Una biografía marcada por el conflicto
Otto Rank no era un simple intelectual, sino un alma atormentada que buscaba explicaciones y respuestas. Su interés por el psicoanálisis no puede separarse de su necesidad de superar sus propios conflictos interiores.
Desgraciadamente, su carácter inestable le acabó aislando de sus amistades. Intentó renacer, convertirse en otra persona, pero no lo consiguió. Su forma de ser le sitúa en el mismo espectro que Nietzsche o Van Gogh, mentes creativas que no pudieron aprovechar su inteligencia para ser felices, aplacando sus heridas psíquicas.
De la familia disfuncional al arte como refugio
Otto Rank nació en Viena en 1884 en el seno de una familia disfuncional. Su padre era un alcohólico con explosiones de violencia. Golpeaba y humillaba a sus hijos con cualquier pretexto. Su madre era fría, arrogante, manipuladora. A pesar de continuar conviviendo con su progenitor bajo el mismo techo, Otto y su hermano le retiraron la palabra al llegar a la adolescencia, incapaces de soportar más sus agresiones y chantajes.
Brillante, hipersensible y con un sincero anhelo de saber y comprender, Otto se adentró de forma autodidacta en el terreno de la literatura y el arte. Leyó apasionadamente a Nietzsche, Dostoievski, Schopenhauer, Ibsen y Otto Weininger, buscando un sentido a la vida.
El apellido original de Otto Rank era Rosenfeld, pero en su juventud lo cambió, adoptando el de un personaje de La casa de muñecas, la célebre pieza teatral de Henrik Ibsen. Se atribuye a la obra un papel precursor en el movimiento feminista y Otto tal vez quiso labrar su propia identidad identificándose con el espíritu de un drama que reivindicaba la libertad en el ámbito familiar.
El verdadero arte surge siempre como un desafío a la autoridad paterna y al poder institucional.
La necesidad de alcanzar la independencia económica le hizo matricularse en una escuela técnica. Cuando por fin logró la cualificación necesaria, empezó a trabajar en una oficina, pero nunca dejó de leer y escribir. Su caso recuerda al de Franz Kafka, empleado de una compañía de seguros. Ambos eran escrupulosos, serios, vulnerables y con escasa autoestima.
Durante sus ratos libres, Otto elaboró un manuscrito titulado El artista que analizaba la psicología del arte y la personalidad de los creadores, a los que consideraba hombres superiores. Desde su punto de vista, el verdadero arte surge siempre como un desafío a la autoridad paterna y al poder institucional. La voluntad del artista es matar al padre para lograr una libertad absoluta, lejos de cualquier forma de coacción o represión.
La conexión con Alfred Adler y Sigmund Freud
Depresivo, vulnerable e inseguro, Rank conoció a Alfred Adler, que trabajaba como psicoanalista. Rank buscaba un psicoterapeuta que le proporcionara confianza en sí mismo, liberándole de su dolor psíquico. Adler consideró que Freud podría ayudarle de un modo más eficaz, especialmente después de descubrir el talento de Rank. Sigmund Freud accedió a entrevistarse con él. Leyó su manuscrito, aún inédito, y le animó a completar sus estudios para dedicarse a la investigación. Rank aceptó la recomendación y se inició una relación que en pocos meses se convirtió en amistad.
"El miedo a vivir se cura cuando el yo acepta que la existencia se caracteriza por el riesgo y la incertidumbre."
Freud le abrió las puertas de su intimidad familiar y le permitió interpretar sus propios sueños. Rank a veces le llamaba “padre” y Freud se conmovía, pensando que se escenificaba el drama de una “transferencia positiva débil”, sin la cual no es posible avanzar hacia la curación y la autonomía emocional.
Obras principales
En 1913, publica La importancia del psicoanálisis para las humanidades, con la colaboración del psicoanalista Hanns Sachs, que marca un punto de ruptura con el pensamiento freudiano. Rank y Sachs afirman que la obra de arte se explica por sí misma, no por un conflicto enmascarado. No hay que buscar significados ocultos o reprimidos, sino dejar que la obra se exprese. La interpretación es un fraude cuando deforma la obra para que coincida con una idea preconcebida.
En El doble de Don Juan, Rank aborda el papel de la mujer en una sociedad machista. Don Juan es un seductor, narcisista e inmaduro, que utiliza a las mujeres para obtener gratificaciones primarias. Desea hijos para garantizar la continuidad de su nombre, no por amor o responsabilidad. La mujer se rebela contra esa forma de manipulación, que le reserva un papel pasivo. Su deseo de libertad, de no ser un instrumento de fantasías ajenas, no debe inscribirse tan solo en la lucha por la igualdad de las mujeres, sino en el largo camino del ser humano hacia una liberación total.
Mito y personalidad
En 1907, Rank publica El artista, donde afirma que el arte es la expresión de un conflicto psíquico y su finalidad es producir una catarsis en el creador y el espectador. En 1909, publica El mito del nacimiento del héroe, donde mezcla personajes míticos e históricos como Gilgamesh, Edipo, Heracles, Paris, Rómulo y Remo, Tristán, Sigfrido, Lohengrin, Moisés, Buda y Cristo.
Según Rank, siempre se repite el mismo patrón, con ciertas variaciones:
- Un oráculo o un sueño profético anuncian el nacimiento del héroe, advirtiendo que intentará usurpar el lugar del padre.
- Una pareja real o divina alumbra a un niño y decide abandonarlo en una cesta, caja o barca sobre las aguas.
- Rescatado por una familia humilde o incluso por animales, crece y recibe cuidados, ignorando su identidad.
- Finalmente, averigua lo sucedido, se enfrenta al padre y le arrebata sus privilegios, por lo general matándole.
Según Rank, el mito expresa el inevitable conflicto generacional entre padres e hijos. “Matar al padre” es necesario para madurar y obtener la autonomía personal. La cesta, caja o barca simbolizan el vientre materno, y las aguas, nuestro nacimiento. La pareja real o divina representa el deseo narcisista de ser descendiente de un linaje extraordinario. Los padres adoptivos encarnan a los padres reales, débiles e imperfectos.
Rank rechaza las hipótesis sexuales y el inconsciente colectivo. Los mitos son el producto de experiencias universales que cada cultura plasma de una forma diferente. No son arquetipos o imágenes primordiales. El héroe es la expresión más radical de la lucha por la independencia y la autonomía.
Esa tensión determina tres tipos de personalidades:
- El tipo adaptado, que acepta pasivamente las normas dominantes.
- El tipo neurótico, que se rebela contra la sociedad y contra sí mismo sin lograr jamás un estado de equilibrio.
- El tipo productivo, con genio artístico para crear e inventar nuevos valores éticos y estéticos.
Ruptura con el psicoanálisis
En 1924, Otto Rank publica El trauma del nacimiento, donde cuestiona el complejo de Edipo y aspectos esenciales del psicoanálisis. Karl Abraham y Ernst Jones presionan a Freud para que desautorice el libro. La inestabilidad emocional de Rank le empuja a escribir una humillante carta de disculpa, donde reconoce que sufre una neurosis obsesiva. Pide comprensión e indulgencia. Sin embargo, no renuncia a sus teorías. Esa actitud determinará su vergonzosa expulsión del Comité de Viena, órgano directivo del movimiento psicoanalítico. Se trata de una pérdida irreparable para el psicoanálisis, que pierde frescura, flexibilidad y sentido autocrítico.
Los años posteriores resultaron particularmente ingratos para Rank. En 1926, se produjo el último encuentro con Freud. Su despedida se hizo especialmente dolorosa, pues Rank apreciaba a Freud como a un padre muy querido. Freud nunca dejó de estimarle, pero consideró que sus teorías eran inaceptables.
Otto Rank aportó al psicoanálisis frescura, flexibilidad y sentido autocrítico antes de ser rechazado por el movimiento.
Calumniado y hostigado por Jones y otros psicoanalistas ortodoxos, Rank se marchó a París y, más tarde, a Estados Unidos. Durante esos años, acentuó sus críticas a la terapia psicoanalítica, afirmando que atribuía una importancia excesiva al pasado y no reparaba en el aquí y ahora. En su opinión, no prestar la debida atención al presente podía provocar que el analizado se evadiera de sus problemas actuales, fantaseando con un complejo de Edipo tal vez inexistente.
Por otro lado, el análisis no debía ser una técnica, sino una experiencia emocional. Un arte y no una ciencia. La distancia, la frialdad y el desapego deshumanizan el proceso, propiciando las inhibiciones y frustrando la catarsis. Estos vicios limitan trágicamente el campo de aplicación del psicoanálisis, que no debería renunciar a abordar la psicosis, con sus delirios floridos y su compleja elaboración onírica.
Otto Rank murió en Estados Unidos en 1936, poco después de que la vida de Freud se extinguiera en Londres. Ambos eran judíos y habían huido de la expansión del nazismo. A pesar de su ingrato desenlace, su amistad y sus años de colaboración intelectual constituyen sin lugar a dudas uno de los momentos estelares de la historia del psicoanálisis.
Una técnica liberadora para superar el trauma del nacimiento
El trauma del nacimiento es la mayor aportación de Otto Rank en el ámbito de la terapia psicoanalítica. Rank destaca la importancia de la madre en el desarrollo del niño, apuntando que es la principal fuente de bienestar y la causa del dolor más primario.
En el adulto siempre perdura la nostalgia del útero y jamás se borra el trauma que representa la separación de la madre, particularmente cuando el recién nacido pasa sus primeras horas en una sala hospitalaria, trágicamente aislado. La nostalgia del útero no debe confundirse con la experiencia –fundamental, necesaria– de sentir la proximidad física de la madre.
Según Rank, el analista debe convertirse en una comadrona experta que ayude a revivir y reelaborar el parto, superando el dolor de la separación. Cada sesión debe ser una experiencia de unión y separación. En cada encuentro, nace algo nuevo y el paciente pasa de criatura pasiva a creador activo. Para Rank, el modelo del psicoterapeuta no debe ser el padre que impone límites, sino la madre que alimenta ilusiones e invita a su hijo a ser independiente.
"No es posible analizar a un paciente sin experimentar sus conflictos como algo íntimo y personal."
La separación de la madre será más fácil si el nacimiento se ha producido en condiciones naturales, con el menor grado posible de intervención externa. El contacto físico es esencial. Las primeras experiencias del recién nacido deberían consistir en un encuentro directo con la madre, piel con piel. La falta de contacto provoca angustia e inseguridad.
Un niño que se ha sentido querido desde el primer momento madurará con más facilidad y podrá convertirse sin problemas en un adulto estable, autónomo y equilibrado.
Nacer deja de ser un trauma cuando se convierte en un reencuentro con el ser que nos ha llevado en su vientre. La piel de la madre no es un fetiche regresivo, sino una manifestación de ternura que nos revela nuestro derecho a ser respetados y queridos.