Aunque no solemos ser conscientes de ello, se estima que pasamos más de un tercio de nuestra vida en la cama, un dato que pone de relevancia el enorme uso que hacemos tanto de la ropa de cama como de los complementos.
La ropa de cama que está en contacto directo con nuestra piel acumula sudor, pieles muertas, humedad y, en definitiva, gérmenes, y todos sabemos que hay que lavarla con frecuencia, como mínimo una vez por semana. Lo que ya no está tan claro es qué hay que hacer con aquellos elementos que no tocan directamente nuestro cuerpo, como los edredones.
Al estar protegido por una funda parece que no se ensucia tanto y, al tener un gran tamaño, puede ser complicado lavarlo en casa. Sin embargo, los edredones también se ensucian y conviene lavarlos con cierta frecuencia para mantener la cama fresca y limpia.
¿Por qué hay que lavar el edredón?
Pese a estar envuelto en una funda nórdica que se lave con regularidad, el edredón también acumula polvo, células cutáneas, sudor y ácaros. Y, si no lo ventilas adecuadamente, puede acumular esporas de moho y bacterias.
Todas estas sustancias y microorganismos, además de transformar tu edredón en algo muy poco higiénico, pueden ser un gran problema para aquellas personas que sufren algún tipo de alergia.
Lavar el edredón (siempre que lo hagas correctamente) eliminará la mayoría de estas micropartículas y contribuirá a que tu cama esté más limpia y tu sueño sea más agradable.
¿Cada cuánto hay que lavar el edredón?
Lógicamente, al estar protegido con la funda nórdica, el edredón no requiere un lavado tan frecuente como las sábanas o fundas. De hecho, la frecuencia con la que hay que lavarlo dependerá en gran parte del uso que le demos: no es lo mismo usarlo durante muchos meses o solo esporádicamente.
Tampoco lo es si en tu habitación entran animales domésticos o niños, si lo has usado estando enfermo, si sudas mucho durante la noche o si tienes alergias.
Por lo general, los expertos, como los de la empresa especializada en ropa de cama The Fine Bedding Company, recomiendan lavarlo dos veces al año (o como mínimo una), pero en los casos que hemos mencionado antes es posible que convenga lavarlo cada 3 o 4 meses (o incluso con mayor frecuencia).
No obstante, para que se mantengan frescos y limpios entre los lavados conviene ventilarlos al aire libre con frecuencia, al menos cuatro veces al año. La luz del sol ayuda a esterilizar los tejidos y el calor favorece la eliminación de la humedad que pueda haber en el relleno. Además, al airear los edredones, las fibras se expanden de forma natural y se revitalizan.
Cómo lavar bien el edredón
El relleno de los edredones puede ser de plumas, de lana, de fibras vegetales o de fibras sintéticas y la clave a la hora de lavar el edredón es seguir las instrucciones del fabricante. Algunos rellenos no admiten el lavado a máquina (por lo general, los de plumas y plumón) y deberás llevarlos a la tintorería, pero hoy día muchos de los más comunes sí que pueden lavarse en casa (y, de hecho, algunas lavadoras de alta categoría tienen un programa especial para edredones).
Los edredones lavables a máquina conviene lavarlos a baja temperatura, porque las temperaturas altas pueden debilitar o romper las fibras con el tiempo. Se recomienda usar un detergente líquido, ya que penetra más fácilmente en los tejidos que el detergente en polvo, y evitar el suavizante. El centrifugado conviene que sea moderado, de 400 a 800 revoluciones.
El problema a menudo está en que el edredón es tan grande que no cabe dentro de la lavadora o cabe, pero está demasiado comprimido. Si no tiene el espacio suficiente para moverse, no se lavará bien y el esfuerzo será en vano. En estos casos, tendrás que llevarlo a una tintorería especializada.
Cómo secar bien el edredón
Es fundamental que el edredón se seque perfectamente tras el lavado. De lo contrario, la humedad puede servir como caldo de cultivo para la proliferación de microorganismos.
Uno de los problemas más frecuentes al lavar el edredón es conseguir que luego recupere su forma original, y esto tiene mucho que ver son el secado. Es preferible secarlo en la secadora a baja temperatura, siempre que te quepa cómodamente, pues igual que sucede con el lavado, las altas temperaturas pueden perjudicar las fibras. Secándolo de esta forma, no solo consigues que se seque bien el interior, también ayuda a que vuelva a quedar esponjoso.
Si no te cabe, puedes lavarlo en un día que haga mucho sol y colgarlo al aire libre.