La irrefrenable pasión de los dioses griegos por las aventuras amorosas se traducía en ocasiones en criaturas de aspecto como mínimo peculiar o extraño. Es el caso del dios Pan, sobre cuyo nacimiento existen varios mitos y cuyos amoríos fueron célebres en el Olimpo.
Dios Pan: mitos sobre su origen
El mito más extendido sobre el origen del dios Pan es que nació de una breve relación que Hermes, el mensajero de los dioses, mantuvo con una ninfa.
Quizá porque su padre, en aquel tiempo, se hallaba pastoreando un rebaño de cabras, el niño nació con piernas, cola, cuernos y orejas de macho cabrío. Su madre, al verlo, lo apartó horrorizada; no así Hermes, quien, prendado de él, lo recogió y se lo llevó al Olimpo.
Allí fue bien acogido y recibió el nombre de Pan, que significa “todos” y que le fue dado porque es fama que su sola presencia regocijó a todos los dioses.
Ahora bien, aunque esa es la versión más extendida acerca del nacimiento del dios Pan, no la única: hasta diecinueve genealogías se cuentan acerca de este dios. Una de las más chocantes es la que lo hace hijo de Penélope, la esposa del héroe Odiseo (el Ulises de los romanos), que en ausencia de su esposo se habría consolado con multitud de amantes.
La versión más aberrante sobre su origen es la que hace a Pan hijo de los amores entre el pastor Cratis y una cabra.
Ya mayor, Pan se convirtió en el dios de los pastores y los rebaños, así como en el de la fertilidad de los campos.
Pan recibió ese último atributo por su prodigiosa actividad sexual. A la hora de satisfacerla no hacía distingos entre muchachas y muchachos.
Amores desgraciados del dios Pan
Uno de sus amores más célebres fue el que sintió por la ninfa Pitis, que era también pretendida por Bóreas, el frío viento del norte. Celoso, Bóreas la arrojó desde lo alto de un peñasco, aunque Gea, la Madre Tierra, consiguió salvarla en el último instante metamorfoseándola en un pino. Desde ese momento, las hojas de ese árbol se convirtieron en uno de los atributos de Pan.
Otro, la flauta, nació también de un amor desgraciado, el que Pan sintió por la ninfa Siringa. Esta, para no caer en sus brazos, acabó transformada en un cañaveral. Con sus cañas, Pan se fabricó una flauta, a la que llamó siringa en recuerdo a la ninfa, aunque se la conozca también como “flauta de Pan”.
Al son de esa siringa, Pan alegraba las fiestas de Dioniso, el dios del vino, de quien fue uno de sus más bulliciosos compañeros. Otro era Sileno, un sátiro con una afición desmedida por el vino, al que algunas tradiciones hacen hijo de Pan y una ninfa.
El culto al dios Pan
Pan era asociado sobre todo a la Arcadia, una región del Peloponeso famosa por sus pastores. En ella, el centro de su culto se hallaba en el monte Liceo, donde también se veneraba a Zeus. En la misma Arcadia, en la ciudad de Licosura, Pan era venerado en un santuario.
Los atenienses le consagraron una de las grutas de la Acrópolis. Lo hicieron como muestra de agradecimiento por el anuncio que el dios había hecho de que derrotarían a los persas en la batalla de Maratón de 490 a.C. En honor a Pan los atenienses celebraban también una carrera de antorchas cada año.