Cuando se trata de discutir, todos creemos tener la razón. Es normal. El enfado hace que nuestro cerebro vaya más rápido, pero reduce en gran medida nuestra capacidad de razonar. Es un efecto necesario para sobrevivir, pero que puede dañar considerablemente las relaciones interpersonales. Aunque, al parecer, esto de creer que uno tiene la razón no es algo personal, sino que está en el mismísimo ADN de la humanidad.
Un estudio realizado por la Universidad de Ohio lo demuestra, y explora las posibles razones por las que, todos en general, tendemos a pensar que tenemos la razón, aunque estemos equivocados. ¿Crees que tú también sabes la respuesta? Vamos a descubrirlo.
Ilusión de adecuación de la información
Angus Fletcher, profesor de inglés en la Universidad Estatal de Ohio y coautor del mencionado estudio, investiga el poder que las historias tienen sobre las personas. Esta investigación, al igual que otras tantas, forman parte de algo más grande. El estudio de lo que se conoce como realismo ingenuo: la creencia que tienen las personas de que su comprensión subjetiva de una situación es la verdad objetiva.
Es decir, pensar que tu opinión, basada en tus experiencias personales, constituye la verdad absoluta de una situación.
Este tipo de estudios suelen versar sobre como diferentes personas tienen distintas interpretaciones de una misma situación. Como sucede con esos dibujos que, en función de cómo los mires, puede representar un animal u otro. O el famoso vestido negro y azul (o dorado y blanco) que inundó las redes hace unos años. Cada cual defenderá, como si tuviese la razón absoluta, que el vestido es de los colores que ve, sin pararse a pensar en lo que está viendo el otro.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿Qué opera en nuestra mente para que nos creamos con la razón incluso cuando no la tenemos? Fletcher y su equipo lo han llamado ilusión de adecuación de la información, y su estudio demuestra cómo opera.
¿Tienes toda la información que necesitas?
Esto de tener la razón no parece obedecer a características personales, ni mucho menos. No es que quienes aseguran ostentarla se crean superiores. O, al menos, no siempre. El problema parece estar en que, de forma natural, tendemos a pensar que tenemos toda la información que necesitamos para tomar una decisión o sustentar una postura.
Para demostrar esta teoría, Fletcher y su equipo realizaron el siguiente experimento. Imaginaron una situación ficticia, en la queuna escuela no contaba con agua suficiente para sus instalaciones, y en base a ella, escribieron tres artículos.
- El primero, que dieron a leer al grupo A, incluía argumentos a favor de unirse a otras escuelas para solucionar el problema del agua.
- El segundo, que dieron a leer al grupo B, se posicionaba en contra de la fusión con otras escuelas, esgrimiendo argumentos sobre sus posibles consecuencias.
- El tercero, que dieron a leer al grupo C, analizaba ambas posturas.
Al acabar de leer sus artículos, se les preguntó a los sujetos si se veían preparados para tomar una decisión, que creen que pensarían los demás de la situación y qué decisión tomarían. La investigación incluyó a más de 1200 personas. Y los resultados son claros.
Siempre tengo la razón
Al hacer las preguntas a los investigados, los expertos descubrieron que la ilusión de adecuación de la información que postulaban era una realidad. Estas fueron sus conclusiones:
- Las personas de los grupos A y B estaban más seguras de poder tomar una decisión que las del grupo C, pese a contar con menos información.
- En su mayoría, los participantes del grupo A y B estaban de acuerdo con lo que planteaba el artículo que habían leído.
- Estos mismos participantes pensaban que el resto pensaría igual que ellos, dando por cierta toda la información de la que disponían y sin considerar que les faltaba la otra mitad de la historia.
Una pizca de esperanza
Descubrir cómo funciona nuestra cabeza puede ser aterrador. Estos datos, que buscan comprender mejor cómo procesamos la información y nos formamos opiniones, también revela las causas que subyacen a la polaridad política en la que vivimos en la actualidad. Por suerte, como explica Fletcher, nos queda un poco de esperanza.
Algunos de los sujetos que participaron en el experimento leyeron, tras responder las preguntas indicadas, el otro artículo. Muchos de ellos afirmaron que podían cambiar de opinión tras la lectura, abiertos a nuevas soluciones tras conseguir más información.
“Eso no siempre funciona, especialmente en cuestiones ideológicas arraigadas”, explicaba el profesor. Sin embargo, “la mayoría de los conflictos interpersonales no tienen que ver con la ideología. Son simplemente malentendidos que surgen en el transcurso de la vida cotidiana”.
Y ahora que tienes esta información, puedes empezar a cuestionarte si cuando crees tener la razón realmente la tienes. El profesor nos invita a hacer el siguiente ejercicio: “Cuando no estás de acuerdo con alguien, lo primero que debes hacer es pensar: ‘¿Hay algo que esté pasando por alto y que me ayudaría a comprender mejor su perspectiva y su posición?’ Esa es la manera de combatir la ilusión de que la información de la que dispones es suficiente”.