se mueva la realidad objetiva: todo se multiplica, se despierta, está en movimiento... «Los hombres quieren ser felices y no quieren dejar de serlo», decía Freud. La búsqueda del bienestar es eterna y universal, y ha tomado mucha relevancia en los últimos treinta años. La felicidad se ha convertido en un tema estrella en nuestra sociedad individualista occidental, como un remedio necesario en la carrera materialista a la que tan a menudo estamos sometidos.
sincronicidades que dan sentido
Si bien es cierto que tenemos una aptitud natural hacia la felicidad, debemos decidir si le damos una oportunidad al poner en práctica nuestras enseñanzas, que podemos haber adquirido a partir de coincidencias significativas.
En esta aventura interior, accedemos de este modo a lo mejor de nosotros mismos, a la vez que estamos conectados con los demás. Para situarse en esta felicidad durable, son necesarios tres elementos: el placer, el compromiso y el sentido. Estos elementos no siempre se dan a la vez, varían según la etapa de nuestra vida en la que nos hallemos, pero sí que están presentes los tres cuando tiene lugar una sincronicidad.
Cuando se dan sincronicidades, confluyen el placer, el compromiso y el sentido
Sentir placer reduce el estrés, mejora el humor, nos motiva a acoger la sucesión de las pequeñas cosas que dan color a la vida. Algunos son como regalos caídos del cielo: la visita inesperada de una amiga, la melodía que sale de la ventana del vecino que nos trae un mensaje... Hay tantos placeres como flores en un jardín. Lo extraordinario se esconde en las cosas ordinarias.
Pero para acoger estos regalos, tenemos que actuar, dar un pequeño paso: abrir los ojos, extender la mano, osar demandar lo que necesitamos a nuestro entorno, y también al universo. Comprometerse también significa confiar en nuestro sexto sentido, en la intuición, cuya potencia nos lleva hacia lo esencial de lo visible y lo invisible. Ella nos despierta a una nueva conciencia, nos invita a vivir de forma más plena nuestro mundo interior, y también a reencontrarnos con nuestras raíces, nuestra conexión con el universo, del que somos parte integrante. La conciencia se convierte entonces en energía y nos da impulso para vivir conectados con el poder infinito de las sincronicidades.
Por último, el sentido. Para sentirnos bien con nuestra vida, debemos satisfacer nuestra necesidad de dar sentido a las cosas. El sentido, como brújula, nos da orientación y dirección, pero también aporta significado a lo que experimentamos. A menudo, cuando nos encontramos en una coincidencia significativa, solo somos capaces de apreciar su significado tiempo después. En particular, cuando debemos enfrentarnos a las pruebas de la vida, nos cuesta valorar positivamente lo que estamos experimentando. Buscar un sentido en esos momentos difíciles es ir por aquello que nos reparará, ese hilo de oro que cose heridas y teje de nuevo vínculos propicios.
Entra en este juego fascinante de las sincronicidades, abraza los indicios portadores de significado, déjate guiar. Puede que te lleven hacia tu plena realización, para, tal vez, reescribir tu destino. Como decía el escritor James Redfield, cada vez que seguimos nuestra intuición, que nos hace avanzar, nuestra vibración personal aumenta.
Ábrete a lo inesperado
«Somos imanes en un globo de hierro», decía el filósofo Ralph Waldo Emerson. Y añadía: «Poseemos la llave para abrir todas las puertas. Todos somos inventores, y cada uno de nosotros se embarca en un viaje lleno de descubrimientos. El mundo no es más que aperturas, oportunidades e hilos de los que se espera que tires».
La atención permite desarrollar la conciencia. En el trabajo o de viaje, el centro del mundo está allá donde estés. Sin que te des cuenta, te hallas en el centro de un verdadero torbellino de información, mensajes sutiles o evidentes, efímeros, pero tan preciados que merecen ser identificados, y guardados en la caja de tesoros.
Despierta tu sexto sentido
La mentalidad intuitiva es un don sagrado, la mentalidad racional es un servidor fiel. Hemos creado una sociedad que honra al servidor y que olvida el don. La intuición es un vínculo íntimo con nuestra plenitud personal, como el nivel más alto de realización del ser humano, decía el psicólogo Abraham Maslow.
Anota las sincronicidades que vivas. Si las conservas durante años y las relees regularmente, obtendrás sabios consejos y enseñanzas. Identificarás la repetición de palabras, nombres, cifras, símbolos que alumbrarán tu camino y te guiarán. Deja que tu libreta de notas sea un aliado para confiarle esos sucesos coincidentes, que no siempre son extraordinarios.