Virginia nació en 1916 en Neillsville (Wisconsin), en un entorno modesto de ambiente rural. Fue una niña precoz que aprendió a leer sola a los tres años. Parece extraño que a los cinco años decidiera convertirse en “detective infantil para investigar padres”. Era solo un juego ingenioso. Pero no lo es tanto porque ya apuntaba claramente cuál sería su foco de análisis y lo que a la larga se convertiría en la tarea de su vida.
Esta mirada, favorecida seguramente por su formación como trabajadora social, la impulsó a concebir la psicoterapia como una intervención familiar que desarrolló en su práctica diaria y formuló en sus libros.
Tenía claro su camino, trabajó para pagarse sus estudios de Magisterio y con veinte años, ya ejercía de maestra en una escuela pública, y al año siguiente ya era la directora. Posteriormente, realizó un posgrado de Trabajo social en la Universidad de Chicago y comenzó a trabajar con familias.
“La vida no es lo que se supone que debe ser. Es lo que es. La forma de lidiar con ella es lo que hace la diferencia”.
A mediados de los cincuenta entró en el Instituto Psiquiátrico de Illinois impulsando el enfoque familiar junto con otros terapeutas y, poco después, participó en la fundación del Mental Research Institute de Palo Alto (California).
A partir de los sesenta comenzó a publicar sus libros y difundir su enfoque familiar internacionalmente.
La familia en el centro de la terapia
En la terapia familiar, la unidad del problema no es el individuo sino la familia. La conducta que se identifica como "enferma" es consecuencia de una forma de relacionarse que primero se muestra en uno de sus miembros pero cuando se profundiza se descubre que no es el único.
La terapia familiar actúa pues sobre las relaciones y no sobre la conducta de una única persona, manteniendo la continuidad entre individuo, familia y comunidad. Precisamente se busca su desarrollo y su adaptación dentro de ese sistema de interrelaciones. Y se pone el acento en el cambio y el crecimiento interior más que en la eliminación de unos síntomas supuestamente desviados.
El enfoque elegido por Satir y otros autores –como Don Jackson, Jay Haley o John Weakland– se conoce como “existencial” porque se le da más importancia al crecimiento personal frente a otras corrientes en las que prima el cambio del sistema familiar.
“El mejor regalo que puedo concebir de otros es ser visto por ellos, escuchado por ellos, entendido y tocado por ellos"
Pero Satir no ha sido una simple seguidora de estas concepciones, ha jugado un papel clave en su desarrollo. A través de un trabajo pionero, a partir de sus intuiciones y de su capacidad para ver en los pacientes algo que estaba más allá y que tenía que ver con los lazos de comunicación e interacción familiar. Hasta el punto de que pudo “comprender que la llamada no solo contenía una oferta de ayuda para el paciente sino también, al mismo tiempo, era una petición de ayuda para la familia”.
Los elementos de las relaciones familiares
La relación entre el paciente y su familia es tan esencial que “la conducta de cualquier individuo es una respuesta a una compleja serie de ‘reglas’ metódicas y predecibles que gobiernan su grupo familiar, aunque dichas reglas pueden no ser conocidas conscientemente por él o su familia”.
Ese complejo entramado de relaciones y las tensiones y crisis habituales en todas las familias que Satir insiste en considerar como normales –desde el nacimiento a la muerte, la adolescencia, la independencia del hogar, las nuevas interrelaciones con su pareja, la menopausia, el climaterio en el hombre, ser abuelos– se abordan actuando sobre cuatro aspectos básicos:
- Autoestima. Si una persona se quiere a sí misma, no lastimará ni devaluará ni humillará o destruirá a otros ni a sí misma. Cuando una persona se siente bien consigo misma enfrentará la vida desde la dignidad, la sinceridad, la fortaleza, el amor y la realidad.
Virginia Satir afirma que la autoestima puede remodelarse si se reconoce la situación de subestimación y se emplea el tiempo, la paciencia y el valor necesarios: “Si invertimos energía en este esfuerzo, descubriremos recursos ocultos a través del desarrollo de sentimientos de valía personal”.
“La autoestima puede remodelarse si se emplea el tiempo, la paciencia y el valor necesarios. Así podemos descubrir nuestros recursos ocultos”
- Comunicación. Distingue cinco modelos de comunicación, cuatro de ellos son negativos porque limitan la capacidad de construir junto con las personas que nos rodean, contribuyen a incrementar el miedo y la dependencia e incluso pueden afectar a la salud física. Y el quinto modelo, en cambio, es funcional, constructivo. También lo denominó nivelador, abierto o fluido.
- El aplacador quiere tener a todo el mundo contento y hace lo que sea con tal de complacer.
- El culpador o acusador es el que siempre encuentra errores, trasluce tensión y es un dictador aunque en el fondo sienta que no vale gran cosa.
- El superrazonable es correcto, calmado, frío, no muestra sentimientos, y siempre encuentra las palabras adecuadas.
- El irrelevante carece de rumbo, no logra conectar ni hilvanar una conversación y habla de modo inconexo.
- El tipo funcional, en cambio, es claro, directo, explica cuando lo ve necesario, es congruente, sus gestos son coherentes con sus palabras y hay una armonía entre lo que dice, la posición de su cuerpo, su tono de voz, su mirada.
“La comunicación es como una cámara cinematográfica sonora. Funciona únicamente en el presente, aquí mismo, en este momento, entre tú y yo”.
- Reglas familiares. Son fuerzas vitales que regulan el funcionamiento familiar. Satir considera fundamental analizarlas, discutirlas dentro de la propia familia y realizar los cambios necesarios. En algunas familias estas reglas constituyen dogmas de los que ni siquiera se puede hablar. Pero una discusión saludable sobre cuáles son, qué dificultades producen y qué cambios deben realizarse favorecerá el funcionamiento familiar y la salud de sus miembros.
“Quiero poder amarte sin aferrarme, apreciarte sin juzgarte, encontrarte sin agobiarte, invitarte sin insistencia, dejarte sin culpabilidad, criticarte sin censurarte, ayudarte sin disminuirte. Si quieres concederme lo mismo, entonces realmente podremos reunirnos y ayudarnos a crecer mutuamente”. - Enlace con la sociedad. La familia es una especie de interfase entre el individuo y la sociedad. En las familias conflictivas,ese enlace es desconfiado, temeroso o culpabilizador del exterior. En las familias sanas o nutricias es abierto y confiado, cada miembro participa de grupos exteriores y comparten en el interior de la familia. Pero Satir era decididamente optimista: las familias nutricias son muchas más de lo que imaginamos, “esa forma de vida es posible; el corazón humano siempre busca el amor”.
El papel del terapeuta en la terapia familiar
Los tres enfoques posibles de una terapia según ella son:
- El enfoque médico considera que la causa de una enfermedad está en el paciente y que la cura se consigue eliminándola.
- El enfoque del pecado, en el que la enfermedad se debe a supuestos valores negativos del paciente que debe cambiar para curarse, adoptando los valores que invariablemente el terapeuta considera adecuados.
- El enfoque del crecimiento –el adoptado por Satir– concibe la enfermedad como una respuesta comunicativa a una situación disfuncional. El terapeuta debe ayudar al paciente para que crezca dentro del contexto en el que se encuentra.
Por tanto, los tres pilares sobre los que se asienta el concepto de psicoterapia para Virginia Satir:
- Todas las personas aspiramos a la supervivencia, al crecimiento y a la comunicación con los otros.
- Las conductas consideradas “enfermas” o “locas” son en realidad peticiones de ayuda.
- Estamos limitados por el conocimiento de nosotros mismos y nuestra habilidad para relacionarnos. La persona “enferma” puede aprender sobre sí misma y modificar su forma de relacionarse creciendo hacia un estado más armónico.
Preguntas para crecer
No existe la terapia ideal. Solo usar las técnicas que consigan proporcionar a la familia o la persona esa experiencia de crecimiento creando un ambiente adecuado: reduciendo los miedos, infundiendo confianza, tranquilidad y esperanza.
La labor del terapeuta es organizar preguntas que la familia necesita pero que no se atreve a enfrentar: primero las que puedan responder y después las que temen; aportando durante el proceso dosis de autoestima que permitan avanzar y facilitar la comunicación.
“Si te enfrentas a los sentimientos de la ira y los comunicas clara y honestamente a la persona involucrada, liberarás muchas tensiones así como la necesidad de actuar destructivamente”.