El cuerpo nos habla, está en nosotros saber qué nos está queriendo decir. No hay experiencia emocional sin la corporal, así lo expresa Vanessa Guerra, experta en Comunicación no Verbal y Personalidad, en su nuevo libro El lenguaje corporal de las emociones (editorial RBA). 

Vanessa Guerra, que también es instructora certificada en Mindfulness, Compasión y Mindfulness en la infancia, cuenta con más de 20 años de experiencia en el trabajo corporal, en yoga y pilates. En su nuevo nos ofrece una guía para aprender a ser más conscientes de nuestras emociones a través de señales corporales que podemos identificar en nuestro día a día: una mala postura, un dolor de estómago, las expresiones faciales, nuestra respiración, los gestos…

Comprender cómo interactúan cuerpo y mente nos puede ayudar a trabajar algunos de nuestros traumas y mayores miedos. 

-¿Por qué nos cuesta tanto escuchar a nuestro cuerpo? ¿Cómo podemos empezar a hacerlo?
-Nos cuesta conectar con nuestro cuerpo, porque llevamos demasiados años racionalizando las emociones y tratando de entenderlas desde un plano intelectual. Eso desvía la atención de las personas que optan por “pensarlas” en vez de sentirlas, y esa función nos desconecta del cuerpo.

Hemos vivido de espaldas a las funciones de nuestro cuerpo, hasta hace muy poco. Antiguamente no se enseñaba a los niños a conectar con las sensaciones de su cuerpo, y mucho menos, a darle una relevancia más allá de la mera apariencia. Crecemos desconectados de nuestro cuerpo y, en consecuencia, de nuestras emociones. Nos cuesta escuchar a nuestro cuerpo porque desconocemos que eso sea importante, y porque no sabemos interpretar las sensaciones que sentimos en él. Unas sensaciones que, en muchas ocasiones, pueden llegar a ser abrumadoras. 

-¿Qué prácticas no pueden ayudar?
-Existen muchas maneras de conectar con el cuerpo, como por ejemplo la práctica de disciplinas como el Yoga o el Pilates, que refuerzan la consciencia corporal. O la práctica de la meditación, llevando atención a las diferentes partes del cuerpo, lo que conocemos por escáner corporal, y que nos ayuda a desarrollar una consciencia más específica de cada parte del cuerpo.  

-Llevar la atención a la respiración es central en esas prácticas. Dices que cada emoción tiene un patrón de respiración determinado. ¿Podemos influir en nuestras emociones a través de la respiración?
-La respiración tiene una influencia inmediata en la generación de estados de ánimo. No es lo mismo mantener una respiración nasal y diafragmática que respirar por la boca. La primera nos conducirá a un estado de calma, y la segunda, a un estado de ansiedad. En el libro hablo del método científico Alba Emoting, desarrollado por la fisióloga chilena Susana Bloch.

Las investigaciones que realizó en los laboratorios con personas demostraron que, cambiando la expresión facial, la postura y el patrón respiratorio, emergían diferentes emociones de manera inmediata. Sin necesidad de utilizar el recuerdo para ello, tan solo modificando estos tres patrones efectores desde el cuerpo, las personas empezaban a sentir emociones diferentes. El método codificó seis patrones efectores correspondientes a seis emociones: la rabia, el miedo, la tristeza, la alegría, la ternura y el erotismo. Y cada uno responde a una respiración, una postura y una expresión facial personalizadas.

-¿Qué pasa si respiramos por la boca? ¿Qué efectos tiene eso en nuestras emociones?
-Cuando respiramos por la boca no aprovechamos toda la capacidad pulmonar de la que disponemos, sino que el aire que inspiramos tan solo llena una parte muy pequeña de nuestros pulmones. Al exhalar, no expulsamos todo el aire que hemos inhalado, de modo que queda aire residual en los pulmones. Por eso, cada vez las inhalaciones son más consecutivas, pues hay un déficit de oxígeno en el cuerpo.

El problema no está tanto en la fase inspiratoria como en la exhalación, pues este patrón respiratorio da lugar a una respiración agitada y es interpretado por el cerebro como una situación de riesgo. Es un patrón respiratorio que da lugar a estados de ansiedad o de angustia. 

-¿Qué es el rapport y cómo afecta a la manera en que nos relacionamos? ¿Es lo que siempre hemos llamado feeling?
-El rapport da nombre a lo que sucede entre dos o más personas cuando hay una conexión emocional y psicológica. Es un término tomado del francés que en español se traduce como "compenetración". Cuando conectamos con alguien a nivel psicológico o emocional, los cerebros se sincronizan y eso es fácil de observar en la conducta corporal, ya que tendemos a adoptar posturas corporales similares y a utilizar un repertorio gestual muy parecido.

Si hay feeling es muy probable que el rapport suceda de manera orgánica: es una manera de demostrarnos los unos a los otros que estamos sintonizados. Sin embargo, también podemos utilizar el rapport para ganarnos la confianza de alguien y, de hecho, es una de las tácticas usadas por los agentes policiales en los interrogatorios. 

-La espalda y la postura corporal habla mucho de las personas. ¿Qué nos dice? ¿Por qué es tan importante esta parte del cuerpo?
-La espalda es un lugar emblemático de nuestro cuerpo. Gracias a la evolución de la especie pasamos de la cuadrupedia a la bipedestación y, con este cambio, quedaron expuestas nuestras partes vulnerables, como el corazón, los pulmones y otros órganos. La espalda, y la columna vertebral, nos permiten mantener una postura de expansión y apertura hacia el mundo haciendo un mejor uso de nuestras extremidades. Sin embargo, la columna vertebral y los músculos de la espalda cumplen dos funciones esenciales para el buen desarrollo de los seres humanos: son flexibles y adaptables.

Esto quiere decir que la postura se adapta a cualquier situación y necesidad por la que estemos pasando. Por eso, cuando nos dan un susto, el primer impulso es el de dar un paso atrás y proteger nuestras partes vulnerables, como el rostro y el cuerpo, replegándonos y utilizando los brazos.

Sin embargo, oponemos mucha resistencia a los cambios físicos que provienen de estados emocionales internos, como la tristeza, el miedo o incluso en ocasiones, la ira. Si no permitimos que el cuerpo exprese estas emociones con sus respectivas manifestaciones corporales, esto da pie a un conflicto interior. Las contracturas, las lesiones y las patologías corporales reflejan el conflicto interno que estamos viviendo al no dejar que estas emociones fluyan por nuestro cuerpo. La espalda es uno de los lugares más afectados por esta condición precisamente por esa condición flexora y adaptable que posee.  

-¿Qué pistas nos pueden dar las somatizaciones? ¿Qué nos quiere decir el cuerpo en casos como la psoriasis, la dermatitis o los eccemas?
-La somatización es la visibilización de un desequilibrio emocional y mental a través del cuerpo. Por ejemplo, en mi caso, descubrí que la psoriasis estaba asociada al miedo al rechazo, y me permitió saber cuál era la causa de mi desequilibrio interno que asomaba en forma de psoriasis. Cada persona somatiza de una manera independiente, aunque según mis observaciones la psoriasis está asociada con algún tipo de miedo, ya sea a la muerte, al rechazo, etc.

La piel es un órgano muy sensible y, desde el punto de vista de la medicina china, un órgano que limpia y filtra el malestar interior. Las enfermedades de la piel tienen que ver con un desequilibrio del sistema nervioso y las emociones reprimidas, como la ira o el miedo; alteran este sistema provocando el estrés del organismo. Y este estrés afecta a las células regenerativas de la piel. Cuando comencé a practicar la meditación y a equilibrar mi sistema nervioso, la psoriasis que tenía en mi cuerpo empezó a remitir de manera exponencial. 

-A veces sentimos miedo pero nos negamos que sea así. ¿Cómo podemos reconocer que lo que estamos experimentando es miedo? ¿Qué le pasa a nuestro cuerpo? 
-Cada persona lo va a experimentar de una manera diferente. Por ejemplo, hay personas que sienten que sus piernas se bloquean, otras que sienten hormigueo en alguna parte del cuerpo como la espalda, las piernas o las nalgas, otras dejan de respirar y permanecen en una apnea muy larga que desemboca en un estado de ansiedad por falta de aire, …

No hay una sintomatología “tipo”, sino que en cada persona se manifestará de una manera diferente. Lo ideal sería que cada persona observara cómo surge el miedo en su cuerpo, para que a través de esas sensaciones pudiese detectar cuándo surge, y de ese modo llegase a autorregularse.

-¿Cómo se vive en el cuerpo no marcar límites y ser complacientes con los demás? ¿Qué problemas de salud pueden derivar de este tipo de conductas?
-En el libro cito un estudio sobre salud cardiovascular en la mujer en la que las investigadoras descubrieron que la represión de la ira era una de las causas que da lugar a enfermedades cardiovasculares y se asocia también con síntomas depresivos.

Cuando no ponemos límites a los demás estamos priorizando las necesidades del otro frente a las nuestras, es decir, renunciamos a nosotros mismos. Si nos quedamos con ganas de decir algo, esta actitud que nos autoimponemos genera tensión en nuestro organismo. Si hemos sentido enfado y no lo expresamos, este rebotará sobre nosotros mismos.

No poner límites a los demás nos genera confusión, pues renunciamos a nuestro instinto de supervivencia en beneficio del otro, y desde la biología, esto es antinatural. Como animales tenemos la capacidad de defendernos cuando nos sentimos amenazados; de no hacerlo, nos estamos dejando “comer” por los demás. Las personas que saben autorregularse desarrollan habilidades para poner límites de manera sana priorizando sus necesidades y trasladándolas de manera asertiva.

-Dices en tu libro que la tristeza es tu emoción favorita. ¿Qué podemos aprender de ella?
-Me considero una fiel defensora de la tristeza, porque detecto en la sociedad mucha resistencia a sentir esta emoción. La tristeza es una emoción necesaria para desarrollar la creatividad y encontrar nuevas maneras de enfrentarse al mundo. Solo cuando uno pasa por un período de autorreflexión, como por el que pasamos cuando nos sentimos tristes, podemos aprender de la esa situación y salir reforzados de ella. Atravesar la tristeza nos hace más fuertes, al contrario de lo que se piensa.

Lo que sucede es que no nos han enseñado a relacionarnos con ella ni se ha validado la vulnerabilidad en esta sociedad. Todo esto ha generado que las personas desarrollen cierta aversión a la tristeza.

"Atravesar la tristeza nos hace más fuertes, al contrario de lo que se piensa."

-¿Cómo se manifiesta en el cuerpo?
-Uno de los síntomas más claros de la tristeza es nuestro nivel de energía. Así como el miedo o la ira son emociones muy enérgicas que nos movilizan, la tristeza nos pide que paremos y nos escuchemos. Y esta escucha se marca en el cuerpo como la necesidad de acurrucarnos y de hacernos un ovillo.

Tiene mucho sentido si nos damos cuenta de que al hacerlo estamos protegiendo los órganos más sensibles de nuestro cuerpo, como el corazón. Este impulso corporal pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad como especie, sin embargo, como no está aceptada por la sociedad evitamos sentirnos vulnerables y preferimos reprimirlo. Este es uno de los motivos de tantas dolencias y patologías musculares, forzarnos a expresar algo que no es real. 

"La tristeza nos pide que paremos y nos escuchemos."

-Una de las cuestiones que abordas en tu libro es que el sexo puede ser un escape para la ira y otras emociones…
-Cuando tenemos relaciones sexuales placenteras en el cerebro se genera oxitocina, que es uno de los neurotransmisores asociado al bienestar y al placer. El sexo es un atajo que utilizamos para reequilibrar nuestros estados emocionales y mentales. Sin embargo, lo que estamos haciendo con este tipo de comportamientos es evitar enfrentarnos a la verdadera causa que nos generó ese malestar buscando algo que nos proporcione placer, como cuando le damos un chupete a un niño pequeño cuando llora. A medida que crecemos, debemos aprender a enfrentarnos a las situaciones que nos generan estrés emocional: de eso trata la gestión emocional. 

De hecho, es una de las estrategias más utilizadas para desviar la atención de los problemas tanto externos como internos.  Para saber cuándo lo estamos haciendo por necesidad de descarga o por afecto, es conveniente observar el lenguaje corporal durante el acto sexual. En el primer caso la conducta es más agresiva y hay más distancia entre los amantes, mientras que en el segundo caso se busca una mayor intimidad con el otro.