Es cierto que cuando el amor llega, nos ciega completamente y no nos deja ver la realidad tal cual es. El romanticismo nos nubla en entendimiento, nos mantiene en un estado de ebriedad constante, nos lleva a endiosar a la persona amada porque estamos hasta arriba de oxitocina, dopamina, serotonina, y otras sustancias placenteras que fabrica nuestro cuerpo cuando nos enamoramos.
La importancia de conocerse bien: no te dejes llevar
Este cóctel molotov de drogas naturales es una fuerza sobrenatural que nos arrastra hacia la persona amada, y esto puede traernos muchos problemas cuando no nos conocemos bien, y cuando no sabemos si somos afines, si hay compatibilidad, y si hay condiciones para quererse.
Sin embargo, hay una estrategia que nos puede ayudar mucho cuando estamos en tal estado de embriaguez: ir despacito.
Hay relaciones que no dan mucho de sí porque los dos amantes no tienen nada que ver el uno con el otro, o porque cada persona entiende el amor y la pareja de una forma diferente, o porque los amantes no están en el mismo momento de sus vidas.
Aunque el sexo sea maravilloso, hay relaciones que no se van a convertir nunca en una historia de amor, por eso, para saber si hay algo más allá de la química sexual es importante conocerse bien.
Para conocerse bien, hay que ir despacito. Y es tan difícil, porque cuando deseamos a alguien con toda nuestra alma, lo que queremos es pasar el mayor tiempo posible con esa persona, y las horas parecen segundos: no nos basta el tiempo que pasamos con el amado o la amada, siempre queremos más.
La mayoría de las personas, sienten al enamorarse una necesidad imperiosa de definir la relación, ponerle nombre, y comprometerse formal y emocionalmente. De alguna manera se prefiere sacrificar la magia de los primeros momentos para obtener seguridad, para empezar con las rutinas de pareja y con los pasos que dan casi todas las parejas para ir avanzando en el compromiso y para llegar finalmente a fundar una familia feliz.
¿Cómo detectar si nos conviene como pareja?
Y sin embargo, estas prisas por llegar a la formalización de la pareja no son buenas, principalmente porque no conocemos bien a la otra persona, y en la medida en que vamos conociendo a alguien, nos vamos dando cuenta de si nos gusta de verdad, si la relación podría o no funcionar, y si hay condiciones para disfrutar del amor. Y a veces es demasiado tarde.
La idealización de la persona amada pone a veces en peligro a las mujeres: ningún maltratador se muestra tal cual es al principio.
En los inicios, suelen ser encantadores, atentos, cariñosos, y después, cuando la pareja ya está enamorada y metida hasta el fondo en la relación, es cuando comienzan a ponerse agresivos y violentos.
Por eso es tan importante pensarse muy bien los pasos que vamos dando cuando nos enamoramos de alguien a quien realmente no conocemos.
Hay que leer las señales que nos manda su cuerpo, y la forma en que se relaciona con la gente y con nosotras, hay que evaluar si la relación podría construirse desde las ganas de amarse, hay que ver si los obstáculos que a veces separan a las parejas son o no insalvables.
Ir despacito es una forma de autocuidado: es empezar una relación sin abandonarse a una misma, sin traicionarse, sin olvidarse del bienestar y la felicidad de una misma.
Cuando la prioridad somos nosotras mismas, entonces es más fácil pensar con claridad, bajar de la nube del amor, y evaluar si nos merece o no la pena, si vamos a poder ser felices, si vamos a estar bien