Comparado con el resto de dioses del Olimpo, el dios Hefesto dejaba bastante que desear: era más bien feo, padecía una acusada cojera y, por si todo eso fuera poco, sus modales eran torpes y risibles. Además, andaba siempre desaliñado, sudoroso y cubierto de hollín. Pero había algo que nadie le negaba: sus manos eran capaces de forjar, modelar y crear auténticas maravillas

 

Hefesto, el dios cojo 

Los mitos no se ponen de acuerdo sobre los orígenes de Hefesto. Por lo general se tiene a este dios griego como hijo de Zeus y Hera, aunque hay también una tradición que afirma que su madre lo tuvo por sí misma, sin necesidad del concurso de su esposo. Y todo porque Zeus había tenido una hija, Atenea, que brotó directamente de su cabeza. Para no ser menos, Hera decidió tener un hijo.

El niño nació cojo, un defecto que avergonzó tanto a la madre, que decidió deshacerse de él arrojándolo al océano, donde fue recogido por la nereida Tetis

No es esa, sin embargo, la única versión acerca de la cojera de Hefesto. Otra refiere que fue causada por Zeus: un día en que el dios y Hera discutían a propósito de otro hijo de Zeus que su esposa no podía ni ver, el héroe Heracles, Hefesto intervino a favor de su madre. Sin mediar palabra, Zeus lo precipitó fuera del Olimpo. La cojera fue consecuencia del impacto contra el suelo de la isla de Lemnos. 

El dios Hefesto, un artesano prodigioso

Esa discapacidad no impidió que Hefesto aprendiera a dominar el fuego y los metales, ni que se convirtiera en un consumado artesano. Su taller eran los volcanes, donde creaba auténticas maravillas. Como el trono de oro que regaló a Hera y en el que ella, extasiada, se sentó para quedar de inmediato atrapada por unas finísimas cadenas. De ese modo, Hefesto se vengó de su madre por el trato que le dispensó al nacer. 

El dios Hefesto fue el creador también de muchas de las armas, joyas y objetos mágicos que llevaban tanto los dioses como algunos héroes. Para Aquiles, el hijo de la nereida Tetis, forjó una armadura y un escudo que no solo embelesaban los sentidos, sino que resultaban impenetrables.

Al dios Hefesto se le debe también la creación de algunos autómatas, como Talos, un gigante de bronce que protegía Creta de incursiones piratas. 

No obstante, ninguna de sus creaciones puede compararse a Pandora, la primera mujer. Por orden de Zeus, que deseaba castigar de un modo particularmente retorcido a los humanos, Hefesto la modeló con barro, tras lo cual le infundió vida y dejó que el resto de dioses le dieran alguna cualidad, como el arte de seducir o el de mentir.

Los amores del dios Hefesto

Hefesto no tuvo demasiada fortuna en el amor. Prendado de Atenea, cuyo nacimiento había propiciado al abrir la cabeza de Zeus de un hachazo, intentó violarla, pero ella consiguió rechazarlo. Aun así, el dios llegó a eyacular: de su semen, caído en la Tierra, nació Erictonio, quien acabaría siendo uno de los reyes de Atenas.

Con posterioridad, Hefesto se casó con la más bella de todas las diosas, Afrodita. Fue un matrimonio forzado por Zeus y Hera que de inmediato se reveló infeliz, sobre todo porque la diosa del amor, dando cuenta de su carácter inconstante, no tardó en engañar a su esposo con Ares

La respuesta de Hefesto a esa infidelidad fue construir una red tan fina, que resultaba invisible. Con ella logró atrapar a los amantes in fraganti, tras lo cual llamó al resto de los dioses para que los vieran y avergonzaran. 

El matrimonio con Aglaya, una de las tres Cárites o Gracias que representaban el encanto y la belleza, fue mucho más tranquilo. De su relación nació una segunda generación de Cárites, formada por Euclea, Eufema, Eutenea y Filofrósine, diosas respectivamente de la buena reputación, el discurso correcto, la prosperidad y la amabilidad.

El culto al dios Hefesto

Hefesto era sobre todo venerado en Lemnos, el lugar en el que, según el mito, cayó cuando fue arrojado del Olimpo. Su capital llevaba un nombre que rendía homenaje al dios: Hefestia. En ella se le dedicaba una fiesta de purificación, durante la cual se encendía un fuego nuevo que luego era distribuido a los artesanos de la isla. 

En Atenas, su culto está ligado al de Atenea y Erictonio. En el Erecteón, el templo consagrado a este último en la Acrópolis ateniense, Hefesto tenía un altar. 

Cerca del ágora se levantaba un templo dedicado al dios, el Hefestión, en el que también se veneraba a Atenea. Cada año, la ciudad le dedicaba un festival, las Hefestias, entre cuyas actividades destacaba una carrera de antorchas.

Otro lugar donde se rendía culto a Hefesto era en las islas Lipari, cerca de Sicilia, y en la región del Etna, donde se creía que el dios tenía su forja