Quizá sea importante recordar que, cuando hablamos de estoicismo, nos referimos a aquello que pensaron y escribiendo personas hace más de 2.000 años. Y, sin embargo, cada vez es más habitual que filósofos, autores y expertos en salud mental de todas las ramas posibles hablen y recomienden sus palabras a todo aquel que esté dispuesto a escuchar. ¿Cómo es posible que sus reflexiones sigan pudiendo aplicarse a nuestras vidas tantos siglos después?

Lo cierto es que, en un mundo en el que todo ocurre a una velocidad vertiginosa, detenerse a pensar parece un lujo al alcance de pocos. Las notificaciones no esperan, la inmediatez domina y nuestra atención se dispersa sin tregua.

Pero ¿y si existiera una forma de encontrar calma en medio del caos? ¿Un camino milenario para recuperar el control de nuestras emociones, fortalecer nuestro carácter y aprender a vivir mejor? Eso es, precisamente, lo que nos plantea Jorge Freire en su libro Felices como estoicos, en el que nos explica por qué el estoicismo vuelve a estar en boca de todos y cómo podemos aplicarlo a nuestra vida para ser más felices. Un mensaje que está en la línea de filósofos actuales como Tal Ben-Shahar, profesor de psicología positiva en Harvard y reputado experto en felicidad, o Manuel Casals, también experto en ciencia de la felicidad. 

¿Por qué vuelve a estar de moda el estoicismo?

Para Jorge Freire, filósofo y escritor, el estoicismo tiene una gran vigencia en la actualidad. Puede que mucho más que en otras épocas de la historia de la humanidad. Y la razón es sencilla: “nuestra atención está en jaque”.

En la era de la hiperconectividad, nuestra atención sufre el riesgo de ser secuestrada por la sobrecarga de información y la inmediatez digital. Y es por eso, que el estoicismo no solo sigue siendo aplicable a nuestros días, sino que entre los nativos digitales ha cobrado un nuevo sentido.

En su libro, Felices como estoicos, Freire nos ofrece un acercamiento práctico y accesible a las enseñanzas del estoicismo, que pueden guiarnos hacia una vida más equilibrada y feliz.

Las tres grandes lecciones que podemos aprender de Freire

Los estoicos pensaban que la felicidad, en esencia, se basaba en el autocontrol y la razón. Para filósofos como Zenón de Citio, Séneca, Epicteto o Marco Aurelio, la clave era diferenciar entre aquello que podemos controlar y aquello que no, para poder dirigir nuestra atención hacia lo que está en nuestras manos.

Suena sencillo, ¿verdad? Esta mayor (diferenciar lo que podemos cambiar de lo que no) abre paso, sin embargo, a toda una ramificación de enseñanzas. Entre todas ellas, destacamos tres que Freire refleja en su obra que pueden mejorar la forma en la que vivimos y superamos sus obstáculos.

Disfrutar del presente

“Quien vive consagrado a la actualidad se da cuenta al final de que el tiempo se le escurre entre los dedos”, explica Freire. Este es uno de los principales riesgos a los que nos enfrentamos en la era de las redes sociales. Aunque son eficaces herramientas para mantenernos conectados pese a la distancia, también pueden debilitar nuestra capacidad de atención y de disfrutar el presente.

Es importante moderar su consumo, y hacerlo de forma responsable, para comprender que no hay nada más importante que el momento presente. Y eso pasa por apagar el teléfono cuando disfrutamos de un buen libro, de una taza de café compartida con un buen amigo, o sencillamente del pasar de las horas.

Fortalecer el carácter

El fortalecimiento del carácter era una parte esencial de las enseñanzas de estoicos como Séneca. Y este proceso consistía en cultivar la virtud y la resistencia ante las adversidades de la vida. Para los seguidores de esta corriente filosófica, el verdadero bienestar no dependía de las circunstancias externas, sino de la manera en la que cada persona responde a ellas. Es decir, que forjar un carácter fuerte es la base para ser capaces de actuar sobre aquello que sí tenemos control: nuestras actitudes y acciones.

felicidad neil
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Freire rescata esta idea en su libro, e inspirado por las enseñanzas de Séneca, nos señala que la felicidad solo está en uno mismo”, y añade que “buscarla fuera no tiene sentido, es mejor forjar y acrisolar el carácter”.

Para hacerlo, los estoicos nos recomendaban cosas como aceptarla incomodidad, trabajar la autodisciplina o aceptar el destino, lo que ellos llamaban amor fati.

Comprender la sabiduría como una meta

Para acabar, Freire nos recuerda que “el estoicismo nos enseña a dominarnos a nosotros mismos y a forjar nuestro propio carácter”, destacando que “solo así se alcanza la virtud”. Y no debemos entender este término desde el prisma actual, sino como hacían los estoicos, para los que la virtud representa el bien supremo y la única condición necesaria para alcanzar la eudaimonía (una vida plena y feliz).

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Esta virtud se construía sobre cuatro pilares fundamentales: el coraje, la templanza, la justicia y la sabiduría.

Freire hace hincapié, especialmente, en este último término. En el siglo XXI hemos asimilado la sabiduría al saber, al conocimiento. Pero, para los estoicos y otros pensadores antiguos, la sabiduría era algo mucho más profundo y complejo. Como explica el autor, el sabio no es el que acumula conocimientos, sino quien sabe vivir de forma plena su vida.

Cultivar la sabiduría estoica, por tanto, no consiste en engullir información sin filtros, ni en ser el más avispado o el que más títulos acumula. La sabiduría estoica solo puede cultivarse por medio del carácter, la atención plena en el presente, la correcta distinción de aquello que podemos controlar y, en último lugar, comprendiendo que su último fin es la felicidad, y no el éxito, la fama o el reconocimiento.   

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