Hace un par de décadas, el editor Juli Peradejordi publicaba en el nº159 de la revista Cuerpomente un artículo que aún hoy es citado por muchos autores. Se llamaba El miedo es el medio y giraba en torno a la figura de un espantapájaros.

Su presencia en un campo de cultivo busca ahuyentar a las aves que quieren alimentarse del sembrado, pero, atención, si las aves superan el miedo, entonces llega la verdadera revelación. En palabras del autor: “el espantapájaros, lejos de ser un peligro, es casi siempre una oportunidad, ya que nos señala con precisión el lugar en el que podemos encontrar alimento. Por un baile de letras, el miedo se ha convertido en el medio.”

Siguiendo esta bella metáfora, si asumimos que el miedo es el medio, cada uno de nuestros temores nos señala algo que puede nutrirnos, nos ofrece un nuevo horizonte. Según este juego de contrarios, el miedo a amar es, de hecho, una invitación a abrir una puerta que nosotros mismos hemos cerrado, y el miedo a la vida y sus turbulencias esconde un irrefrenable deseo de vivir.

Si nos hacemos amigos del espantapájaros que llevamos dentro, si entendemos que nos está señalando las semillas del cambio, el miedo será el medio de llegar a lugares inesperados. Entonces, como concluye Peradejordi, podremos volver “a jugar y disfrutar como niños sorprendidos.” 

El amor es el mejor antídoto del miedo

Según Andrés Martín Asuero, pionero del mindfulness en nuestro país, el mejor antídoto del miedo es el amor.

En momentos de gran ansiedad e incertidumbre, en sus propias palabras: “Lo que nos ayuda a conjurar el miedo es orientar la atención hacia los seres queridos, hacia su bienestar; incluso también hacia el bienestar y el cuidado de nuestro propio cuerpo. Es decir, si mi atención se orienta hacia aquello que despierta mis sentimientos de amor y compasión, entonces el miedo baja. En cambio, cuando mi atención va hacia mí y dejo que eso empiece a rodar por la mente, el miedo sube.”

Para comprender mejor el miedo y hacernos amigos de él, es importante entender cómo opera. El miedo es una emoción que está en la mente, y no en ninguna otra parte. Por lo tanto, se trata de una interpretación que podemos modificar.

Una misma situación, por ejemplo: hablar en público, al tímido le parece muy intimidante, mientras que para la persona locuaz es un placer y una oportunidad.

    Cómo vencer el miedo

    Si la semilla del miedo está en la mente, no en las cosas o situaciones, tendremos que trabajar con nuestro centro de control. El escritor y motivador Dale Carnegie lo resumía así: “La inacción genera duda y miedo. La acción genera confianza y coraje. Si quieres conquistar el miedo, no te sientes en tu casa a pensar en ello. Sal y ponte manos a la obra.

    Tal como recomienda este autor norteamericano que fue un referente para millones de vendedores, la clave es hacer en lugar de pensar. El miedo se alimenta de nuestros pensamientos. Por lo tanto, tenemos dos caminos:

    1. Cambiar la dirección de nuestros pensamientos. Como decía el Dr. Martín Asuero, si orientamos nuestra mente hacia el amor, cambiará el signo de lo que vivimos por dentro.
    2. Actuar en vez de pensar. Si, siguiendo el ejemplo, te da miedo hablar en público, aprovecha cualquier ocasión para desafiar ese límite mental. Toma la palabra en una reunión de trabajo. Da una pequeña charla en la escuela de tu hijo o en la empresa de un amigo. Al principio puede que sientas vértigo, pero la acción tomará el lugar del miedo, que empezará a deshincharse como un globo.

    Como nos sugiere la fábula del espantapájaros, cada temor es, en realidad, una puerta que invita a ser cruzada. Al otro lado nos espera lo mejor de la vida.