El hombre es un ser que busca la belleza. Basta con visitar cualquier museo arqueológico o etnográfico para darse cuenta de que efectivamente uno de los principales intereses del ser humano en toda época ha sido rodearse de objetos bellos.
Aún hoy vemos en los reportajes de tribus perdidas cómo los indígenas adornan primorosamente los pocos utensilios o ropas de que disponen. Pareciera que necesitan hacerlo para estar en paz consigo mismos, sus ancestros y la naturaleza que los circunda.
Por eso en todas las culturas la artesanía, belleza práctica, ha sido la expresión más sencilla y eficaz de lo bello. Pero, ¿qué consideramos bello? ¿sabemos ver y disfrutar la belleza?
¿Qué es la belleza? Una definición
La belleza es una cualidad que encontramos en ámbitos muy diversos.
A veces es grandiosa como una catedral gótica o un concierto de Bach, otras humilde y escondida, como una pequeña flor que nadie advierte.
La estética, disciplina que se ocupa de estas cuestiones, ha tenido opiniones distintas sobre la naturaleza de lo bello según épocas y culturas.
Los pensadores de la Antigüedad, tanto en Oriente como en Occidente, han visto en lo divino el origen de toda belleza. Dios es un artista creador y el hombre, hecho a su imagen, es obra de arte y a la vez artista.
A partir del Renacimiento, se va perdiendo el sentido objetivo de la belleza y, tras el romanticismo, se ensalza de modo especial la figura del artista. Este es entonces libre de adherirse o no a determinados cánones, e incluso puede prescindir de lo que se entiende comúnmente por belleza.
Las "vanguardias" de principios del siglo XX (dadaísmo, cubismo, surrealismo... ) nacieron como reacción a una concepción del arte demasiado academicista. Pero han dado lugar a un cierto culto del "feísmo" que perdura en la actualidad. De modo que no siempre en las artes plásticas podremos hallar esa belleza que necesitamos.
Suele pensarse que lo bello es algo subjetivo y relativo, "para gustos, colores". Hay algo de verdad en tal aseveración: cada raza y cada época tienen sus preferencias estéticas. Ya Voltaire ironizaba comentando que para el sapo el ideal de belleza es la hembra de su especie, de grandes ojos saltones y satinada piel.
La captación de la belleza tiene sin duda un lado subjetivo que depende del receptor, pero no hay que olvidar que se trata de una respuesta a un estímulo objetivo.
No conviene pues relativizar de modo absoluto la idea de belleza. Cabría decir que esta existe independientemente de nosotros y tiene sus leyes, siendo nuestra labor encontrarla o manifestarla.
Una definición de belleza podría ser la de armonía de las formas. Pero entendiendo estas en sentido amplio, pues tan bello puede ser un paisaje, una obra de arte o un determinado comportamiento.
¿Acaso no hay belleza, por ejemplo, en un acto de amor o de justicia? La estética y la ética tienen mucho en común, al igual que lo tienen la hermosura y la bondad.
Belleza interior y exterior en las personas
Todos apreciamos la belleza, como si se tratara de un instinto con el que nacemos. Ya los niños en su cuna se fijan en las caras más bellas que perciben.
También puede decirse que la mujer es especialmente sensible a la belleza, pues gusta de cuidar su rostro y figura, también adornarse con joyas. Es como si el arquetipo femenino, en su aspecto de irradiación que atrae, manifestara lo bello con mayor intensidad.
Claro que la "guapura" se da en ambos sexos, pero hay estudios que demuestran que cuando se decide que un varón es notablemente guapo, hay ciertos rasgos femeninos en su rostro (especialmente ojos y boca) al margen de su aspecto viril.
No puede negarse que la belleza corporal ha sido siempre apreciada socialmente. Constituye una especie de poder que permite abrirse paso con mayor facilidad. Pero no hay que exagerar su importancia.
La belleza interior, un carácter noble y agradable, es no sólo más duradero a medida que la vejez se acerca, sino que incluso hace más agraciadas las facciones, independientemente de si se es más o menos guapo. Incluso se ha constatado que cuanto más bello se siente uno, más bello lo ven los demás.
Nuestro país tiene el dudoso honor de ser uno en los que con mayor frecuencia se practica la cirugía estética de intencionalidad frívola (personas normales que quieren modificar su cara o cuerpo), olvidando que a menudo esos cambios no armonizan bien con el resto y que para ser feliz uno debe asumir con alegre resignación algunas de sus imperfecciones físicas.
Se afirma en ocasiones que "somos lo que comemos". Si esto es cierto en alguna medida, también lo es que "somos lo que vemos".
De ahí la importancia de que en el entorno donde se vive haya una mínima armonía de las formas, un adecuado grado de belleza podría decirse; lo que no siempre es fácil en nuestros días de aplastante tecnología.
Belleza en el arte y la naturaleza
El ámbito primordial de la belleza, allí donde se manifiesta con mayor esplendor, es la naturaleza y el cosmos.
Desde la silente "música de las esferas" ejecutada por el movimiento de los planetas alrededor del sol, al curso de los ríos y mares, pasando por el colorido y diversidad de formas de plantas y animales, toda una sinfonía de la vida se extiende ante nosotros. Y esto a través de ritmos y proporciones determinadas.
Nada hay que hacer, solo contemplar con agradecimiento teñido de asombro esa belleza. Pero también está en la naturaleza humana proyectar lo bello a través de sus actos.
Nace así el arte propiamente dicho, que en principio se ciñe a la ejecución de los objetos más sencillos (vasijas para el agua o el aceite, muebles, vestidos... ) y se agranda algo más a la hora de construir templos donde las influencias numinosas o espirituales (de Dios, los dioses o los ángeles) puedan manifestarse.
No hay en estas épocas antiguas un culto a lo bello en el sentido de esteticismo, ni una excesiva valoración del artista -mero artesano en tales casos.
Si que la belleza sea cosa de artistas o personas más o menos sofisticadas es un frecuente error de apreciación, también lo es confundir belleza con perfección.
Ninguna auténtica belleza está ausente de imperfecciones técnicas o formales. Como escribió el poeta Charles Baudelaire: "la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza". La hermosa pureza de un jarrón de porcelana china es "imperfecta" si la comparamos con la "perfección" sin alma de una lata de refresco.
El arte puede suscitar experiencias sublimes, como cuando se contempla el Taj Mahal, o más sencillas y cotidianas, pero siempre cargadas de emoción.
Hay muchas formas de belleza, al igual que diversos pueden ser los paisajes, sin poder decidir por ello que un desierto de arena es más o menos bello que una selva o un glaciar. Como afirmó J. L. Borges: "la belleza es un misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica".
La belleza del número de oro
Según Pitágoras, el mundo y su belleza obedecerían a leyes matemáticas y musicales.
El llamado "Número de oro", cuyo valor es 1,618 y se representa por la letra griega Φ, tiene especial relevancia.
Se ha comprobado que el crecimiento de las plantas, la distribución de las hojas de un tallo o de los pétalos de las flores, así como la formación de las caracolas, responde a esas relaciones áureas.
También las proporciones ideales del cuerpo humano (recordemos el famoso dibujo de Leonardo da Vinci) obedecen a ese número: longitud y anchura de la cabeza, falanges de los dedos, forma de los dientes.
La proporción áurea se ha utilizado asimismo para construir edificios de reconocida belleza como la pirámide de Keops, el Partenón o las catedrales góticas.
Cómo captar la belleza
Si hemos dicho que somos buscadores de belleza, hay dos maneras de hacerlo.
La primera es advertir su presencia evidente, lo que sucede ante la naturaleza, el arte sagrado o las obras de grandes genios. La otra consiste en descubrir sus destellos en las más diversas situaciones.
"Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla", advierte Confucio. Es como decir que la belleza no está tanto en las cosas como en los ojos de quien las mira.
Claro que no todo es bello, de la misma manera que hay alimentos más sabrosos que otros. Pero la belleza siempre produce una sensación especial. Es el pellizco del que hablan los que gustan del flamenco, algo inefable que los antiguos tratados de arte de la India definen como "sabor" (rasa).
En nuestro tiempo ciertos poetas, músicos, fotógrafos o cineastas han sabido captar esos retazos de belleza. A menudo sin necesidad de grandes alardes técnicos, como sucede por ejemplo en películas en blanco y negro de directores como Dreyer, Lang, Ford o Rossellini.
Si se me preguntara cuál es la obra de arte que mejor expresa la belleza de la figura humana, tal vez me inclinase por la máscara dorada de Tutankamón que puede verse en el museo de El Cairo y que se reproduce en tantos libros, pues su rostro de oro y lapislázuli parece descubrir nuestra esencia espiritual.
Y si se tratara de elegir una expresión viva, diría que la sonrisa de un niño pequeño, de los que casi no saben hablar. Esperanza y alegría que tocan directamente el corazón. Los padres hacen muchos sacrificios por sus hijos, pero una sola de esas sonrisas les compensa, pues expresa la vida y su belleza.
Las 7 facetas de lo bello
Como los colores y notas musicales, lo bello puede clasificarse en 7 cualidades principales, cuyas combinaciones producen otros tantos posibles aspectos de la belleza.
- Sol. En sentido material corresponde a todo lo que brilla, al oro y las joyas. En su dimensión más profunda, se relaciona con la presencia de lo espiritual en el arte y la vida.
- Luna. En correspondencia con la belleza que proviene de la imaginación o de los sueños. Importante en la poesía. También guarda relación con los paisajes nocturnos.
- Mercurio. La belleza implícita en la capacidad de comunicarse y la rapidez en hacerlo. Las narraciones literarias y, especialmente, el cine y los medios audiovisuales.
- Venus. Se relaciona con la belleza que nace del erotismo y la voluptuosidad. Los perfumes, vestidos, el interés por la moda. El cuerpo desnudo en el arte.
- Marte. Las virtudes del guerrero: espíritu de sacrificio y capacidad de lucha. Artes marciales y, por extensión, la estética en el deporte.
- Júpiter. Tiene relación con lo suntuoso y la etiqueta social. El teatro, la ópera, los desfiles, las fiestas y conmemoraciones alrededor de una buena mesa.
- Saturno. La belleza que viene del paso del tiempo, la pátina de los objetos antiguos, la melancolía de los paisajes con viejos edificios o ruinas. El concepto mismo de museo.
Libros sobre belleza, matemáticas, espiritualidad y arte
- Principios y métodos del arte sagrado; Titus Burckhard. Ed. Olañeta
- Fotografiando las matemáticas; Luisa Marqués et al. Ed. Carroggio