La profesión de organizador profesional existe en España desde hace 20 años, pero es cierto que se ha empezado a conocer masivamente hará unos cuatro o cinco años a raíz de la serie de Marie Kondo en Netflix y del éxito de sus libros, de los que ha vendido más de 4 millones de copias en todo el mundo, en especial La magia del orden.

María Leániz ha trabajado más de 30 años como periodista especializada en economía y hace 8 años se convirtió en organizadora profesional para entrar en las casas de la gente.  Aunque su profesión anterior le parecía apasionante, un día algo cambió: "la cabeza y el corazón me hicieron ver que mis prioridades habían cambiado, que los tuyos y tu bienestar están por delante de todo, que la vida es corta y hemos venido aquí a compartirla con los demás, a ayudar y a sentirnos ayudados". Empezó a  girar su vida hacia esa gran prioridad, primero reduciendo su jornada, pero finalmente, después de mucho reflexionar, decidió "dar el salto al vacío".

Tras formarse en The Home Academy, en Experto en Organización Profesional, estudió gestión emocional. Hoy, desde su empresa   Atelier del Orden, atiende todas las necesidades de orden y organización de una persona o una empresa en su día a día.

-Desde hace unos años y, especialmente, desde el fenómeno de la autora Marie Kondo, se conoce más el trabajo de la nueva profesión de los organizadores profesionales. ¿En qué consiste exactamente este trabajo? 
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Mi trabajo consiste en ordenar y organizar casas o empresas, analizar la mejor distribución de cada espacio y encontrar el lugar óptimo para cada cosa, ayudar a las personas a seleccionar las cosas de las que deshacerse y aprender a desapegarse de los objetos que son una carga y no les dejan avanzar. También crear rutinas para simplificar el día a día y ayudarles a llevar una vida organizada.

 

-¿Cuáles son los motivos del creciente interés para el orden y la organización? 
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Siempre he pensado que el orden en la vida es un gran aliado, que nos proporciona paz y estabilidad, y he procurado trabajarlo, investigarlo, probarlo en mí misma. Pensé que ayudar a otros a poner orden en su vida era una buena vía para ayudar a las personas que sufrían a diario por no saber cómo organizarse o cómo tener el espacio que habitan con un cierto orden que les permita ir adelante en la vida con tranquilidad y seguridad.

-¿Qué detectas en los hogares de tus clientes? ¿Cuáles son las principales preocupaciones de las familias respecto a su casa?
-Lo primero que detecto es que las personas saben que el desorden y la desorganización les está haciendo daño, de muy distintas maneras. No es una cuestión estética, de querer tener sus armarios de revista. No va por ahí. Ningún cliente o clienta me pide eso. Han detectado que están agobiados, irascibles, desmotivados, con baja autoestima, estrés y ansiedad. Me dicen: ‘quiero vivir en paz en mi casa, quiero encontrar las cosas, no quiero estar dando gritos todo el día o temiendo el momento de volver a casa’. Es muy positivo el reconocer que tenemos necesidad y motivación para el orden, que sabemos que nos va a traer cosas buenas.

Y luego detecto que tenemos un gran problema generalizado de acumulación excesiva de cosas en los hogares y que eso nos está haciendo mucho daño y hay muchas personas que no saben cómo soltar. Saben que serían más felices aligerando su casa de pertenencias, pero los apegos emocionales no se lo permiten. Hay también una tendencia a la compra excesiva o compulsiva que agrava el problema. 

-¿Existen diferentes tipos de acumulación? Socialmente se relaciona este tema con el síndrome de Diógenes, pero ¿te encuentras estos problemas en el día a día? 
-El Síndrome de Diógenes es un extremo, una patología muy seria. Yo he acudido a vaciado de casas y organización de viviendas de personas con este problema, de la mano de servicios sociales, psicólogos y psiquiatras. Pero los clientes más habituales no tienen esta patología. Son personas funcionales en todos los ámbitos de su vida, pero que no saben cómo lidiar con el orden y la cantidad de cosas que acumulamos. 

La acumulación está instalada en nuestros hogares porque generamos apegos insanos hacia las cosas, vínculos emocionales con ellas. El apego sano, el vínculo, es necesario y muy positivo cuando se da de persona a persona. Pero cuando ese apego emocional se realiza con objetos, muchas veces oculta otras cosas. 

-¿Qué tipo de cosas pueden estar ocultando esos apegos?
-Todos tenemos carencias en la vida, mochilas, traumas, vacíos, pérdidas. Y muchas veces tratamos de calmarlas o llenarlas con cosas materiales, con ropa, coches, recuerdos. Nos identificamos con las cosas. Me siento poderosa/o porque tengo el mejor coche, soy atractiva/o porque tengo mucha ropa que ponerme, tengo muchos amigos y una vida interesante porque guardo cada billete de avión, entrada de cine o de concierto que lo atestiguan.

A un nivel inconsciente, creemos que nuestra identidad depende de las cosas de las que nos rodeamos. Y no es así. Lo que hemos vivido, quienes somos, está dentro de nosotros. Aunque nuestra casa se derrumbase y nos quedásemos sin nada, seguiríamos siendo seguros o inseguros, sociables o insociables, empáticos o no. Eso es lo que tendríamos que trabajar, nuestro interior. Pero seguimos tapándolo con más cosas. Los psicólogos saben mucho de esto. 

Sin darnos cuenta, los miedos nos hacen aferrarnos a los objetos. Antiguos miedos de carestía, penuria económica, soledad, dolor, abandono. Tratamos de mitigarlos comprando y guardando cada vez más. Creemos que las cosas nos arropan y nos acompañan. Y eso solo ocurre con un pequeño porcentaje de nuestras pertenencias que tienen significado para nosotros. El resto es una pesada carga que nos asfixia en nuestro día a día. La acumulación nos roba horas de nuestro bien más preciado: el tiempo, y daña nuestro estado de ánimo, nuestras relaciones y nuestra salud. Lo veo a diario en las casas a las que voy. Creo que es urgente empezar a trabajar el desapego. 

-¿Qué pueden hacer todas las personas que se identifiquen con lo que cuentas y que se agobian por el desorden en casa o por el exceso de cosas? ¿Por dónde se empieza?
-Lo primero es tomar conciencia de que te está haciendo daño, de cómo la cantidad de cosas que posees te está complicando la vida y tu estado de ánimo.

Si ya lo has detectado, empieza a ponerle freno. No va a ser de hoy para mañana. Pero cuanto antes empieces, antes vas a ver resultados. El primer paso: no dejes entrar cosas en tu casa que no vayas a utilizar muy a menudo, que realmente no necesites. Si tu hermana o tu cuñada llegan con una bolsa de ropa de sus hijos que se les ha quedado pequeña di: "no, gracias". Salvo que realmente tus hijos no tengan qué ponerse, porque va a ser una bolsa más que te agobie, vas a tener que dedicar un tiempo a clasificar, lavar, probar, y llevar a la parroquia lo que no les sirva. Te va a robar tiempo de calidad de estar con los tuyos y te va a hacer estar malhumorada/o.

No dejar entrar en casa más cosas es un paso importantísimo. Porque, una vez que entran, generamos apegos emocionales con ellas: esa camisita la llevó tu primo de pequeño, ese pantalón se lo puso para tu primer cumpleaños. Ya se han adueñado de ti. No dejes que entren.

Y luego dejar de comprar. Ese es el segundo paso. Parece fácil, pero sé que no lo es. Por eso he desarrollado un Método para dejar atrás la acumulación y aprender a desapegarse de las cosas. Con método y con esfuerzo se consigue.

-¿Y para mejorar el orden, por dónde empezamos?
-Sobre el orden, no me canso de repetir que hay dos pilares: asigna un sitio a cada cosa en tu casa en cuanto entren en tu hogar (a las tiritas para heridas, a los clavos, a las cartas que recoges del buzón también). Y devuelve cada cosa a su lugar después de haberla usado. En ese momento. Pon foco en hacer estas dos cosas, no te canses de practicarlo hasta que sea algo automático y verás qué cambio.

-Uno de tus lemas es “Pasa del caos al orden”. ¿Es posible hacerlo por tu cuenta o necesitamos un profesional? ¿Dónde encontrar y cómo elegir un organizador profesional?
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Creo que depende del grado de desorden y acumulación que tengan tus espacios: tu habitación, tu casa, tu empresa. Si tienes instaurados buenos procesos de orden, una buena optimización de tus espacios, es fácil volver al orden. Solo tienes que fijar un día y una hora para hacerlo y ponerte con ello, devolver cada cosa a su sitio y repasar con el resto de miembros de la familia los sistemas de orden que tenéis instaurados para que cada uno vuelva a poner foco en ello.

Si no has sabido dar con los procesos adecuados, si el orden que has probado no funciona y el caos vuelve, es hora de contratar a un profesional para que distribuya mejor los espacios y te deje instaurados unos procesos de orden que funcionen. Para eso estamos los organizadores profesionales. En AOPE, la Asociación de Organizadores Profesionales de España, hay un buscador y puedes mirar cuál de los profesionales que pertenecemos a la asociación, encaja más con tus necesidades o te transmite mayor afinidad para trabajar con él (o ella, porque en la profesión somos mayoritariamente mujeres, aunque hay compañeros excelentes). También puedes mirar en Instagram o en internet.

-Hace años había cierto tabú social respecto a acudir a un psicólogo o profesional de la salud mental. ¿Existe eso respecto a tu profesión? ¿Con qué objetivos os suelen contratar los clientes?
-Hace años, las barreras con las que nos encontrábamos eran ideas preconcebidas como ‘esto es un servicio para ricos, que vengan a ordenarte el armario’, ‘¡cómo voy a pagar porque venga alguien a ordenar mi casa!’, ‘me da vergüenza que vean cómo tengo mi casa’, ‘si yo no he podido ordenarla, por qué van a saber ellas’, ‘si se entera mi marido de que pago para que me ordenen la casa, me la monta’.

Hoy en día seguimos luchando contra alguna de esas creencias erróneas. Y la mentalidad va cambiando. Si se te rompe el grifo, llamas a un fontanero. Si estás en un momento vital en que no llegas a todo o no tienes habilidades o tiempo para el orden, llamas a una organizadora profesional que encauce tu casa para que te sea fácil mantenerla. Las personas tienen cada vez más claro que es una inversión en serenidad y en vida personal.

-Se escuchan a menudo muchas quejas respecto a la convivencia familiar cuando unos son ordenados y otros no. ¿Cuál es tu consejo al respecto? ¿Cómo lidiar con hijos adolescentes u otros adultos con distintos hábitos? 
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Esa es una situación que se da en el 95% de los hogares en los que trabajamos. En la pareja, suele ser uno el ordenado y otro el desordenado, tal y como te verbalizan casi todos los clientes. Con lo hijos pasa lo mismo. Hay que aprender a convivir, porque, en las separaciones matrimoniales, generalmente aparece como una de las principales causas de fricción: la distinta concepción de orden y organización de cada uno, la educación a este respecto, el estado de la casa, el reparto de tareas, el caos que se genera...

El objetivo es encontrar un punto medio con el que todos nos sintamos cómodos, ni el orden perfecto, ni el caos y la dejadez. No se trata de que uno conquiste el terreno del otro, sino de que cada uno ceda algo para encontrar un territorio común que nos permita convivir en armonía.

-¿Y cómo encontramos puntos en común cuando nuestra tolerancia del desorden es distinta?
-Cada miembro de la familia debe decir cuáles son sus ‘innegociables’ y todos los convivientes harán un esfuerzo por respetar los de todos. Quizá uno necesite ver la cocina recogida antes de ir a dormir y otro que se le respete un lugar en el salón donde dejar un jersey viejo porque es el que se pone cuando se tumba en el sofá a descansar. Si hemos decidido vivir en familia, tendremos que hacer el esfuerzo de generar un ambiente agradable para todos.

Funciona muy bien también el tener un reparto claro de las tareas domésticas, en lugar de repetir continuamente frases genéricas como ‘la casa está hecha un asco’, ‘no puedo encargarme yo de todo’ o ‘nos va a comer el desorden’.

-Con los adolescentes puede resultar más complicado...
-Con adolescentes tenemos que bajar la exigencia, porque su cerebro en esa etapa está a otras cosas y nos toca a los adultos flexibilizar y no perder la conexión con ellos por el tema del orden. Dicho esto, también es un aprendizaje para ellos. El orden les va a dar estructura y paz mental y eso es un aprendizaje bueno para toda la vida.

Podemos pedirles unos mínimos. Por ejemplo, que no haya comida en la habitación ni ropa ni cosas tiradas por el suelo. Que la ropa esté dentro del armario, los accesorios para hacer deporte en un cajón y las cosas de estudio guardadas en el escritorio. Que dentro de cada uno de esos lugares las cosas no estén perfectas importa menos. Rebajamos la exigencia, pero ellos se comprometen a unos mínimos.

-¿Está relacionado el tamaño de los pisos y casas con el problema del desorden y acumulación o no?
-Es un factor añadido que complica la situación, pero no el elemento principal. Muchas de mis clientas y clientes tienen poder adquisitivo para comprar una casa más grande o contratar otro guardamuebles. Y muchas veces te lo preguntan: ¿contrato otro trastero? Mi respuesta siempre es "no". No va a solucionar tu problema.

La solución pasa, primero, por deshacerte de cosas que no usas y solo están ocupando un espacio, y dejar de comprar por impulso. Segundo, por reflexionar sobre la distribución de tus espacios y empezar a crear rutinas de orden. Y tercero, por dedicar al principio tiempo y esfuerzo a repetir y repetir para instaurar esos hábitos de orden hasta que salgan de forma automática. 

-¿Es diferente el enfoque cuando la casa es pequeña?
-Evidentemente, cuanto más pequeña sea tu vivienda tendrás que dar mayor prioridad e intensidad a reducir la acumulación y la compra excesiva. Radicalmente, si quieres vivir en paz.

Buena parte de mis clientas y clientes también viven en casas pequeñas, pero tienen los mismos apegos que los que viven en casas grandes. Eso agrava el problema. Pero a la vez es una gran motivación para desprenderte de cosas y simplificar tu día a día. Y el resultado es impactante, la armonía que genera en esos hogares tomar la decisión de vivir de otra manera, de dejar de lamentarse y echar la culpa al espacio del que disponen (creo que nos pasaría a todos si vives en 50 metros cuadrados y tienes familia). Se hacen un favor aprendiendo a no guardar y a vivir con menos cosas.