Lo primero que tenemos que saber es que cualquier tipo de inflamación se produce cómo respuesta defensiva natural a una lesión en nuestro organismo para una posterior recuperación. El primer mecanismo que se pone en marcha es la dilatación de las arterias para poder llevar células curativas a la lesión. Nuestro sistema inmunitario no conseguiría sanar el tejido dañado sin esta dilatación.

El responsable de la activación de la inflamación es el inflamasoma, que se puede describir como una central de operaciones que decide el tipo de inflamación que hay que activar y que coordina el proceso.

tipos de inflamación

Podemos distinguir entre dos tipos de inflamaciones:

  • La inflamación aguda, que empieza inmediatamente después de la agresión, generando un edema que se resuelve poco después (en horas o días). Es necesaria para que podamos vivir; sin ella, moriríamos.
  • La inflamación crónica, que es aquella que va apareciendo progresivamente y de la no nos damos cuenta en sus inicios. Es un tipo de inflamación que no desaparece, que permanece en el tiempo, y para la que nuestro organismo no está preparado. Conlleva un elevado riesgo de problemas a medio y largo plazo.

Podemos decir claramente que, sí, una inflamación crónica de bajo grado es una inflamación silenciosa y muy peligrosa. Se la ha asociado con el aumento de la incidencia del cáncer, pero también con otras enfermedades conocidas como «raras» en nuestra sociedad moderna.

Existen factores de riesgo que favorecen la inflamación de bajo grado, como por ejemplo el envejecimiento prematuro, el nivel socioeconómico, llevar un estilo de vida sedentario, factores nutricionales, drogas (incluido el alcohol), toxinas y falta de sueño, entre otros.

Síntomas que la delatan la inflamación crónica

Para tener la seguridad y confirmar que nosotros padecemos esta inflamación, tendríamos que pedir una prueba bioquímica a nuestro médico o nutricionista y ellos podrían sacarnos de dudas, pero nuestro cuerpo, que es muy sabio, se va a encargar de mandarnos señales continuamente.

En un principio cuesta que nos demos cuenta de estas señales, porque no estamos acostumbrados a escucharnos y no las asociamos con este problema, pero algunos síntomas deberían ayudarnos a tomar decisiones y actuar lo más rápido posible para poder solucionarlo. Estos síntomas pueden ser:

  • Problemas digestivos. El principal problema de la inflamación nace en el sistema digestivo, así que, si tenemos alguno de estos síntomas, debemos tomar medidas: hinchazón después de las comidas o según avanza el día (indicaría una posible disbiosis), SIBO (sobrecrecimiento bacteriano intestinal), Helicobacter pylori (estreñimiento, diarrea, irregularidad en el tránsito intestinal y forma de las heces) y aparición de intolerancias digestivas.
  • Obesidad. Cada célula de grasa es una minifábrica de células inflamatorias. De hecho, las personas con obesidad suelen sufrir inflamación crónica y presentan niveles por encima de la media de citoquinas proinflamatorias –como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-a)– y proteínas reactantes de fase aguda –como la proteína C reactiva.
  • Neuroinflamación. Resulta fácil de observar cuando nos cuesta rendir intelectualmente o nos enfermamos en períodos de relax o descanso como, por ejemplo, el fin de semana o el inicio de las vacaciones.
  • Sistema inmunitario problemático. Alergias, asma, hipotiroidismo, psoriasis, y otras enfermedades autoinmunes.
  • Propensión a infecciones repetitivas. Enfermedades respiratorias como serían la bronquitis, rinitis, faringitis... y otras infecciosas, como herpes, cistitis, hongos o candidiasis.
  • Alteraciones cardiometabólicas. Problemas con el colesterol, triglicéridos altos, síndrome metabólico, resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión o tumores.
  • Dificultad para recuperarnos. Si sufrimos afecciones con recidivas habituales, nos recuperamos lentamente y mal, también deberíamos pensar en este tipo de inflamación.
  • Disfunciones menstruales. Reglas dolorosas (no se deben de normalizar), menstruaciones abundantes y con coágulos, dolor de mamas, quistes, miomas, fibromas, SOP (síndrome de ovario poliquístico), infertilidad y endometriosis.
  • Otras manifestaciones, como dolores musculares no justificados, dolores de cabeza muy recurrentes, problemas dermatológicos, insomnio, fatiga crónica, depresión, niebla mental y ansiedad pueden deberse a la inflamación subyacente de bajo grado.

Como ves, son muchos los síntomas que nos avisan de que debemos poner remedio lo antes posible. Detrás de casi cualquier problema de salud se esconde una inflamación previa de nuestro organismo.

Pruebas analíticas para detectar la inflamación crónica

Para confirmar lo que sentimos es aconsejable que pidamos a nuestro médico o nutricionista de confianza que realice determinadas pruebas que pueden revelar inflamación, como los niveles de PCR (proteína C reactiva), TNF-alfa (factor de necrosis tumoral), IL-10 e IL-6 (interleucinas) y la VSG (velocidad de sedimentación globular).

También los niveles elevados de ferritina y los de colesterol están asociados a la inflamación. Uno de los daños colaterales de la inflamación crónica es la reducción de los valores de HDL o colesterol bueno, que tiene la capacidad de eliminar el colesterol de la sangre, y el aumento del LDL o colesterol malo, que incrementa el colesterol oxidado y, por lo tanto, favorece los taponamientos arteriales.

Hábitos que producen inflamación crónica

El estilo de vida es clave para alejar la inflamación. Vamos a ver los hábitos que más influyen:

  • Estrés. En la sociedad en la que vivimos, muchas veces nos es muy complicado escapar del estrés. Es un mecanismo muy valioso, porque nos permite reaccionar rápidamente en momentos de peligro, pero a menudo el estrés se mantiene en el tiempo por causas laborales, familiares o sociales. Es este estrés crónico el que mantiene elevado el cortisol durante demasiado tiempo, lo que genera una serie de consecuencias negativas en el organismo. Deberíamos saber gestionar el estrés utilizando técnicas que nos ayuden a desconectar de nuestros estresores cotidianos. Cada uno de nosotros tiene que descubrir cómo desestresarse y mantener ese hábito a lo largo de su vida.
  • Deficiencias nutricionales. Algunos nutrientes específicos tienen la capacidad de reducir la inflamación. Algunos son el magnesio, vitaminas E, C y del grupo B, ácidos grasos poliinsaturados de la familia omega 3, coenzima NADH (nicotinamida adenina dinucleótido) y coenzima Q10. Estos nutrientes se pueden tomar como suplemento bajo el criterio y supervisión de un profesional.
  • Contaminación y tabaco. Los agentes contaminantes ambientales contribuyen a la inflamación. Podemos evitarlos en la medida de nuestras posibilidades y darnos frecuentes baños de salud en la naturaleza. Si vivimos en una gran ciudad, aprovechemos el fin de semana para ir a lugares donde poder respirar aire puro. Pasear media hora por un bosque reduce algo más de un 12% el cortisol y dejamos de respirar gases tóxicos, microplásticos y otros tóxicos muy habituales en las urbes.

Ayudas naturales contra la inflamación crónica

Las siguientes plantas son buenas aliadas para luchar contra la inflamación crónica: 

  • Cúrcuma: Es un buen condimento para tus platos, en especial con grasas, pues se absorbe mejor. La fermentada es más biodisponible.
  • Jengibre: Actúa con eficacia inhibiendo las vías inflamatorias. Puedes añadirlo en las recetas y probar el licuado fresco de jengibre.
  • Boswelia: Esta planta es útil cuando hay inflamación de huesos y articulaciones y para el síndrome de Crohn, ya que mejora el dolor y la función articular.
  • Saúco: Sus flores y hojas, en extractos o en tintura, ayudan a reducir la inflamación.
  • Regaliz: Sus corticoides naturales son muy eficaces. Se aconseja pautar la dosis adecuada con un profesional.

Hábitos imprescindibles contra la inflamación crónica

Toma nota de estos consejos para evitar la inflamación crónica:

  • Dormir suficiente. Es clave para regular los ritmos circadianos y el reloj interno, que a la vez influye sobre los procesos de reparación, las hormonas y la capacidad de recuperación. Cuando no se respeta el sueño nocturno, se favorecen la inflamación, la depresión e, incluso, la neurodegeneración.
  • Seguir horarios. Seguir un horario regular de comidas ayuda a minimizar la inflamación y regula también el reloj interno. Esto incluye comer a las 12:00 h-13:00 h y cenar a las 19:00 h-20:00 h. Aunque en nuestra sociedad esto es muy difícil de cumplir, debemos intentarlo.
  • Descanso digestivo. Uno de los errores es la sobrealimentación y comer demasiado seguido. Practicar el ayuno intermitente, dejando un mínimo de 12 y hasta 16 h desde la cena hasta la primera comida del día es favorable para activar la autofagia, que aumenta la producción de sirtuinas, las «proteínas de la juventud», y reduce la inflamación y la mortalidad.
  • Comida de verdad. Por supuesto, hay que reducir lo máximo posible los alimentos procesados. Volvamos a la alimentación de nuestros abuelos, a lo natural, comamos comida de verdad, porque comer sano debería de ser lo normal.
  • Practicar ejercicio. Hacerlo con moderación regula múltiples alteraciones. Animo a caminar, bailar, nadar o hacer cualquier ejercicio que se pueda practicar al menos 30 minutos cada día.