Según la OMS, las enfermedades crónicas se cobran la vida de 41 millones de personas todos los años, lo que equivale al 74% de todas las muertes a nivel mundial. Estamos hablando de las enfermedades cardiovasculares (infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares, muy relacionados con la hipertensión arterial), el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes. ¿Cuál es la forma más eficaz de reducir el número de muertes por estas enfermedades? Pues, principalmente, luchando contra los factores de riesgo que propician su desarrollo: mala alimentación, sedentarismo, alcohol y tabaco.
Ahora bien, para alimentarse bien no basta con conocer la teoría, hay que ponerla en práctica: saber comprar sano, escoger buenos alimentos, leer las etiquetas de los productos y estar motivado. Eso es precisamente lo que propone Andrea Sorinas, diplomada en Nutrición Humana y Dietética y especializada en obesidad, nutrición clínica y patologías digestivas. Acaba de publicar El libro que la industria alimentaria no quiere que leas (Editorial Cúpula), una guía que nos ayuda a tomar las mejores decisiones a la hora de hacer la compra (de manera sana), aprender a leer etiquetas y conocer todos aquellos detalles que las grandes industrias de la alimentación no quiere que conozcamos.
"Cuidado con las etiquetas largas"
-¿Qué es comer sano en la época en la que la comida procesada ocupa cada vez más espacio?
-Comer sano es basar nuestra alimentación en alimentos frescos, priorizando el consumo de vegetales y alimentos poco procesados como conservas de legumbres, pescados o verduras, yogur natural o pan integral de calidad, y reducir el consumo de esos ultraprocesados.
-¿Cuáles son las claves para hacer una compra verdaderamente saludable?
-Lo básico es comprar materia prima sin procesar o alimentos poco procesados. En las etiquetas, debemos evitar ingredientes como azúcar, harinas refinadas, aceites de mala calidad y sal. Los alimentos ultraprocesados también se caracterizan por contener aditivos como potenciadores del sabor, edulcorantes o colorantes.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que las etiquetas largas nos dan a entender que el producto ha sufrido mucha modificación. Por ello, un truco fácil es justamente ese: la "pista de la etiqueta". Es decir, si un producto tiene una etiqueta muy larga, con palabras que no entiendes, probablemente sea un ultraprocesado. Busca en el estante a ver si encuentras otra opción mejor ¡y listo!”.
-En muchas etiquetas ponen palabras como "natural", "eco", "sin"... Pero luego no se trata de alimentos tan sanos ¿Cómo podemos distinguir lo verdadero de lo engañoso?
-Leer etiquetas es más fácil de lo que pensamos, tan solo hay que dedicar un poquito de atención a aprender a hacerlo. Lo que pasa es que la industria alimentaria nos engatusa con etiquetas ambiguas y nos hace el lío. Hay que saber diferenciar entre las declaraciones nutricionales y los reclamos publicitarios del producto.
Que un producto sea light, integral, fuente de hierro, rico en fibra, ECO, natural o receta artesana, no quiere decir que sea saludable. La industria alimentaria, muchas veces “maquilla” los ultraprocesados con estos reclamos o exagera alguna de sus propiedades para que parezcan saludables, pero siguen conteniendo ingredientes nada beneficiosos. Debemos fomentar una mayor conciencia sobre la calidad de los ingredientes. Que los consumidores sepan identificar qué ingredientes deben evitar en una etiqueta, para reducir la ingesta de sustancias perjudiciales y mejorar su bienestar general.
lo que no lleva un producto saludable
-¿Cuáles son los aditivos a los que poner la lupa?
-Todos los aditivos, al menos hoy por hoy, son seguros. Que sean seguros no quiere decir que sean saludables o inocuos. Por ello hay que aprender a diferenciarlos. Hay algunos que tienen que estar, por seguridad alimentaria o alargar la vida útil del producto, como antioxidantes o acidulantes, como el ácido cítrico. Otros, sirven para volver el producto más atractivo, como potenciadores del sabor, colorantes o edulcorantes. Su misión es aumentar la palatabilidad del producto, es decir, hacer que sepan mejor para que compres otra vez.
-En el caso de la sal y el azúcar ¿Cuándo podemos decir que estamos ante un producto equilibrado y sano?
-Lo ideal sería que el producto no lleve azúcar o sal añadidos. Pero, si los vemos en una etiqueta, al menos debemos fijarnos en que estén representados en poca cantidad, lo cual corresponde al 1% o menos para sal, y 5% o menos para el azúcar.
-¿Cómo podemos elegir un buen producto vegetal cuando incluso en este campo hay ahora procesados?
-El mejor producto vegetal será aquel sin procesar, fresco, de temporada y proximidad. Pero también existen procesados vegetales saludables, como congelados o conservas. Para ello, debes fijarte en los ingredientes del producto. Lo ideal sería que lleve únicamente el vegetal en sí. Puede llevar también algún antioxidante o algo de sal (<1%). Evitando los que llevan aceites refinados o azúcar.
La comida es la base de la salud
-¿Qué es alimentarse mal? ¿Cómo nos afecta en la salud a corto plazo?
-No soy partidaria de polarizar la alimentación como “mala” o “buena”. Hay muchos factores en juego, pero podría resumirlo en que el error común es comer pocos vegetales y abusar de ultraprocesados.
Nuestra alimentación afecta a nuestros niveles de energía, vitalidad y productividad, también a nuestro descanso ¡Incluso a nuestro estado de ánimo! Las dietas ricas en ultraprocesados, grasas y azúcares se relacionan con estados de ánimo depresivos y ansiedad. También afecta a nuestra memoria, al aprendizaje, al desarrollo intelectual; a nuestro sistema inmune e incluso al aspecto de nuestra piel.
-De hecho, la alimentación es uno de los 5 pilares que señalas en el libro que sirven para ganar energía. ¿Cuáles son el resto y por qué nos cuesta relacionar tanto nuestra baja energía con la alimentación?
-El ejercicio físico, el descanso, el manejo del estrés y la reducción de tóxicos son los otros cuatro pilares. Nos cuesta relacionar la alimentación con la falta de energía u otros aspectos del bienestar diario porque falta información de todo lo que la alimentación puede beneficiarnos en nuestro bienestar actual. Estamos acostumbrados a oír que sólo sirve para cuidar nuestro aspecto físico y nuestra salud a largo plazo: lo primero no es lo suficientemente importante y lo segundo no es lo suficientemente urgente, así que acabamos dejando la alimentación saludable “para después”.
el problema que tienen las dietas
-Las redes y los medios en general están llenos de dietas, en tu libro las destierras
por comer sano. ¿Por qué?
-Porque las dietas no son la solución, no funcionan y, además, son una auténtica tortura. Para que el cambio de hábitos perdure en el tiempo, no hay que verlo como una imposición, sino disfrutar del proceso. Dejarnos de prohibiciones, de restricciones, de culpa. No hay alimentos prohibidos, ni buenos o malos, todo depende del contexto y de la frecuencia con la que se consuman. Debemos entender el comer saludable como una forma de autocuidado, no como una dieta puntual que empieza un día y termina otro.
-¿Cuáles son los primeros cambios que podemos hacer para salir de la zona de confort y empezar a comer bien?
-En primer lugar, como comentaba anteriormente, es importante cambiar el enfoque que le estamos dado a esto de “comer sano”. Cambiar el “tengo que comer sano” por el “quiero comer sano”. Una vez cambiado el enfoque, hay tres pasos para motivarse a comer saludable, a los que se puede volver cuando la motivación decaiga y queramos recuperarla.
El primer paso es fijarse un buen objetivo, uno efectivo. El segundo, encontrar los motivos por los cuales quieres conseguirlo, realizándonos varias veces la pregunta “¿para qué quiero conseguir mi objetivo?”, y encontrando los motivos reales y emocionales por los que valdrá la pena el cambio. Y, por último, elaborar un plan de acciones concretas y específicas para lograrlo.