Encontrar la felicidad es uno de los grandes retos de la humanidad. A diferencia de otras especies que habitan la Tierra, el ser humano tiene autoconciencia, y eso lo cambia todo. Para nosotros, no es suficiente con sobrevivir y reproducirnos. Necesitamos algo más, necesitamos colmar nuestra vida de propósito, de felicidad.

Pero ¿cómo es posible alcanzar ese santo grial al que todos llamamos felicidad? A lo largo de los siglos, son muchos los pensadores, filósofos y expertos de la mente humana los que han intentado responder esta pregunta. Arthur C. Brook, profesor de Liderazgo Público en la Universidad de Harvard y uno de los mayores expertos en el campo de la felicidad a nivel mundial, tiene su propia respuesta. Y curiosamente, consiste en ser capaz de hacerte la misma pregunta cada día.

¿Qué es la felicidad?

Quizá lo primero que haya que hacer cuando abordamos ese deseo humano y universal de ser feliz sea definir qué es la felicidad. En un mundo de placeres inmediatos, en el que todo va cada vez más rápido, pararse a resolver esta cuestión puede marcar la diferencia.

Brooks ha dedicado siete años de su vida a investigar sobre la felicidad. Estos años de trabajo y estudio han dado como respuesta uno de sus once libros, De fortaleza a fortaleza, obra que el mismísimo Dalai Lama ha alabado públicamente.

En este texto, Brooks aborda esta pregunta con maestría, deshaciéndose por el camino de las falsas acepciones de la felicidad. Porque, aunque definir qué es la felicidad es complicado, podemos descartar algunas respuestas hasta dar con la respuesta correcta.

La felicidad no es el éxito

Una de las respuestas más habituales que solemos dar en el siglo XXI cuando se nos habla de felicidad tiene que ver con el éxito. Cada vez más, priorizar el trabajo y la vida profesional por encima de la personal parece un símbolo de estatus, de realización, que suele alejarnos de algunas fuentes esenciales de felicidad.

Arthur C. Brooks lo define como “la adicción al éxito”. Alcanzar objetivos, tacharlos de la lista de pendientes, nos genera una gran sensación de satisfacción. Y no es que el éxito sea algo esencialmente negativo. Al contrario. Pero si llegamos a él perdiendo el equilibrio en nuestra vida, la sensación de plenitud que nos produce a penas durará unas horas, unos minutos.

Por eso, Brooks recomienda poner límite a la adicción al éxito. Si puedes alcanzarlo sin perder el equilibrio, entonces adelante. Pero no debemos sacrificar nuestra vida personal en pro de la profesional, ni hacer lo contrario. La clave está en el equilibrio.

¿Por qué somos infelices?

Volvemos a toparnos con una pregunta de múltiples respuestas. Las razones para ser infelices parecen casi tantas como las que nos permiten alcanzar la felicidad. Sin embargo, Brooks consigue resumirlas todas ellas en una sola palabra: auto-conciencia.

El ser humano es consciente de su conciencia, algo prodigioso que, sin embargo, supone una gran responsabilidad. Un peso con el que debemos cargar cada día. De ello se encarga la corteza prefrontal, la zona más desarrollada del cerebro, que nos permite ser conscientes de nuestros pensamientos y acciones.

Para lidiar con esta pesada carga, Brooks recomienda echar la vista atrás y escuchar lo que tantas culturas milenarias han explicado a la humanidad: debemos aprender a observar sin juzgar. Mirar de forma amable el mundo, sin emitir juicios de forma constante sobre aquello que vemos y pensamos, puede ayudarnos a llevar una vida más apacible.

El camino hacia la vejez

Los seres humanos, al igual que el resto de los seres vivos, envejecemos. Es una realidad inexorable que, sin embargo, buscamos negar y revertir por todos los medios posibles. Y es probable que esta lucha, esta expectativa poco realista de evitar la vejez, sea una de las principales fuentes de infelicidad en nuestra sociedad.

A diferencia de otras especies, el ser humano es consciente de su declive y del cambio de estatus que este produce en su “manada”. La corteza prefrontal entra, entonces, en juego, comparando lo que fuimos con lo que somos. Aparecen así valoraciones negativas, visiones pesimistas del futuro y una dolorosa pérdida de propósito.

Estas son, según Brooks, las razones por las que dejamos de ser felices a medida que envejecemos. Hasta los treinta años, nuestro cerebro es rápido, nos sobra energía y nuestra memoria parece prodigiosa. A partir de esta edad, nos adentramos en una curva descendente, más o menos pronunciada según el estilo de vida, el estado de salud y otras tantas variables.

Si durante la juventud hemos permitido que la felicidad sea sinónimo de estar en todos lados, de hacer muchas cosas y de ser relevantes, en la vejez nos sentiremos menos válidos, menos felices.

Entonces, ¿qué es la felicidad?

Tenemos sobre la mesa algunas de las causas de la infelicidad, algunos mitos sobre lo que es la felicidad, pero seguimos sin dar con la respuesta correcta. Y es que lo cierto es que la felicidad no es algo que alcanzar ni que definir, es algo que debemos desarrollar.

Así lo explica Brooks a sus alumnos y lectores, al decir que la felicidad es algo que se trabaja. Es el resultado de lo que hacemos y lo que dejamos de hacer. Pues solo al alinear nuestra vida con nuestros valores podemos sentirnos plenos.

De hecho, el experto de Harvard asegura que en el futuro existirán clases sobre cómo ser feliz, cómo pensar y cómo diseñar la vida que deseamos.

La gran pregunta

Arthur C. Brooks nos ha enseñado mucho sobre la felicidad por medio de sus libros, conferencias y entrevistas. Pero su lección más valiosa consiste en hacerse una pregunta cada día para saber si eres feliz o no. Y esta pregunta es: ¿Podrías morir en paz mañana?

Si puedes responder que sí es porque has actuado cada día haciendo lo que creías mejor, has intentado mejorar tu entorno y tu paso por la vida ha servido para iluminar la vida de los demás, y no para oscurecerla.

Y si no puedes responder afirmativamente a esta pregunta, quizá debas hacerte muchas más preguntas sobre hacia donde estás encaminando tus pasos. Porque, como dice Brooks, la felicidad no es un don recibido del cielo, sino algo que se trabaja cada día.