Con una brillante carrera científica con estadías en el Kings College de Londres y el Max Planck de Frankfurt, Alemania, Nazareth Castellanos es directora de investigación del laboratorio Nikara y cátedra extraordinaria de Mindfulness y ciencias cognitivas de la Universidad complutense de Madrid.

A su labor como investigadora, se une su gran aportación a la divulgación de las neurociencias. Visita Barcelona para presentar su libro Neurociencia del cuerpo (Ed. Kairós) y aprovechamos para conocernos y hacer la entrevista.

-Después de una era de cerebrocentrismo, en su libro aborda cómo el cuerpo impacta en las neuronas. ¿Cómo ha vivido este nuevo enfoque?
-Para mí ha sido una satisfacción inmensa ver que esta nueva corriente se abría en el campo científico. Costó mucho cuando lo presentamos en la universidad, pues no fue muy bien acogido porque suponía cambiar completamente el paradigma. Con ello, no estamos diciendo que el cerebro quede aparte; lo que decimos es que se abre una línea de investigación en la que abordar la relación cerebro-cuerpo en ambas direcciones: del cerebro al cuerpo, y del cuerpo al cerebro.

qué impacta en el cerebro

-¿Que le ha aportado la neurociencia?
-Yo he ido aprendiendo mucho de mí; de hecho, era un poco lo que yo buscaba hacer: una neurociencia que me sirviese a mí en mi día a día. Las investigaciones ciertamente aportan muchas cosas bonitas, resultados que después se pueden aplicar a la práctica clínica, pero luego, yo me preguntaba cómo incorporar lo estudiado en en mi día a día.
Mis estudios me han ayudado a conocerme un poco más, como vía de autoconocimiento. He aprendido mucho y me he reconciliado con el cuerpo. Antes, veía un poco el cuerpo como un instrumento que lleva la cabeza, y la cabeza era la pensante. Ahora, a través de mis investigaciones, ambos son protagonistas.

-¿Qué ha aprendido al considerar el cuerpo?
-Mucho, sobre la postura corporal, los gestos faciales, la respiración y la alimentación, por ejemplo, y cómo impacta el cerebro en la percepción de la información y en su funcionamiento.

¿En qué postura piensas?

-Empecemos por la postura...
-En general, cuando nos vamos a descansar, es un momento en el que solemos dar vueltas a los problemas, intentamos buscar soluciones a aspectos del día a día... Pues bien, ahora sabemos que cuando nos acostamos, cuando estamos tumbados, tenemos menos recursos neuronales, y entonces no solo pensamos peor, también amplificamos los problemas.

Sabemos que la postura incide en el proceso del pensamiento, y este es un ejemplo de cómo yo he incorporado el conocimiento de la neurociencia en mi día a día. En relación a la postura, he incorporado que para pensar, mejor estar incorporada, sentada.

-Así, el rumiar tumbado en la cama o hacer terapia en el diván activa  áreas diferentes del  cerebro...
-Cuando no podemos conciliar el sueño, son comunes los momentos de rumiación, sí.
En esta situación se activa, sobre todo, la red de saliencia en el cerebro, vinculada a la atención y también a otros procesos cognitivos. En esas noches de mucho diálogo interno espontáneo, de mucha rumiación, que casi se torna en obsesiva y muy emocional, se percibe todo como muy amplificado. Después, a lo largo del día, ya relativizamos y vemos que quizás no había para tanto, y se revisan las decisiones.
El cerebro interpreta la postura y actúa en consecuencia. Al encoger los hombros, por ejemplo, el cerebro lo interpreta como estresante y en ese momento ya está activando estructuras cerebrales en mí diferentes de si están relajados; o si estamos más encorvados, se activan áreas de la tristeza. En el día a día, cuando practicas con la postura, estás haciendo que el cerebro se crea que estás más relajado, con menos estrés. Y, no solo la postura, también influye la cara, sus gestos.

La cara te revela cómo estás

-Cuéntenos, ¿qué dice la cara de nosotros?
-Darse cuenta de cómo está mi cara es algo a lo que también he aprendido a prestarle atención. Nos enseñan a que hay que sonreír todo el día, y yo huyo mucho de eso. Prefiero hablar de pacificar. Hay momentos en la vida que no me piden  una sonrisa y prefiero ser congruente. Sin embargo, incluso en esos momentos podemos pacificar la cara y entonces interviene mucho toda la musculatura, en especial la ocular.

-¿Se pacifica también la mirada?
-Sí, pacificar la cara es pacificar la mirada y la boca, y al pacificarla cambia mucho la percepción, y entonces la postura también. Si tomas conciencia de ello, verás que al relajar los ojos y la boca, se dibuja una sonrisa. Por el contrario, si tengo una cara enfadada, el cerebro activa mecanismos de enfado.

-¿Los gestos nos delatan?
-Los ojos y la boca saben antes que el cerebro. El hecho es que, antes de enviarse la información al cerebro, se proyecta en la musculatura facial. Por eso, de alguna forma, estar atentos a los gestos y tener esa conciencia de los movimientos de la cara te ayuda a conocer eso que está pasando en ti.

conocerse antes de actuar

-¿Podemos prepararnos para lo que vendrá?
Para que una emoción se exprese, primero tienen que suceder los mecanismos preparatorios, y el cuerpo da pistas de esos procesos que ocurren de modo inconsciente. Como indica un estudio realizado en la Universidad de Berlín, incluso hay un cierto tiempo en el que podemos abortar ese proceso.
Tener conciencia corporal permite conocer antes de que el cerebro actúe y ser ayuda ante una situación de estrés, miedo, etc... Haciendo un símil con el despegue de un avión, incluso se puede frenar y abortar el despegue, anticiparnos a ese momento  de no retorno, cuando el avión ha alcanzado los 300 kilómetros por hora y ya solo puede despegar, sin  posibilidad de frenar.

-De la cara, ¿la nariz sería la gran olvidada?
-Completamente. El gran descubrimiento es conocer que la respiración nasal tiene muchas ventajas frente a la bucal, empezando por el sistema inmune. Al inspirar por la nariz, el aire pasa por los filtros que lo limpian y atemperan. En cambio, cuando se inspira por la boca, esto no ocurre, no hay esos filtros, y el aire impacta directamente sobre las adenoides, que tienen que hacer de filtro de los patógenos y se empieza a inflamar .

-¿Y cómo incide respirar por la nariz en el cerebro?
-Desde el punto de vista cerebral, cuando respiramos por la nariz se activan ciertas áreas que el cerebro  sincroniza y reordena, y entonces hace que tengamos mayores recursos neuronales. Por ejemplo, respirar por la nariz activa la memoria; y cuando la información que recibimos coincide con la inhalación, hay más probabilidades de ser recordada que si llega mientras soltamos el aire.
Un estudio de la Universidad de Tokio vio que había una conexión directa entre el bulbo olfativo y el hipocampo; por tanto, es el olfato el sentido que más capacidad tiene de hacernos evocar un recuerdo, mucho más que la vista.

La importancia de las caricias

-Háblenos del tacto...
-Pues, últimamente me estoy empapando de la literatura científica sobre las caricias. Desde el punto de vista neuronal no le damos mucha importancia al tacto, pero sabemos que el impacto que tiene una caricia, un tacto suave y lento, tiene un poder analgésico, y además incide sobre las estructuras que están más implicadas en la idea de uno mismo. Por ejemplo, cuando nos tocamos la cara se activan las ínsulas, las zona del cerebro donde uno se reconoce a sí mismo, y de ese modo, ese gesto nos está dando otra visión de nosotros. Mis estudios van en  la línea de humanizar la medicina, de conocer cómo afecta la caricia frente al dolor o a los nervios de afrontar una prueba diagnóstica, por ejemplo.

-La medicina precisa de este conocimiento...
-Creo que en muchos sentidos está obsoleta, muy alejada de la biología y del cuerpo, incluida la psiquiatría. Incluir los hábitos nutricionales y el ejercicio es clave para la salud física y mental.  Ambos aspectos tienen que ir de la mano para avanzar. Una vida sedentaria y una alimentación rica en procesados repercute en el deterioro de la salud mental.
-Para finalizar, un hábito de autocuidado...
-Bailar. Sin duda, bailar. Es la mejor forma de cuidar el cuerpo y la mente, una buena medicina preventiva, fortalece las conexiones neuronales y promueve un envejecimiento más saludable.
Pondría a bailar a los niños y las niñas en la escuela, a los adultos aunque solo fuera diez minutos al día. Si además se baila en grupo, se acompasan los corazones, se favorece la comunicación y se mejora la resistencia al dolor.

Bailar y meditar unos minutos al día es una forma de cuidarnos y de conocernos mejor.